Porteña de ley. Va a cumplir 47 años. Es la número 2 de Salud. Pero es sobre todo la mujer que lidera la lucha contra el coronavirus en la Argentina. Estudió en el Cangallo Schule y es una viajera empedernida. Fue la responsable del armado del equipo de infectólogos que asesora al Presidente.
La anécdota es más o menos así y la cuenta una amiga que la conoce desde el jardín: “A los que no adhieren a las vacunas hay que escucharlos y entender sus puntos de vista. Y darles argumentos para que revisen su posición: hay que convencerlos”. La anécdota sigue en algún lugar de Traslasierra, provincia de Córdoba. Están los antivacunas y está la autora de esas palabras, Carla Vizzotti, médica infectóloga, con todo el destino en construcción.
La letra chica de lo que sucede en ese encuentro de opuestos sólo la conoce ella. Pero su amiga agrega que ese hábito de “ir con la mochila” a evangelizar y explicar la bondades de un mundo con vacunas (lo contrario al de ahora) era frecuente en la mujer que hoy encabeza el frente sanitario de lucha contra el coronavirus en la Argentina. “Carla se mandaba sola -recuerda y se pone a llorar-... no es que se quedaba en la teoría. Se iba a ver a los hippies, o a los menonitas o a los mapuches”.
Carla Vizzotti.Un retrato íntimo de la mujer que lidera la lucha contra el coronavirus en la Argentina.
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Pero ahora no hay montañas ni serranías ni polvo, sino la pandemia. Ya pasaron más de dos meses de cuarentena en la Argentina y Vizzotti, a punto de cumplir 47 años, es una cara conocida. Hay una costumbre de verla, por youtube y por TV, cada mañana, sentada en una mesa ascética, en su carácter de Secretaria de Acceso a la Salud Pública, que en el llano significa viceministra. Vizzotti, entonces, da el reporte epidemiológico y la mayoría de las veces ofrece noticias negativas. Pero lo hace con un aplomo que le imprime al mensaje, por más pesimista que sea, el carácter de algo que puede ser asumido.
Carla Vizzotti. La foto es de diciembre de 2019, el día de su asunción como Secretaría de Acceso a la Salud. En el centro, Ginés González García.
Con ese mismo tono conmovió a Alberto Fernández en los días previos al decreto de aislamiento obligatorio. En una reunión de gabinete ampliado, el ministro de Salud, Ginés González García, hacía silencio, seguro de su número 2. Vizzotti hablaba y la audiencia tomaba nota. La consideración hacia ella crecía. Le encomendaron la tarea de armar el Comité de Expertos que asesora al Gobierno. Ninguno de ellos dudó cuando recibió su llamado: en líneas generales todos, desde Pedro Cahn hasta Eduardo López o Ángela Gentile, creen que Vizzotti es la profesional mejor preparada del país para liderar la faena.
Carla Vizzotti, junto a Alejandro Costa y el doctor Jorge Tartaglione, en el reporte matutino del jueves 30 de abril.
Vizzotti está latente. Siempre. Si el Whatsapp del Comité de Expertos se activa ella lo sigue expectante y aparece de inmediato cuando le corresponde responder. “Está atenta, sigue los mensajes y los lee, a pesar de tener mil requerimientos las 24 horas”, aporta uno de los sanitaristas. Pero detrás hay muchos más.
El álbum de la vida
Hay, sobre todo, una mujer con sueños y deseos. Hay una foto en Bangkok. El pelo trenzado. Otra foto en Nueva York y otra en Cuzco, un perfil decidido de quien ama viajar. Un vaso de cerveza en un concierto de U2 con un amigo llamado Gabriel Sued y el tiempo que transcurre. Más amigos que suceden, foto tras foto; las Malvinas desde una captura satelital, el #NiUnaMenos, Néstor Kirchner y posteos con preguntas: ¿Qué es el éxito? Estas respuestas: reír mucho, ganarse el respeto de personas inteligentes y el cariño de los niños. Dejar el mundo un poco mejor, ya sea mediante un niño sano, un trozo de jardín o el rescate de un grupo social. Saber que al menos una vida respiró mejor por haber vivido tú.
Carla Vizzotti junto a su mamá, Silvia Vizzotti.
Hay además documentos y proclamas sobre la importancia de la vacunación. Y un “un almuerzo con mamá”, un mediodía, dos copas de vino y otra declaración que es puro sentimiento: “Lindo tenerte”.
Facebook narra el viaje de una porteña del corazón de asfalto de la Ciudad -nació y se crió en Once- hasta la función pública, sin escalas en la maternidad. Son publicaciones que se detienen el día del regreso del peronismo al poder. 2019: otra Argentina, otro mundo. Por entonces, la cartera de Salud debía recuperar el rango perdido de Ministerio. La batalla por el aborto legal y gratuito se consolidaba como el objetivo del 2020. Lo primero pasó, lo segundo quedó relegado por el coronavirus.
Carla Vizzotti, junto a su colega, el infectólogo Gabriel Sued, en un concierto de U2.
No hay, en todo ese álbum, ninguna sombra que avanza desde el Lejano Oriente. Pero sí mucho tiempo dedicado a la capacitación, evidenciado en imágenes de más viajes y congresos. No hay pandemia declarada. Ni conferencias matutinas. Ni una rueda que gira y gira. Ni periodistas. Ni ministros que quieren saber. El Facebook de la funcionaria cuenta la medianera de la vida de una persona como tantas: el intersticio entre una infancia feliz y un presente de trayectoria consumada y desafíos urgentes.
