Este sábado, el festival arrancó variado: carnaval con Los Auténticos Decadentes, una exhaustiva revisión de Babasónicos y excelencia con Pez. Calamaro fue celebrado por una multitud.
Cerca de la medianoche, una multitud calculada por los organizadores en 30 mil personas esperaba satisfecha a Andrés Calamaro, el número central de la jornada de apertura del Cosquín Rock 2015 que comenzó casi sin demandar una puesta a punto. Tal cual, aun cuando faltaba el plato fuerte del programa, entre el público se percibían muecas de felicidad y expectativa por un futuro inmediato muy emocionante. Muecas que vencían a las del cansancio ocasionado por el viaje hasta Santa María de Punilla y el trajín en el inmenso predio montado en el aeródromo de esa localidad.
No era para menos, ya que hasta el momento en que se aprestaba a subir el solista que más hits acuñó en el rock argentino de los últimos 20 años (podríamos extender el plazo a 30, tranquilamente), la audiencia ya había tenido la oportunidad de empacharse con rock del bueno, que abundó como pocas veces en este encuentro canonizado por prensa, músicos y público como el ineludible, como la cita en la que hay que estar como sea. Ese razonamiento les cabe también a las marcas que se garantizaron los nombres de los escenarios.
Distintos
En la previa, los nombres propios del programan insuflaron una fe inquebrantable de que la jornada sería histórica. Y finalmente resultó así. Porque a la hora de la merienda, Pez reinstaló la idea de que se puede mantener una ética y una estética a contramano de la música que escuchan todos. La densidad de un tema como Todo lo que ya fue se oyó como un milagro en un espacio donde, a veces, todo termina pareciéndose demasiado. Esa ruptura de Pez, que muchos se atreven a llamar “setentista”, encontró eco en el espacio alternativo con los locales Smokesellers, Humo del Cairo y, por supuesto, Carca, hoy miembro de Babasónicos que aún mantiene su propio show. De hecho, su concierto sirvió de respaldo de una antología titulada Carca registrada.
Y ya que citamos a Babasónicos, viene bien apuntar que así como la apertura mimó a Calamaro, también lo hizo con la formación encabezada por el cantante Adrián Dárgelos.
Es que además de haber sido programados en horario central, los “Baba” tuvieron su cuota de pantalla en el ciclo de rockumentales con Jessico, una historia de rock en tiempos convulsos, una realización audiovisual que hace foco en su disco más glorioso, cuyo contexto de realización fue de pauperización sociopolítica. Por si hace falta recordarlo, Jessico se publicó en 2001.
Babas
A escena subieron cerca de las 23, luego de que las pantallas gigantes centellearan un “Babasónicos” con la tipografía usada en la tapa de Romantisísmico, su obra más reciente, que aportó al vivo temas como Uso, Risa, Tormento, Run Run y Los Burócratas del amor. Este último tema inundó el aire con ese hermoso verso que dice “Si el amor fuera una droga, no acabaría, alcanzaría para todos”.
Dárgelos se mostró más enfocado en la interpretación que en entretener a la multitud, y como toda banda que puede hacer gala tanto de tener un pasado osado y un presente que dialoga con él sin problemas, Babasónicos ofreció varios mash ups (o medleys, llámenlos como quieran) entre ellos, el desbocado Desfachatados(también de la década infame) con el todavía desconocido Paisano. También sonaron los imbatibles Yegua y La lanza, el tema que abrió el camino del recienteRomantisísmico.
Tremendo show de Babasónicos, que omitió el hitazo Los Calientes pese a que la noche húmeda y avalada por San Valentín daba para el “cómanse a besos esta noche”.
Fiesta eterna
Horas antes de la revisión de Dárgelos y compañía, se había desatado un carnaval con otra formación del rock vernáculo que tiene un tesoro de valor incalculable en materia de hits: Los Auténticos Decadentes. Los “Deca” ocuparon todo el ancho del enorme escenario principal y no le dieron respiro a la multitud con una batería de éxitos alguna vez considerados anarcotropicales que alternaron las voces de Cucho Parisi con la de Jorge Serrano y Diego Demarco.
Cómo me voy a olvidar, La guitarra, Vení Raquel, El murguero, Entrega el marrón, Besándote, La prima lejana y Corazón, entro otros tantos, generaron un clima de fiesta y fervor que apenas pudo apaciguar la hermosa balada Un osito de peluche de Taiwán, cuya interpretación se cargó Serrano, uno de los máximos creadores de música ligera del país. Al igual que con Babasónicos, funcionó la coexistencia de los citados grandes éxitos con los estrenos a escala multitudinaria deY la banda sigue y Enciendan los parlantes. Tras Los Auténticos Decadentes ya se podía decir con tranquilidad “apretá el pomo”.
Hasta entonces, la gigantesca kermese que es Cosquín Rock había mostrado un hormigueo humano interesado en absorber la mayor cantidad de números artísticos posibles entre los humorísticos-literarios (Hernán Casciari) y las ya tradicionales funciones de Fuerza Bruta (el grupo de teatro de shock propone cuatro por cada día). En lo estrictamente musical, hubo un temático reggae que destacó los regresos de Lumumba y Los Pericos y, además de lo narrado, dejó margen en el principal para que los ascendentes La Beriso tocaran nueva temas y para que los rabiosos El Perrodiablo insuman media hora para demostrar por qué los señalan como “la gran nueva cosa”.
El rock nervioso y de telecaster como fuente tuvo en el madrileño Leiva y en los platenses Guasones más que dignos representantes.
"Muy buenas noches a todos en Cosquín", soltó Andrés Calamaro al cuarto tema de su show, por lejos uno de los más esperados de la jornada (si no de todo el festival). El arranque de un show que no pudo seguirse en vivo en virtud de una exigencia del artista (solamente autorizó a que se emitiera el tercero, el cuarto y el quinto tema del set) fue con El Salmón, Alta Suciedad y Cuando no estás, para rescatar del arcón A los ojos, de Los Rodríguez, y seguir luego con Rehenes de Bohemio. En total, lo que tenía pensado tocar Calamaro eran unas 25 canciones, que extenderían hasta bien entrada la madrugada la noche en el Aeródromo.
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