Los desencuentros entre Alberto Fernández y La Cámpora ante el inminente acuerdo con el Fondo. El silencio de Cristina Kirchner y la interna diplomática por el ataque ruso.
En la Mesa de Entradas del Congreso está todo preparado para que ingrese el proyecto de Entendimiento con el FMI. Sergio Massa se encargó de habilitarla para los feriados de carnaval. El “acuerdo es inminente”, “los votos están” y “será aprobado”, aseguran en Casa Rosada. El presidente de la Cámara de Diputados y el jefe de la bancada oficialista, Germán Martínez, encaran hace semanas intensas negociaciones con dos objetivos: recolectar la mayor cantidad de voluntades posibles para sancionarlo e impedir una escalada en la tensión latente del Frente de Todos. Saben que el debate en el recinto puede marcar un antes y un después en la convivencia de la coalición. La relación entre Alberto Fernández y La Cámpora parece atravesar su etapa más fría y esta semana sumó nuevos desencuentros. Los subsidios energéticos son el punto de conflicto que demora el cierre con el organismo internacional y también una de las principales discusiones internas. Para colmo, en el tramo final de la negociación, Rusia invadió Ucrania y se abrieron incógnitas sobre las proyecciones macroeconómicas –en particular el costo de la energía– y discusiones sobre cómo posicionarse ante la Casa Blanca. En el Gobierno descartan que el conflicto bélico tenga algún tipo de incidencia en el Memorándum y explican que el país adoptó su postura histórica: repudiar la solución bélica de las controversias y defender el principio de integridad territorial. "En este aspecto, no hay disidencias", aseguran en el entorno de Cristina Kirchner, aunque esperan que haya un planteo firme sobre la responsabilidad de Estados Unidos y la OTAN en el conflicto. La interna diplomática también está abierta.
Todos para uno
“Estoy muy feliz de estar acá, pero me va a hacer más feliz que estemos todos unidos, cuando no falte ninguno”, fue la frase que lanzó Fernández esta semana y pasó casi inadvertida. La pronunció el miércoles en La Plata, durante un acto en el que le brindó su bendición a la Juventud Universitaria Peronista. La “ausencia” a la que hizo referencia apuntó a La Cámpora –que no forma parte de la agrupación– y anticipó las indirectas que volarán los próximos días en medio del debate por la refinanciación de la deuda. Minutos antes, el Presidente había analizado con Axel Kicillof el acuerdo con el organismo. Tras el encuentro fugaz en la gobernación, el exministro de Economía se trasladó al Senado para extender el análisis a la vicepresidenta. Les preocupa la “letra chica”, pero también la velocidad del ajuste fiscal, las tasas de interés positivas y el impacto que pueda tener en el bolsillo la eliminación de los subsidios en las tarifas. “Un acuerdo que frene la recuperación económica y salarial sería ir a competir en 2023 con dos jugadores menos”, resumen en el kirchnerismo.
Mientras tanto, ese mismo día en la sede porteña del Partido Justicialista, el Jefe de Gabinete, Juan Manzur, los ministros Juan Zabaleta, Gabriel Katopodis, Jorge Ferraresi y el canciller Santiago Cafiero, coordinaron junto a la CGT y organizaciones sociales una movilización para respaldar al Presidente en la apertura de las sesiones ordinarias. Entre el nutrido grupo de asistentes se hizo notar una ausencia, la de “Wado” de Pedro. Ni el ministro del Interior ni ningún referente de La Cámpora fue al mitin. En principio, la agrupación no dio señales de que vaya a movilizarse el 1 de marzo al Congreso.
