Después de haber recorrido diversas zonas de la geografía marplatense, el ocio nocturno comenzó a instalarse frente al mar. Bares, discotecas y restaurantes ofrecen un mejor aprovechamiento del paisaje natural en la Capital Nacional del Turismo.
Con los años, el polo nocturno se fue mudando por distintas zonas geográficas hasta que, hace poco tiempo, recaló en la costa. Así, mirando al mar, tanto en Playa Grande como en Varese, se instalaron bares y discotecas que congregan a los jóvenes (y no tanto) que buscan diversión a la luz de la luna y las estrellas. El cambio se debió, en parte, a un mejor aprovechamiento del paisaje natural como respuesta a una demanda del público, tanto local como turista. También a darle forma a la idea de Mar del Plata como receptora de turismo durante todo el año.
Aunque en el inicio de la historia ciudadana la costa estuvo dominada por los fastuosos hoteles, sede de las fiestas de la sociedad de antaño, con los años y distintas políticas sociales la diversión también se fue democratizando. Así, el área de esparcimiento se fue adentrando en el continente y, como la ciudad toda, se le fue dando la espalda al mar.
De todas formas, la noche marplatense alimentaba y aumentaba su fama, desde que los boliches ubicados a la vera de Constitución le dieron el nombre de "Avenida del Ruido" hasta los bares que dieron vida a la denominada "Recoleta Marplatense" en la calle Alem y sus inmediaciones.
Durante los `60 y `70, los boliches de Constitución convocaban multitudes y muchos se constituyeron en escenarios de performances artísticas, algunas de las cuales quedaron en la memoria colectiva y en las historietas de Isidoro Cañones, relatando sus aventuras después de haber pasado por la "Casa de Piedra".
Hasta el amanecer
Hacia finales de los `80, la calle Alem comenzó a mutar de barrio residencial a sede de restaurantes, bares, y pubs, convirtiéndose en eje de la movida nocturna, con satélites materializados en algunas discotecas que también miraban hacia el mar como la ya mítica María López, Latex o Puig Major, en los Acantilados.
Paralelamente a ese crecimiento de bares, Constitución revivía de la mano de la transformación de Sobremonte en un complejo, más las habilitaciones de otras discos como Chocolate, Go! y más tarde Gap.
Con el nuevo siglo, llegó otra mudanza del polo de nocturnidad, con la explosión de los bares sobre la calle Alem, con Mr. Jones como punta de lanza a comienzos de 2000. Durante más de una década, Playa Grande fue la sede del ocio nocturno hasta que los desmanes, la falta de control, y las clausuras municipales desactivaron el polo de entretenimiento.
Así las cosas, con los visitantes nocturnos, la cantidad de bares instalados fue creciendo y el llamado "baile espontáneo" -que se improvisaba después de determinada hora al correr las mesas y las sillas- provocó la irritabilidad de los vecinos que perdieron capacidad de descanso, debido -según ellos- a los altos decibeles de la música que provenía de los locales.
A eso se sumaban la falta de control hacia los jóvenes que, una vez que abandonaban los bares, deambulaban por las calles alguna vez tranquilas de Playa Grande provocando desmanes. Los bares se multiplicaban, al igual que las denuncias de los vecinos.
A su vez, en un intento por ordenar la situación, tanto desde el gobierno provincial como el municipal crearon leyes como la restricción horaria para limitar tanto la entrada a los bares como el cierre de los mismos. Pero ese ordenamiento que contentó a los vecinos, generó la queja de los más jovenes.
La densidad de locales de esparcimiento nocturno estableció como programa ir "de bar de bar" y, en una noche, se podían visitar varios sin repetir locación.
Pero esa postal pasó al olvido: hoy quedan los pioneros Mr. Jones y Barnon -sobre Alem- y la Princesa y Samsara Alem Bar, sobre Bernardo de Irigoyen. Los vecinos respiran y agradecen.
Vista al mar
Entre la sobrepoblación de locales y las quejas tanto de los vecinos como de los jóvenes clientes, que veían limitada su posibilidad de diversión, los empresarios del sector comenzaron a oler que la situación no daba para mucho más. Había que buscar un nuevo horizonte.