Los años de Cangallo Schule
Carla nació el 1° de junio de 1971. Es hija de Carlos Vizzotti, médico, gastroenterólogo, y de Silvia Vizzotti, ama de casa. Madre con vocación de convertir en un refugio el departamento familiar de Perón y Uriburu. Tiene un hermano, Pablo, 44 años, padre de 3 hijos: la debilidad de Vizzotti son sus sobrinos.
Porteña total, porteña de ley, argentina hasta la médula. Le caben todas. "Yo recuerdo que ella se presentaba así: Carla Vizzotti, doble z, doble t. Era muy querida, muy popular, el día de su cumpleaños el teléfono no paraba de sonar", dice Andrea Ambrosio, bióloga molecular, radicada en los Estados Unidos. Es su amiga de siempre. Se conocieron una al lado de la otra. Escolta y abanderada. Preescolar de la Cangallo Schule. Siguieron juntas primaria y secundaria. No se llevaban materias jamás. Eran esas compañeras que ayudan, por lo bajo, a zafar del cero a los que no estudiaron.
La universidad las llevó por caminos diferentes. “Primer año de medicina no la vi. La vocación que ella tenía era impresionante: hacia ayudantías, se anotaba en todo. Ella quería ser epidemióloga”, dice Andrea. Aclara que no había un interés de Vizzotti por la política -no es técnicamente una militante- pero sí por la salud pública. “La idea de equidad, de que la salud llegue a todos está arraigada en Carla”, dice su amiga. Se le pide algún rasgo de su personalidad negativo. ”No, en todo caso, es frontal: cero careta. Su empatía es genuina. Pero también si está enojada, se lo nota. Y otra cosa: tiene un optimismo que no es boludo, ve la salida, ve el vaso medio lleno”. Más datos de perfil: hincha de River Plate, medio fanática. Sentido del humor. Gran contadora de anécdotas.
Vizzotti hizo medicina en la USAL. Rápido la residencia. Y de inmediato la especialización: se convirtió en infectóloga. Es entonces cuando la vida se puso vertiginosa.
Tiempo de vacunas
Mediados o fines de los '90 en la ciudad de la furia. Vizzotti trabaja en la guardia de los viernes por la noche en el Hospital Fernández, un desfiladero de cuadros diversos, postales de una marginalidad que crece y también del desenfreno porteño en tiempos dorados de drogas y rock. Luego pasará a ser jefa de residentes en el sanatorio Mitre. Y finalmente recala en Stamboulian. Durante sus años de trabajo en el Instituto, terminó de comprender que lo que le interesaba era la salud pública. En paralelo, viajó por todo el mundo, interesada por conocer más sobre enfermedades y condiciones de vida de la gente. Tailandia, China, La India.
Carla Vizzotti, con alma de viajera, en Egipto.
Gustavo Lopardo, ex presidente de la Sociedad Argentina de Infectología y miembro del Comité de Expertos que asesora al Gobierno, conoció a Vizzotti en la Fundación del Centro de Estudios Infectológicos (FUNCEI). Fue su profesor de residencia. Es su amigo. Carla tenía 34 años cuando lo llamó para verlo. Año 2007. Se juntaron en un Café Martínez de la calle French. Necesitaba su consejo. Le habían ofrecido asumir en la DINACEI, la Dirección Nacional de Control de Enfermedades inmunoprevenibles, organismo responsable del Plan de Vacunación Nacional. “Me acuerdo que mi respuesta fue: ¿Dónde está el problema, Carla? Ella estaba lista para eso. No era un médica de dar recetas. Era lo que tenía que pasar, era lo lógico”.
El gran logro de Vizzotti en la función pública fue el de elevar la jerarquía del Plan Nacional de Vacunas. Es el antecedente de la Ley Nacional de Vacunas sancionada en 2018. “Carla transformó desde 2007 hasta 2016 la vacunación en la Argentina. Hizo que tuviéramos el calendario de vacunación más completo de Latinoamérica. Las vacunas durante su gestión pasaron de ser algo de niños a ser algo para todas las edades. La ley de vacunación vino después y ella actuó activamente en ese texto”.
Hay un vacío de cuatro años en la función pública. En diciembre de 2016, Vizzotti, que estaba a cargo de la Dirección Nacional de Control de Enfermedades Inmunoprevenibles, fue apartada de su función por el entonces ministro de salud de Mauricio Macri, Jorge Lemus . Fue luego de que su área fuera convertida en una coordinación.
"Fui una funcionaria técnica. Jamás tuve una bajada de línea de ninguno de los cinco ministros con los que trabajé", dijo en una entrevista con Página 12 cuando fue desvinculada de su cargo y aseguró que fue despedida de la gestión de Macri "por motivos políticos, porque surgieron fuertes diferencias de criterios".
Durante esos años siguió con su trabajo como experta en Sistemas de Salud y Seguridad Social. Fundó la Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología (SAVE) y trabajó en la Fundación Huésped. Hasta que el tablero político cambió y fue llamada para regresar al Estado. Hay una foto en su Facebook en la que celebra la alegría de Ginés G. García el día de la asunción. "Espero estar a la altura", plantea el texto escrito por Vizzotti.
Después llegarán el verano y el coronavirus. El desastre. La emergencia. Las decisiones y consejos de Vizzotti, que ahora impactan fuerte sobre la población. Su rol como mujer que conduce la crisis, aún con críticas, por ejemplo, por la cuarentena prolongada. Y aquella reunión en la que Cecilia Todesca, Vilma Ibarra, Santiago Cafiero y el mismo Alberto Fernández tomaban nota y la escuchaban en silencio. Entendieron todo. Los tenía cautivados y atentos. Tan atentos como a los hippies de Traslasierra
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