Lejos de la confrontación de otros años entre Córdoba y la Casa Rosada, el gobernador evalúa jugar con el Frente de Todos en las elecciones legislativas de este año; su relación con Larreta.
Para el Gobierno nacional, Juan Schiaretti es la figurita difícil. En esta etapa del kirchnerismo con Alberto Fernández como presidente no hay un enfrentamiento como en anteriores oportunidades. La convivencia institucional es respetuosa y el diálogo se canaliza a través del ministro Eduardo "Wado" de Pedro. El gobernador cordobés Schiaretti cambió la idea del "cordobesismo" que fundó José Manuel de la Sota y se recuesta en el peronismo "republicano". Qué hará Schiaretti en las legislativas de este año es, todavía, una incógnita. Hay analistas que anuncian una alianza con el Frente de Todos, pero desde su círculo chico no se animan a dar nada por cerrado. Él también juega al misterio.
Hijo de un ferroviario peronista que fue a la cárcel en la revolución Libertadora, Schiaretti siempre se jacta de sus orígenes en barrio Talleres. Estudió en el Liceo Militar -donde fue compañero del actual obispo de Córdoba, Carlos Ñáñez- y egresó con medalla de oro. En la Universidad Nacional de Córdoba se recibió de contador público a los 21 años; este año cumplirá 72. Esa formación, según dicen sus funcionarios, domina todas sus gestiones. Es un "técnico", señalan sin prejuicio. Al contrario, buscan elogiarlo como capacitado para manejar crisis. Tiene arranques de impaciencia, es difícil que cambie de opinión y acepte sugerencias.
Entre empresas de primera línea circula un memo elaborado por un consultor económico también reconocido que enfatiza que Schiatetti siempre cuidó el acceso al crédito público y eso le permitió invertir en obra pública unos US$5800 millones en los últimos cinco años. Hace unas semanas mejoró la propuesta a bonistas y evitó el default, aun con críticas desde Economía de la Nación.
En sus anteriores gestiones (2007 a 2011 y de 2015 a 2019) daba entrevista y atendía a la prensa. Antes de terminar la segunda gestión, cambió profundamente. Se comunica solo por las redes sociales y, en circunstancias puntuales, hace alguna declaración de pasillo. No participó de los debates electorales.
Roberto Spocetti, un asesor ahora todoterreno, es el sindicado como el responsable de ese viraje. Hombre que nació a la vida pública con el intendente cordobés Rubén Martín, es de los dos que pueden entrar al despacho del Gobernador sin cita previa. El otro es su ministro y amigo de siempre, Ricardo Sosa. También se cuenta su esposa y diputada nacional, Alejandra Vigo.
Spocetti cultiva un perfil bajo como casi todos los asesores que tienen una alta influencia en las figuras públicas. Schiaretti lo escucha más allá de los temas estrictamente de comunicación. La lógica que prima en la Casa de Gobierno es "si nos va bien así, para qué cambiar". En ese modelo, el Twitter y algunos videos son las vías de comunicación.
Tres meses le llevó pronunciarse por un crimen de la policía cordobesa. Asesinaron al adolescente Blas Correas y el hecho conmovió al país. Tampoco en su gabinete son abiertos a las charlas informales. Están encolumnados en el silencio.
Schiaretti no apoyó a Fernández en su candidatura -lo que le valió la crítica de algunos de sus pares y del senador nacional Carlos Caserio, que se sumó al Frente de Todos- pero en lo que va de su gestión sus cuatro diputados apoyaron proyectos claves como la reforma de la movilidad jubilatoria, la quita de fondos a la Ciudad de Buenos Aires (aunque no firmó la solicitada a favor con sus pares peronistas), la ley de Emergencia (rechazaron el punto de la suba de retenciones) e impuesto a las grandes fortunas.
Cuando el Presidente impulsó la estatización de Vicentin, sus legisladores se opusieron sin aclarar si darían o no quórum en caso de que llegara al recinto la iniciativa. Si no hay consenso, votarían en contra la designación del Procurador y la reforma judicial.
La situación económica-financiera condiciona a la provincia. Aunque una incorporación directa al oficialismo nacional podría oxigenar los números de Córdoba, el costo político sería importante. El peronismo "republicano" está a punto de cumplir 25 años en el poder y buena parte de su base electoral es profundamente antikirchnerista. Diferenciarse de los K amplió su capacidad de reunir votos; en la gestión de Mauricio Macri quedó claro que comparte un sector del electorado con Juntos por el Cambio.
Diabético, hipertenso y con stents por problemas cardíacos, durante la pandemia se cuidó en extremo y se aplicó la Sputnik V hace pocos días por consejo del comité científicoprovincial. Ensalada de tomate, carne y agua con gas es su menú básico. En las campañas electorales le cuesta rechazar las invitaciones de salame de la colonia, quesos o empanadas pero termina haciéndolo por la dieta que debe seguir.
Fanático del fútbol, es hincha de Racing de Córdoba -lo menciona como "su" Racing- a nivel nacional, tira para River Plate. Los deportes no son su fuerte, pero hace cinta por recomendación médica.
Su primera esposa -falleció hace poco tiempo- era una compañera de militancia, tiene dos hijos y cuatro nietos. De joven militó en el peronismo de izquierda; era dirigente universitario en el Cordobazo y estuvo en Ezeiza el día de la masacre. En el '75 se mudó a Neuquén amenazado por la Triple A y terminó, después del golpe, exilado en Brasil, a donde ingresó a la Fiat. Trabajó en Astori y desde aquellos años fue generando lazos con los empresarios.
Cuando habla de la dictadura siempre le agrega el calificativo "genocida". Escuchó, al lado de las Abuelas de Córdoba, las condenas por la megacausa de La Perla, el centro de detención ilegal más importante de Córdoba. Fue secretario de Industria con Domingo Cavallo e interventor durante el menemismo de Santiago del Estero.
Con De la Sota lograron una convivencia atípica para el peronismo; al "Gallego" le quedó la proyección nacional y al "Gringo", Córdoba. Así se repartieron el poder. La muerte en un accidente de su amigo, lo empujó a ganar perfil nacional.
Desde fines del 2018 fue parte de Alternativa Federal con Juan Urtubey, Roberto Lavagna, Miguel Angel Pichetto y Sergio Massa (de quien siempre tuvo alguna desconfianza de que desertara). El espacio no prosperó y, aunque era un referente, siempre se encargó de subrayar que lo habían elegido para gobernar Córdoba y no pensaba "en otra cosa".
En las últimas semanas desde el espacio de Horacio Rodríguez Larreta comenzaron a sondearlo para un acercamiento. En Córdoba ya no puede ser reelecto -está buscando a un sucesor y hay varios anotados, aunque ninguno con un perfil fuerte- y eso dinamiza a quienes lo quieren operando a nivel nacional. Por ahora elige el silencio. Es muy temprano y prefiere no dar pasos en falso con el electorado cordobés.
Por: Gabriela Origlia
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