Por Fernando Gonzalez
El 10 de diciembre, la Presidenta dejará el poder aferrada a su mundo pequeño. Ese planeta de sobreentendidos que pocos entienden; de enojos sin nombres ni apellidos y de patios llenos de chicos que le cantan coros tribuneros sólo para halagarle los oídos.
En ese universo no hay titulares de diarios que la importunen ni existen los reclamos de aquellos que más sufren el impacto del Estado ausente. Cristina fue enamorándose de ese microclima a través de los años pero el resultado de la elección del domingo le demostró el hartazgo que ha ganado a un sector mayoritario de la sociedad.
En ese mundo pequeño, Cristina no le da espacio a Daniel Scioli. El candidato no está en la Casa Rosada. Ella no lo nombra en su discurso y habla del ballottage del 22 de noviembre como una circunstancia ajena. Jamás dice que quiere ganar esa elección y no se preocupa en entusiasmar a los jóvenes que sólo tienen ojos y voces para su conductora. La Presidenta habla del futuro en términos de derrota. Y queda claro que busca desentenderse de un resultado adverso para hacerle pagar el costo.
No será fácil para Scioli salir de esa telaraña en apenas tres semanas. Tiene que escapar de los insultos de Hebe de Bonafini; de las ironías intelectualosas de Horacio Gonzalez. Tiene que fotografiarse con Aníbal Fernández y atravesar el ventarrón de invulnerabilidad que parece proteger a Mauricio Macri. Ahora sabe que tampoco podrá contar con la Presidenta. Cristina decidió encerrarse en su mundo pequeño y abandonarlo a su suerte. Scioli tendrá que hacerlo solo. Justo como siempre lo sospechó.
Comentá la nota