Lo sostuvo la Fiscalía en su alegato final, en el que pidió prisión perpetua para el portero. Su hipótesis es que la llevó hasta allí con algún engaño y que escondió su cuerpo durante 6 horas.
La mañana del 10 de junio de 2013 Angeles Rawson (16) fue atacada sexualmente por el portero Jorge Mangeri en el sótano del edificio de Ravignani 2360, donde ambos vivían. Ella volvía de una clase escolar de gimnasia, él estaba en la planta baja y logró llevarla al subsuelo con algún engaño: “Tengo las expensas, tengo correspondencia para tu madre o tengo uno de tus pines, que se te cayó del bolso”.
Así reconstruyó ayer el asesinato de la chica el fiscal Fernando Fiszer, durante su alegato final en el juicio contra el encargado, en un intento por dar respuesta a uno de los puntos más oscuros del caso: el lugar exacto donde la adolescente fue asesinada.
En el mismo alegato, Fiszer y su colega Sandro Abraldes solicitaron la pena de prisión perpetua para Mangeri por el delito de tentativa de abuso sexual seguido de muerte agravado por haber sido cometido en el marco de violencia de género. La calificación es similar a la que, hace una semana, solicitó el abogado querellante, Pablo Lanusse.
Como es de rigor, en el alegato los fiscales repasaron la prueba contra el acusado, analizaron las versiones contradictorias que dio para tratar de montar una coartada y hablaron de las lesiones que había en su cuerpo y en el de Angeles.
Escuchar una vez más cómo Angeles “ofreció una tenaz resistencia” a ser violada, cómo su atacante la golpeó y asfixió hasta matarla y cómo dejó seis horas su cuerpo tendido boca arriba hasta que encontró la manera de tirarlo a la basura, fue demasiado para la familia de la víctima.
Jimena Aduriz, mamá de Angeles, se quebró de tal manera que sus sollozos hicieron que el fiscal Fiszer interrumpiera unos segundos su relato. La mujer, vestida como siempre de negro, decidió entonces salir de la sala para recomponerse.
Franklin Rawson, padre de la adolescente, se quedó en la sala. Lo mismo hizo Jerónimo Villafañe, medio hermano de Angeles, hijo de un primer matrimonio de Jimena. A duras penas, el papá contuvo las lágrimas. Y en algunos tramos giró su cabeza para clavarle la mirada al inmutable Mangeri.
Sentado a pocos metros de los familiares, el portero estaba ayer más sombrío que de costumbre. Se pasó la mañana cabizbajo, tocándose la cara. Su oportunidad de defenderse llegará el miércoles de la semana que viene, fecha fijada para el alegato de su abogado, Adrián Tenca.
“En la planta baja no se escuchaba nada de lo que pasaba en el sótano”, sostuvo Fiszer y así explicó cómo nadie en el edificio de Palermo oyó los gritos de Angeles. La chica se resistió tanto al ataque que terminó con varias costillas fracturadas y el ADN de su agresor bajo las uñas, rastros que luego señalaron indubitablemente a Mangeri como el asesino.
De acuerdo a las pericias médicas, el cadáver de Angeles tenía rastros de haber estado tirado boca arriba durante 6 horas. Para los fiscales, ese es el tiempo que medió entre el crimen y el momento en el que el portero ideó la manera de deshacerse del cuerpo: lo ató y lo sacó con la basura. Por eso Angeles apareció “por casualidad” al día siguiente en el predio de la CEAMSE en José León Suárez.
De acuerdo al planteo fiscal, hay varios elementos que apuntan al sótano de Ravignani como la escena del crimen. Por un lado, ese escenario explicaría cómo Mangeri pudo sacar el cadáver con la basura sin llamar la atención. Por otro, Angeles tenía fracturas en la parte superior de su columna que –según el informe de la Junta Médica– se le produjeron al chocar con una superficie escalonada, compatible con las escaleras del sótano. Finalmente, cuando se hizo la inspección ocular allí, se determinó que el piso había sido baldeado.
“La invisibilidad de la tarea cotidiana” y la “confianza que generaba el imputado” fueron, según los fiscales, sus armas para tratar de salir impune. El 15 de julio, con el veredicto, se sabrá si lo logró.
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