En la segunda mitad de la década pasada, los gobiernos provincial y municipal anunciaron el traslado del polo nocturno a la escollera Norte, la cual sería renovada y puesta en valor enfocando al negocio de la llegada de cruceros. Las obras se realizaron, pero ni los cruceros llegaron ni los bares se mudaron, hasta ahora.
Pero algunos ojos avizores detectaron otros lugares con potencial. Y muchos hombres del sector comenzaron a cuestionar por qué no se aprovechaba el bello paisaje con que la naturaleza había bendecido a Mar del Plata.
Es que, si todas las ciudades turísticas importantes del mundo cuentan con sus polos de nocturnidad, las erigidas junto al mar elegían precisamente esa locación para instalarse. ¿Qué pasaba en la ciudad que se le daba la espalda al mar?
Si bien, históricamente, en la ciudad se realizan fiestas en la playa propiamente durante el verano -comenzaron a finales de los `80 en el Solar del Bosque y en La Caseta-, se empezó a trabajar sobre la idea de que los bares y boliches debían funcionar todo el año y para ello era necesario ofrecer infraestructura para la comodidad de sus clientes.
Manos a la obra
En ese sentido, los pioneros en Playa Grande fueron los propietarios de Samsara, que aún manteniendo el bar ubicado en la calle Bernardo de Irigoyen, en diciembre de 2010 abrieron Samsara Beach en La Normandina.
"Detectamos la necesidad de un público, tanto turista como marplatense, y empezamos a buscar un lugar con las características que necesitábamos. Encontramos este espacio, al que tuvimos que poner en valor con una importante inversión", explicó a LA CAPITAL uno de los propietarios, Esteban Giorgi.
El multiespacio ofrece restaurante, bar y disco de acuerdo al horario de visita. La noche puede empezar con una comida seleccionada de una nutrida carta, para degustar un trago y más tarde entregarse al "dancing", todo en el mismo espacio y con el mar como telón de fondo.
La mudanza a Playa Grande se dio como consecuencia de "un crecimiento natural", dijo Giorgi y consideró que uno de los motivos de la instalación en ese lugar se debió a "la postal impagable que se tiene, ya que es una ubicación ideal".
A ese proceso de renovación global de Playa Grande, en el marco de la puesta en valor y construcción de los balnearios, se sumará en breve el boliche "Stadium", mientras que días atrás inauguró "Biología Club".
Este multiespacio, poseedor de una pista de skate cubierta, combina el "surf, con el skate y la buena gastronomía a pocos metros del mar", describió uno de los encargados, Matías Orquin.
Sin contraindicaciones
Bajo el concepto de corporizar "una nueva política que tiene que ver con mirarle la cara al mar, trasladamos el esparcimiento hasta acá", señaló uno de los productores artísticos de Crobar, Giorgio Marchesini.
También en La Normandina, los socios del lugar tuvieron en cuenta la necesidad de "aprovechar el recurso, siendo el mar tan motivador para el turista como para el marplatense, al poder divertirse en un paisaje totalmente distinto a lo que están acostumbrados".
Aunque el proyecto municipal-provincial de trasladar los bares de Alem a la Escollera Norte sigue vigente -no caducó al menos oficialmente- la mudanza se fue dando naturalmente.
En el extremo sur de Varese, funciona un multiespacio con diferentes posibilidades de ocio que contempla desde galería de arte (Del Mar Art Gallery) hasta boliche los fines de semana.
En el primer y segundo nivel, funciona el restaurante y bar que los sábados ofrece un menú que contempla la estadía en la disco. "Está muy bueno que podamos aprovechar los kilómetros de costa que tiene Mar del Plata, por eso esta movida a la costa, dónde no molestamos a nadie. Es otra vista, una cuestión de geografía y paisaje", sintetizó Tomás Moriatti, de Open Bay.
Lejos de las denuncias de los vecinos por ruidos molestos,
o los desmanes en la vía pública, el flamante polo nocturno se prepara para vivir una nueva temporada. Es que, como en otras ciudades turistas como Buzios, Ibiza o la vecina Villa Gesell, en Mar del Plata se puede observar el fenómeno del corrimiento de la movida nocturna junto al mar. Quizás sea el punta pie inicial de una nueva geografía de la diversión, sin contraindicaciones.
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