El faltazo de “Wado” tuvo una explicación concreta, estaba en Chubut junto a Máximo Kirchner. El presidente del PJ bonaerense reapareció en público en una actividad en Comodoro Rivadavia. No lo hacía desde su renuncia a la jefatura de la bancada oficialista. Compartió escenario, risas y confidencias con Sergio Massa. “Esa foto la buscó Máximo, no Sergio. Viajó 1700 kilómetros para sacarse una foto con él”, enunciaron con vehemencia en el albertismo, para explicar que el traslado de Kirchner tuvo como objetivo demostrar que su distanciamiento es solo con el Presidente. Lo más probable, indican, es que se abstenga de votar el acuerdo con el FMI. A favor del líder de La Cámpora, le reconocen que no está poniendo palos en la rueda a la negociación interna ni convocando al resto de los legisladores a no votar a favor. “Necesitamos que la ley salga con el mayor volumen posible. Si se termina aprobando con mayoría de votos opositores, el Gobierno va a quedar en una situación de mucha debilidad”, asume uno de los legisladores con mayor peso del Parlamento.
La filtración del borrador del acuerdo anticipó el debate interno y sumó tensión. Para el albertismo, fue una maniobra del kirchnerismo para marcarle la cancha al Gobierno antes de que termine de cerrarlo. Para el cristinismo, lo filtró la Casa Rosada con el objetivo de mostrar que en la recta final Guzmán logró ganarle al organismo algunas pulseadas. Un aspecto importante del optimismo albertista radica en el ritmo de crecimiento de la economía en este 2022. Según el borrador, el alza rondaría entre el 3,5 y 4,2 por ciento del PBI. En el ministerio de Economía confían en que el crecimiento será mayor, entre 6 y 7 puntos. De ahí que estimen una mayor recaudación y un menor recorte de subsidios. Un detalle no menor, los cálculos no previeron la invasión rusa a Ucrania y el impacto económico del conflicto, como el aumento del precio de la energía y los granos.
Interna diplomática
La guerra en Europa del Este dejó en evidencia las diferentes miradas geopolíticas que conviven en el Frente de Todos. Si bien existe uniformidad en mantener la histórica postura del país vinculada a la solución pacífica de las controversias y respetar la integridad territorial –principios fundamentales del reclamo argentino por la soberanía de las Islas Malvinas–, también hay posiciones contrapuestas sobre cómo pararse frente a las responsabilidades que tienen Estados Unidos y la OTAN en el conflicto. Existe un ala alineada a la posición norteamericana: el embajador Jorge Arguello; el secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia, Gustavo Béliz; y Massa. Y otra que, a pesar de su condena al uso de la fuerza, tiene mayor sintonía con el Kremlin o, por lo menos, divergencias con la hegemonía estadounidense: el vicecanciller y exembajador argentino en Moscú durante la presidencia de CFK, Pablo Tettamanti; y el actual embajador, Eduardo "Chango" Zuaín.
Un punto nodal de la discusión se centra en la ausencia de cuestionamiento a las potencias occidentales por la presión que ejercieron sobre Rusia cercándolo. “Tiene que quedar claro que las potencias no pueden tirarle de los bigotes al tigre todo el tiempo sin esperar una reacción. Rusia no iba a aceptar armas y tropas de la OTAN en Ucrania. Ellos sabían que eso terminaba en una guerra”, explica un avezado funcionario del gobierno.
Cafiero, en tanto, mantuvo intensas charlas con ambos sectores y junto al Presidente fueron definiendo la posición argentina a medida que el conflicto escalaba. A priori, el comunicado del jueves pasado “rechazó el uso de la fuerza armada" y llamó a Rusia a “cesar las acciones militares”, pero evitó incorporar la palabra “invasión”. Tampoco acompañó la resolución que emitió la Organización de los Estados Americanos (OEA). Mañana el canciller tendrá un rol protagónico en la reunión del Consejo de DDHH de Naciones Unidas (ONU) que Argentina preside. Su palabra marcará el rumbo de la discusión interna.
La vicepresidenta, por su parte, aún no se manifestó públicamente. En su entorno sostienen que su postura es coherente con lo que realizó en 2014. En aquel entonces rechazó el anexo de Crimea a Rusia pero, al mismo tiempo, denunció la “doble vara” de Estados Unidos y el Reino Unido por haber rechazado el referéndumen en Crimea --favorable a la adhesión-- y validado la consulta en Malvinas. Al día siguiente de aquella declaración, Putin levantó el teléfono y llamó a CFK para agradecerle por haber desnudado “el doble estándar de Occidente”.
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