Los discursos altisonantes que marcan un futuro promisorio para la Terminal no alcanzan para maquillar otro papelón. Faltan meses, años, para que pueda entrar uno.
Como si no fueran suficientes todas las manchas que acumula Mar del Plata en relación con la industria de cruceros, ese objeto de deseo irresistible al punto de gastar 30 millones de pesos en construir una terminal, pero no tener dinero para profundizar el área de amarre como para que los barcos puedan darle sentido, la semana pasada la gestión municipal gastó una fortuna para volver a pasar vergüenza.
Cuando Mar del Plata aceptó la postulación para recibir la “1º Convención Hemisférica sobre Turismo de Cruceros y Responsabilidad Social Empresaria” la obra del dragado de la boca de acceso estaba a punto de arrancar.
Más allá de que el pliego de licitación no contemplaba dragar en la zona aledaña al frente de amarre de la Terminal, ni en la zona de giro, donde la nave que ingresa debe maniobrar para poder salir del puerto, la fuente inagotable de optimismo sin fundamento hizo pensar a las autoridades municipales que el sueño de los cruceros estaba más cerca que nunca de hacerse realidad.
Ser sede de una convención internacional de cruceros, pero sin ellos, o solo viéndolos en los power point de las disertaciones o en los folletos papel ilustración de las comitivas participantes, decepcionaría a cualquiera.
Sin posibilidades de modificar el penoso presente, sin autocrítica por la oportunidad desaprovechada (5 meses estuvo amarrada en el puerto una draga que perfectamente podría haber profundizado el área), dibujaron un futuro venturoso a partir los beneficios que ofrece la ciudad, las atracciones que dispone y lo consustanciados que se están en la materia. Sería bueno que draguen.
Acá la Gente Positiva maquilla la falta de cruceros con anuncios y promesas de muy dudoso cumplimiento, sobrevalora las posibilidades reales de la ciudad como destino de cruceros, cuando no, directamente apela a groseras inexactitudes, para no decir que mienten sin descaro.
Pablo Fernández, titular del Emtur, anticipó que vendrá un crucero “el próximo verano” tras confirmar que “ya está hablado con las compañías de cruceros”.
Horacio Tettamanti, subsecretario de Puertos y Vías Navegables, dijo que estaban “dadas las condiciones para que empiece a funcionar la Terminal de Cruceros”. Le faltó aclarar que en realidad aludía al Anamora.
El funcionario y empresario naval tuvo tiempo para calificar la idea de Eduardo Pezzati de construir la Terminal como un “hermoso proyecto”. Años atrás, como presidente de SPI Astilleros pensaba otra cosa. Denostó la iniciativa por ridícula e innecesaria más de una vez.
El mismo intendente Pulti que en julio del año pasado aseguraba al portal “Noticias de Cruceros” que la Terminal se inauguraba en 100 días, desde el estrado sumó una inexactitud más a su colección.
“En este momento se encuentra en desarrollo la etapa de dragado al pie de esta misma escollera, con lo cual la operatividad del puerto en el 2015 será plena, como lo fue en sus mejores momentos”, dijo el Jefe Comunal.
Pero la realidad no ofrece puntos de contacto con la intangibilidad de un discurso de bienvenida en la apertura de una convención sobre cruceros. Ni uno solo. No hay ninguna etapa de dragado en desarrollo en el pie del muelle de la Terminal. O tal vez exista, pero desconocemos qué empresa hace el trabajo, con qué draga, durante cuánto tiempo, cuánto cuesta la obra y quién la paga.
En la zona donde “se encuentra en desarrollo la etapa de dragado” sigue habiendo una profundidad inferior a los 6 metros cuando es necesario que haya entre 7 y 8 metros como para que pueda entrar un crucero de 200 metros de eslora y no corra riesgos de quedar encallado.
Riesgo que no quiso correr el Aida Cara, la nave de lujo alemana que en el verano del 2011 había creído en las promesas de un puerto dragado y hasta tenía contratados los servicios con agencias de viajes locales para llevar a los turistas de paseo a Balcarce y a Miramar.
El barco medía 193 metros y el margen de seguridad de la Prefectura ofrecía una eslora limitante de 173 metros. El Consorcio presionó a la Prefectura para que brinde las garantías de accesibilidad. La naviera no quiso correr riesgos y tachó la escala. Esa y las otras tres que tenía previstas. El papelón mayor ya se había consumado. Vemos que no fue el único.
Más allá del optimismo y beneplácito de los concurrentes por el nivel de la organización –alguna vez sabremos cuánto dinero costó-, y que se escucharan frases como que la convención marcó un punto de inflexión en la relación de la ciudad y los cruceros, que estamos condenados a ser un destino trascendente en la ruta de los cruceros y genialidades por el estilo, lo verdaderamente trascendente no rompió el globo de humo.
Jorge Durán es el secretario en Jefe del Comité Interamericano de Puertos que depende de la OEA y fue el hombre más importante de la convención. Tanto cuando disertó como cuando recibió a ediles oficialistas, opositores y funcionarios del Emtur, dejó en claro que a la ciudad le falta mucho para recibir un crucero.
“Una vez que hayan dragado el muelle, tengan instaladas las balizas y las defensas, cuenten con un remolcador capaz de hacer entrar un crucero de más de 200 metros, una vez que tengan todo esto listo, cuenten 18 meses y recién ahí puede que venga uno”, dijo Durán.
El funcionario tuvo el decoro de no hacerlo delante de un micrófono o cámara encendida. Una manera de retribuir tantas buenas atenciones dispensadas en su estadía 5 estrellas. El reporte tan veraz como lapidario fue escuchado por los ediles Lucas Fiorini, Vilma Baragiola, Fernando Gauna y Cristina Coria. Estaban presentes también los anfitriones del Emtur, Pablo Fernández y Valeria Méndez.
De acá en más no habrá nuevas convenciones pero no faltarán anuncios vacíos y falsas promesas. Mientras no draguen, estarán todas condenadas a estrellarse contra los implacables paredones de la realidad.
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