Los investigadores sospechan que los Etchevehere les hicieron firmar a sus supuestos empleados un contrato de comodato con posterioridad a la denuncia por reducción a la servidumbre.
“Yo le dije a mi patrona por qué no trabajo y me dijo que no porque no le conviene, no cobro nada, me sustento porque Leonor Barbero (de Etchevehere) nos dio 20.000 pesos en lo del escribano Marcó en Gobernador Maciá, nos hicieron poner el dedo en un papel, no nos dijeron nada, nos dijeron firme acá, sólo eso.” Este es un fragmento de la declaración testimonial de Sergio Cornejo realizada el 24 de junio ante el fiscal de Rosario del Tala Samuel Rojkin. La historia publicada por Página/12 un día previo a la testimonial fue ratificada por los dos hermanos en la Justicia, donde detallaron sus precarias condiciones de vida en la estancia La Hoyita, propiedad de la familia Etchevehere. La primera reacción de los dueños de la estancia fue enviar al Renatea un descargo con un contrato de comodato que indicaba que los hermanos Cornejo vivían en casas separadas, “con cocina comedor y habitaciones”, cedidas en abril de 2001. Este documento, al que accedió Página/12, cuenta con tres firmas dactilares.
“Certifico que la huellas dactilares que obran en el documento que antecede han sido puestas en mi presencia por las siguientes personas de mi conocimiento. Como comodatarios, Antonio José Cornejo y Sergio Eduardo Cornejo.” La certificación de las huellas dactilares fue realizada por Martín M. Marcó, en su carácter de Notorio de Rosario de Tala, con fecha 4 de junio de 2014, es decir, seis días después de la denuncia penal. Marcó es el escribano mencionado por Sergio Cornejo en su testimonial. Los investigadores sospechan que el contrato de comodato entregado por los Etchevehere habría sido fraguado. Esta hipótesis está en sintonía con el relato realizado por los propios Cornejo, tanto en la Justicia como en diálogo con este diario.
El documento enviado como “original” carece de cualquier tipo de membrete, tampoco tiene un sellado original ni fue rubricado por la contraparte, como establece la ley para garantizar la legalidad de un contrato. Sin embargo, tiene sobreimpreso el sello que corresponde al notario de Tala, Martín M. Marcó (Registro Notarial 10), con fecha 4 de junio de 2014. El papel entregado cuenta con tres huellas dactilares, a pesar de que los involucrados son solamente dos hermanos.
Como anexo a lo que se entregó como un documento original, los Etchevehere presentaron otra acta, también firmada por Marcó, con el objetivo de ratificar que las huellas dactilares “han sido puestas en mi presencia”. Lo curioso es que este documento, que lleva el sello del Colegio Público de Escribanos de la provincia de Entre Ríos (D 01882997) fue fechado el 3 de junio, un día antes que el mismo Martín Marcó certificara la presencia de los Cornejo y su firma.
“Sus huellas dactilares de sus pulgares derechos han sido puestas en un contrato de comodato con la señora María Leonor Barbero Marcial, que fuera suscripto el día 31 de abril de 2001 y ratificadas en el día de la fecha. Certifico que la huellas dactilares que obran en el documento que antecede han sido puestas en mi presencia”, puede leerse en el documento al que accedió este diario.
Luego de que Marcó ratificara su certificación, con su sello personal y firma, el acta contiene un sobreimpreso realizado con una máquina de escribir que dice lo siguiente: “Dejo constancia que dos de las huellas dactilares ya se encontraban en el documento previo a mi intervención”. Y luego, vuelve a firmar y utilizar su sello personal. Es decir, el mismo documento presentado por los Etchevehere se contradice a sí mismo ya que primero indica que los Cornejo estamparon sus huellas ante la presencia del escribano y luego éste aclara que dos de las huellas ya estaban en el documento.
–¿Qué ocurrió el 15 de junio?, –le preguntó Página/12 a los Cornejo.
–Estaba muy enojada, vino acá de noche, nos pidió que no dijéramos nada, que no trabajábamos acá. Vino con Juan Diego y Sebastián (Etchevehere) y nos dijo que si no decíamos nada nos iba a dar esta casa y 2000 pesos a cada uno. “Ustedes digan que no trabajan acá”, decía. Maldonado (el actual capataz, casado con una sobrina de los Cornejo) también tenía que decir que no trabajamos acá, pero es mentira. El 14 (de junio) se cumplió 38 años.
–¿Antes de eso los había llevado a otro lugar?
–A Macia. Nos hicieron firmar cosas y nos dieron 10.000 pesos a cada uno.
–¿Qué firmaron?
–No sé, dos o tres papeles, firmamos con el dedo y nos dieron la plata. Después nos llevaron a tomar un helado.
–¿Quiénes estaban?
–Leonor y Sebastián, más un contador y una mujer de otra oficina. No sé por qué nos dieron eso, quizá pensaron que estaba todo arreglado.
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