Crecimiento y panza vacía

Crecimiento y panza vacía

Por: Nelson Castro. El crecimiento de Francos, la falta de gestión y de equipo de Pettovello y la gira de Milei marcan las contradicciones del gobierno nacional.

La eyección de Nicolás Posse de su poltrona al frente de la Jefatura de Gabinete fue una buena decisión de Javier Milei; el nombramiento en su reemplazo de Guillermo Francos, también. Le llevó seis meses al Presidente convencerse de los problemas que le generaba Posse, “el Mudo”, según el apodo con el que era conocido en los pasillos del poder. Nadie sabe bien qué vio Milei en quien fue su jefe durante el tiempo en que trabajaba en Aeropuertos Argentina 2000 para haberlo nombrado en un cargo de semejante relevancia. Desde el primer minuto hubo abundante evidencia de que el ahora despedido funcionario se encargaba de trabar las gestiones de los otros ministros. Uno de los que más las sufrieron –si no el que más– fue precisamente Francos, que vio cómo en más de una ocasión los acuerdos que tejía con la oposición eran borrados de un plumazo por “el Mudo”, sobre quien, además, se sumaron sospechas –que en algunos casos se transformaron en acusaciones– de ser el instigador de operaciones de inteligencia sobre otros miembros del gobierno libertario. Una de las consecuencias adversas más importantes de este embrollo con Posse fueron las dificultades que se multiplicaron en todo el tortuoso proceso del tratamiento del proyecto de ley Bases y Puntos de Partida para Libertada de los Argentinos, incluido el paquete fiscal.

Los primeros pasos de Francos han sido la contracara de todo eso. Por lo pronto, al nuevo jefe de Gabinete se le conoce la voz. Habla, explica y responde preguntas. No hay duda de que tiene otro aplomo, políticamente hablando. También ha quedado claro que tiene margen para actuar. “El Presidente no entiende de política”, fue una de las frases más significativas de Francos a lo largo de la semana que pasó. Habrá que ver si logra imprimirle al Gobierno el nivel de gestión que le ha faltado desde el comienzo del mandato.

La gestión. He aquí un tema sobre el que Milei debería reflexionar seriamente. Lo que ocurrió con la falta de gas en estas dos últimas semanas es una muestra clara de esa deficiencia y de sus consecuencias. La situación, que representó un incordio y un daño para muchas empresas y trabajadores que utilizan sus vehículos como medio de vida, pudo haber sido mucho peor. En efecto, la escasez de gas llegó a tal nivel que estuvo a punto de gatillar el cese automático del suministro, lo que hubiera dejado sin abastecimiento las viviendas en gran parte del país. Alguien se dio cuenta de esto a último momento y puso en marcha la maquinaria para que se hiciera efectivo el pago de la carga de gas proveniente de Brasil que estaba esperando en el buque anclado en el puerto.

El otro ejemplo elocuente es el escándalo de la falta de distribución de alimentos que dejó descolocada a la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello. Pettovello tiene dos problemas de base: el primero es la dimensión de su ministerio; el otro, la falta de equipos. La decisión de la ministra de echar y denunciar al secretario de Niñez, Adolescencia y Familia, Pablo De la Torre, está generando un terremoto político dentro del oficialismo con incriminaciones cruzadas. Pettovello acusa a De la Torre de irregularidades por contrataciones y desmanejo de la distribución de alimentos, mientras que, por su parte, desde el entorno del exsecretario señalan a la ministra diciendo que ella estaba al tanto de todo y que nada se hacía sin su conocimiento y consentimiento. Es humanamente imposible conocer los pormenores de cada rincón de la gestión en una estructura sobredimensionada.  

La falta de distribución de alimentos es –por sobre todas las cosas– la exhibición de una mayúscula insensibilidad. Debería haber una profunda autocrítica dentro del Gobierno por este hecho que, por otra parte, le ha venido como anillo al dedo a Juan Grabois que, en el medio de denuncias por hechos de corrupción en el manejo de la ayuda social que lo comprometen, demostró tener muy buena información acerca de la existencia de alimentos que no se repartían. El Gobierno termina pagando un costo social y otro político.

La gestión y la falta de muñeca política. En el Senado de la Nación, la oposición estuvo a punto de arrebatarle al Gobierno la posibilidad de alzarse con un dictamen para llevar la ley de Bases y el paquete fiscal al recinto. El hombre salvador volvió a ser Guillermo Francos. No es casualidad. Pero el precio que tuvo que pagar el oficialismo fue altísimo. Entre otras cosas prometer que los cambios en el proyecto de ley votados por la Cámara alta no podrían ser modificados por Diputados, aunque tengan los votos para hacerlo. Al presidente Milei le importa poco avanzar a los tumbos mientras la rueda libertaria siga girando. En lo personal sigue cosechando la admiración –tal vez la palabra adecuada sea curiosidad– de distintos empresarios y líderes mundiales. Más allá de la tapa en la revista Time, Javier Milei es el hombre de moda. El Presidente debería saber que semejante toque de popularidad no significa ni se traduce en un aval directo a su gestión política. De todas maneras, ante la lánguida –o mejor dicho– e inexistente agenda internacional del Alberto Fernández, la Argentina ha dado un salto de calidad. El primer mandatario tiene una visión de futuro anclada en la desregulación con base tecnológica. Es un apasionado de los avances que en otros tiempos tenían su base en Silicon Valley. Eso es música para los oídos de los hombres de negocios que buscan terreno fértil para ampliar sus inversiones y desarrollar nuevos proyectos. Nuevamente el abismo con la Argentina kirchnerista anclada en la memoria selectiva, el pasado proyectado hacia el presente y las alianzas con personajes jurásicos y polémicos como los Moyano, los otros gremialistas vetustos anclados en sus interminables mandatos y los barones del Conurbano, cuya única razón de ser es mantener un status quo a costa del sufrimiento de la gente, es enorme.

Milei necesita imperiosamente dar una señal clara de que está pensando en la gente para poder sostener todo lo antes mencionado. No se puede mantener la idea del crecimiento tan anhelado con la panza vacía. La baja de la inflación debe apuntalarse con la puesta en funcionamiento del resto de la economía. La gente necesita trabajar para poder seguir creyendo.

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