Pacho O´Donnell, su presidente honorario, pidió cerrar el organismo. Está enfrentado con el presidente de la entidad, Víctor Ramos, pero ambos apoyan la candidatura de Daniel Scioli.
En un correo dirigido a los 33 miembros del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego, su presidente honorario Mario Pacho O’Donnell solicitó que en asamblea se decida la disolución del organismo, que tiene apenas tres años de existencia y un recorrido con mucha polémica. “Compañeras y compañeros: como fundador del Dorrego propongo que en la Asamblea tratemos la disolución definitiva del Instituto si convenimos con sinceridad que no estamos ya en condiciones de seguir cumpliendo con los objetivos que nos fijamos y que la Presidenta de la Nación avaló con su reconocimiento”, escribió Pacho.
“El Dorrego atraviesa una crisis muy grande, que es parte del proceso de desgaste de una institución por el paso del tiempo”, sostuvo ante Clarín O'Donnell sobre el instituto creado en noviembre de 2011 por Cristina Kichner. “Pero se han dejado de cumplir sus objetivos. No diría que fracasó porque hemos puesto en la superficie la batalla cultural. Diré que sufre un proceso de aburguesamiento, de achanchamiento”, intentó explicar quien fue titular del Dorrego hasta junio pasado. En su carta, además de reconocer la crisis, el ensayista dispara: “No eran Luis Alberto Romero ni Beatriz Sarlo nuestros peores enemigos”, en alusión a las críticas que estos intelectuales habían realizado cuando se creó el organismo. “Estaban adentro”, denuncia el historiador.
El que se dio por aludido fue Víctor Ramos, el dirigente barrial de la Villa 21-24, que fue despedido por la ministra Teresa Parodi del Museo del Cabildo. Ramos, en licencia por su cargo de presidente del Instituto Dorrego, había vertido críticas contra la funcionaria, La Cámpora y el hijo presidencial Máximo Kirchner. Y tras conocerse el pedido de cierre de O'Donnell no tardó en responder: “Es por una cuestión política. El enemigo de esta situación soy yo, por haber atacado a La Cámpora y a Parodi”, señaló el dirigente a La Nación. Lo curioso es que los dos historiadores enfrentados comulgan en su fe sciolista. Y hasta un tuit de Ramos a favor de la candidatura del ex motonauta colmó la paciencia de la Casa Rosada. Pacho, por cierto, acude a todos y cada uno de los actos del gobernador y es su referente en materia cultural.
Sucede que en la Cartera que formalmente dirige Teresa Parodi manda La Cámpora. El militante y secretario de Políticas Socioculturales Franco Vitali -hijo del ex legislador K y gestor cultural Elvio Vitali- fue el verdugo de Jorge Coscia, el ex secretario de Cultura. Ramos, cuando fue separado del Museo del Cabildo, disparó con munición gruesa contra ambos sectores, pero resistió -con licencia- en el Instituto Dorrego. “Fue un golpe de Estado”, le dijo entonces Ramos a Clarín
En paralelo a esta situación, empezó a circular una propuesta de solicitada de algunos integrantes de la comisión directiva del Dorrego, donde se señala a Víctor Ramos como la manzana de la discordia.“Repudiamos las palabras, los métodos patoteriles y la recurrencia a la prensa hostil al gobierno utilizados por el señor Víctor Ramos ya que, pese a sus votos de lealtad a Cristina, su conducta lo enfrenta a la señora presidenta”, dice el texto. Por su parte, desde el Ministerio de Cultura expresaron que no recibieron "ninguna información formal ni informal sobre el tema".
Para 2015, el Dorrego tiene asignado un presupuesto de $ 15 millones, muy por encima de otros institutos históricos, como los de Juan Domingo Perón y Juan Manuel de Rosas. La creación del Instituto Dorrego apuntaba a rescatar a quienes "defendieron el ideario nacional y popular ante el embate liberal y extranjerizante". Provocó desde un principio una fuerte polémica entre reconocidos historiadores, que cuestionaron la meta de instaurar un "pensamiento único" respecto del pasado.
En sus tres años de vida, el aporte del Instituto fue muy polémico. El instituto oficial que buscaba paradójicamente revistar "la historia oficial", en cada una de sus intervenciones intentó acomodar los sucesos del país al relato kirchnerista. Durante un congreso, el año pasado, llegaron a firmar que la Ley de Medios contrarrestaba el "colonialismo cultural y mental".
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