El jefe de bloque radical, Eduardo Vischi, quedó en el ojo de la tormenta. Sus compañeros de bloque lo acusan por su cambio de postura respecto de la comisión investigadora y reclaman un cambio.
María Cafferata
Irritados, desconfiados y al borde de la ruptura: así quedó el radicalismo en el Senado luego de la voltereta legislativa protagonizada por su jefe de bloque, Eduardo Vischi, en la votación por la conformación de la comisión investigadora del caso $Libra. El rescate apurado de los gobernadores radicales a Javier Milei en la última sesión terminó de hacer mella en un partido que, acostumbrado al internismo, se rebela ante la perspectiva de la anarquía. “Acá nadie quiere hacer terrorismo, pero nadie ordena. No puede ser gratis lo que pasó”, mascullan los radicales que, enojados con el correntino, empiezan a coquetear con la idea de la ruptura.
El problema fue la exposición y la falta de coordinación. No era la primera vez que Santiago Caputo y Guillermo Francos levantaban el teléfono para presionar a los gobernadores radicales Gustavo Valdés (Corrientes), Leandro Zdero (Chaco), Maximiliano Pullaro (Santa Fe) o Alfredo Cornejo (Mendoza) para desactivar una avanzada opositora. El 911 a los gobernadores radicales se había convertido en la herramienta predilecta del Ejecutivo, pero esta vez quien había quedado con los dedos marcados no había sido el oficialismo, negociando a contrarreloj para disimular su minoría, sino el radicalismo, que a partir de dos llamados había torcido su postura para blindar a Milei. El proyecto era del radicalismo y era el radicalismo quien sufría el escarnio público por haber torcido su voto.
Y el culpable de este estigma, ante los ojos de sus compañeros de bloque, era solo uno: Eduardo “Peteco” Vischi. Había sido Vischi quien no había anticipado la presión a los gobernadores y había firmado, pese a ser su representante directo en el bloque, el proyecto que luego rechazaría. Había sido Vischi quien había asegurado que no darían quórum para no generar divisiones internas y, luego, cayó a la reunión de bloque con el presidente de LLA, Ezequiel Atauche, a intentar convencerlos de acompañar la propuesta oficialista de discutir la creación de la comisión en una comisión del Senado. Es decir, la comisión de la comisión.
“¿Pero se comprometen a presentar un proyecto después?”, le preguntó, entonces, el fueguino Pablo Blanco. Atauche amagó con que sí, con que tal vez, pero en el bloque no le creyeron. Fue así que los senadores rechazaron la propuesta -aunque no todos, algunos como el chaqueño Víctor Zimmermann venían advirtiendo que no podían en contra de los deseos del Ejecutivo- y Vischi, para cerrar, dio por finalizada la discusión. En el recinto, sin embargo, encabezó una maniobra que, luego, muchos de sus compañeros de bloque calificarían de sospechosa: votar a favor del tratamiento sobre tablas del tema y, luego, votar en contra del proyecto de creación de la comisión. Esto imposibilitaba volver a tratar cualquier iniciativa similar -incluso la propuesta del oficialismo- y muchos senadores interpretaron la maniobra como una trampa.
“Nos mintió dos veces”, resume, irritado, un senador radical. La crítica, sin embargo, no se limitaba a la maniobra de la comisión investigadora, sino a otro hecho previo: el acompañamiento del pliego de Ariel Lijo. Pese a la decisión de la UCR de no acompañar la candidatura del juez federal, Vischi, a pedido del gobernador Valdés, había colaborado con su firma en el dictamen. A sus compañeros de bloque, sin embargo, les aseguró que no lo había hecho: una mentira que duró hasta que se oficializó el pliego y el resto de los senadores radicales pudieron ver su firma en el dictamen. La única firma radical en el pliego de Lijo.
Cuando lo acorralaron, Vischi se limitó a responder: “Pensé que no se iba a tratar el pliego”.
Un radicalismo dividido
Los cañones apuntan, ahora, contra Vischi, pero las repercusiones podrían derivar en una ruptura del bloque. La posibilidad de un quiebre dentro de un bloque que está dividido en dos grandes sectores —uno lealmente oficialista y otro (aunque minoritario) duramente opositor— es una constante en la UCR: la posibilidad siempre está ahí presente. En los últimos días, sin embargo, el runrún de la ruptura se hizo más fuerte que nunca.
Son dos alas. Una, la más mileísta, funciona como una suerte de paraoficialismo y está integrada por todos aquellos senadores que responden a los gobernadores. Son los mendocinos Mariana Juri y Rodolfo Suárez; el santafesino Eduardo Galaretto y, muchas veces, su coterránea Carolina Losada; son la correntina Mercedes Valenzuela y, claro, el propio Vischi. También Zimmerman y la entrerriana que responde a Rogelio Frigerio, Stella Maris Olalla. La mayoría de ellos votó en contra de la comisión investigadora.
En la vereda del frente, mientras tanto, están Martín Lousteau, Maximiliano Abad y Blanco: el trío opositor más duro al Gobierno. Aunque con matices. Mientras que Lousteau tiene una mayor autonomía a la hora de diferenciarse del Gobierno -pese a ser el presidente de la UCR-, Abad debe lidiar con la posibilidad de un acuerdo electoral en la Provincia de Buenos Aires con LLA. El pampeano Daniel Kroneberger y el catamarqueño Flavio Fama, en cambio, son dos senadores que van boyando entre ambos sectores.
Martín Lousteau, senador radical y presidente del partido NA
Esta división interna, admiten muchos radicales, no tardará en explotar. La actitud de Vischi, en este sentido, no hará sino acelerar el proceso. “Vamos a evitar que se rompa, pero para eso algunas cosas tienen que cambiar”, desliza un senador radical que pone en duda, como la mayoría, de la continuidad de Vischi.
Hay una frase que se repite en el bloque: “Hay que repensar los equilibrios internos”. Un eufemismo que refiere a la salida de Vischi, el protegido del Ejecutivo, pero también a la relación de fuerzas interna del radicalismo. En Diputados, el año pasado, estas diferencias internas derivaron en la ruptura del bloque que presidía Rodrigo de Loredo. Fue el primer anticipo de la crisis que atraviesa al partido frente a las elecciones de 2025 y las alianzas que un sector de la UCR está dispuesta a sellar con LLA para no desaparecer del mapa político. El Senado, esperan sus integrantes, será distinto.
Pero una cosa es segura, y un senador peronista la resume así: “Hubo dos muertes violentas en la historia del Senado. Una fue la de Enzo Bordabehere (compañero de Lisandro de la Torre asesinado durante una sesión), la otra es la de Vischi”.
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