Se consolida el "divorcio" entre el dólar y la inflación: por qué Massa se enfrenta a uno de sus dilemas más graves

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Presiones contradictorias del mercado: una parte pide suavizar el crawling peg para frenar los precios, pero otra quiere sincerar rápido el tipo de cambio

 

Si se confirma el dato que está circulando en el mercado -supuestamente filtrado por el Gobierno- en el sentido de que la inflación de noviembre registró una fuerte caída de más de un punto respecto de octubre y podría llegar hasta un 5,2%, entonces Sergio Massa tendría más de un motivo de festejo.

El primero es que gana credibilidad aquella proyección que, hasta ahora, sólo había generado sonrisas irónicas en sus interlocutores: que se irá bajando la inflación de a un punto por bimestre, de manera que para abril del año próximo se ubicará en el escalón del 3% mensual.

El segundo festejo es que, en contra de las críticas internas -desde el kirchnerismo, sobre todo- por desechar medidas confrontativas y apostar a la opción dialoguista con las empresas mediante el acuerdo "Precios Justos", sí se está constatando una ralentización en la inflación del rubro alimentos.

De hecho, el relevamiento de la consultora LCG para alimentos y bebidas marca que los aumentos de precios acumulados en noviembre fueron de 3,85%, casi la mitad del registro de octubre.

Pero, además, hay otro motivo de satisfacción que ha pasado algo inadvertido: será el segundo mes consecutivo en el que la tasa devaluatoria corre más rápido que la inflación. En octubre el dólar oficial se había movido un 6,5% contra un IPC del 6,3%, y ahora la diferencia se agrandaría notablemente, dado que en noviembre el tipo de cambio se deslizó un 6,6%.

La aceleración del dólar ha sido uno de los principales cambios introducidos en la política económica desde que Massa asumió el ministerio. Hasta ahora, cada mes el "crawling peg" refleja un número mayor que el anterior: así, el 6,6% noviembre será superior al 6,3% de octubre, que a su vez estuvo por encima del 6,2% de septiembre y que había superado al 5,7% de agosto.

Por segundo mes, la tasa de devaluación se ubicó por encima del alza de precios y pone al Gobierno en una disyuntiva

 

El hecho de que el dólar esté avanzando más rápido que los precios -y que los salarios- viene a cumplir uno de los principales cometidos del equipo económico: que bajen los costos medidos en dólares y así se recupere la competitividad exportadora, afectada por un largo período de atraso cambiario.

Por otra parte, viene a cumplir, casi con un año de retraso, el compromiso asumido con el Fondo Monetario Internacional, que había pedido que la tasa devaluatoria y la inflacionaria estuvieran alineadas. En otras palabras, que no se siguiera usando al dólar como "ancla" de los precios.

Fue uno de los cambios más resistidos a nivel interno, después de que se en 2021 se registró una "inflación en dólares" de 26% en 2021. Y este año, aun con el cambio de tendencia de los últimos meses, los precios argentinos medidos en dólares crecieron un 14%, cuando la inflación estadounidense está en el 7,8% anual.

La disyuntiva del dólar: ¿acelerar o frenar?

 

Para Massa, además, hay otro motivo importante de festejo: puede responder a quienes afirmaban que era imposible desacelerar la inflación al mismo tiempo que se acelera la tasa devaluatoria.

Pero ahora se plantea una disyuntiva para el ministro y para el presidente del Banco Central, Miguel Pesce: ¿qué hacer ante una moderación de la inflación: mantener el actual ritmo de "crawling peg" en torno al 6% o bajarlo en línea con la evolución de los precios?

Es el debate que anima por estos días al mercado financiero, que se llenó de versiones contradictorias sobre el tema: mientras hay noticias sobre la voluntad de ir moderando la tasa devaluatoria, fuentes del BCRA sostienen extraoficialmente que no habrá cambios.

Lo cierto es que la disyuntiva no resulta fácil: si se mantiene el actual ritmo devaluatorio, se pone en riesgo el sendero de baja de la inflación -Massa tiene previsto que el IPC caiga un punto por bimestre-. El argumento es que no hay forma de mantener una moderación inflacionaria con un dólar que no sólo abandonó su tradicional función de ancla sino que ahora "empuja para arriba".

Para el ministro Massa, es factible mantener un sendero de inflación en baja mientras el dólar acelera

 

Pero, por otra parte, ralentizar el ritmo devaluatorio podría también ser una mala señal, porque el mercado podría interpretar una voluntad de retrasar nuevamente al tipo de cambio, lo cual tiene repercusiones en la brecha con el dólar paralelo.

Además, un dólar oficial que se enlentezca exacerbará aun más el reclamo de los sectores exportadores afectados por la pérdida de competitividad, lo cual amenaza con que el Gobierno se torne dependiente de otorgar regímenes preferenciales como el "dólar soja" a la mayoría de los sectores, en una especie de devaluación encubierta.

Apenas transcurrieron las primeras jornadas financieras de diciembre, pero por lo visto hasta ahora puede inferirse que el Banco Central está imprimiendo una velocidad promedio de suba de la cotización de $0,58 diaria. En noviembre, el promedio diario había sido de $0,49 por día. Es decir que, en principio, todo indica que la aceleración del dólar se mantendría.

Dólar y precios: al final, ¿Massa tenía razón?

 

El argumento de que acelerar la tasa devaluatoria era incompatible con una baja de la inflación fue esgrimido desde todos los flancos, tanto por los economistas "keynesianos" que construyen la batería argumental del kirchnerismo como por los ortodoxos que, como es habitual, apuntan a la fragilidad fiscal de las cuentas públicas.

Los primeros reclamaron la falta de un ancla inflacionaria y advirtieron por el riesgo de que las empresas empezaran a tomar a la devaluación como referencia de los ajustes de precios. Entre los más explícitos al respecto figura la ex diputada Fernanda Vallejos -una de las principales exponentes del pensamiento económico kirchnerista- quien desde la firma del "stand by" con el FMI está alertando que uno de los compromisos más peligrosos es la aceleración de la tasa devaluatoria.

Desde ese punto de vista, el deslizamiento del dólar funcionará como un acelerador de la inflación y un factor de pérdida salarial real.

Entre los ortodoxos, la crítica más escuchada fue la inviabilidad de una "devaluación por goteo" que combinaba el "crawling peg" acelerado junto como incentivos sectoriales como el "dólar soja". Y, en consecuencia, advertían sobre lo inevitable de una devaluación brusca.

Entre los economistas hay escepticismo sobre que la inflación se pueda mantener a la baja, dado el alto nivel de expansión monetaria

 

"Soy de los que creen que por más que estiren la mecha de la bomba, no van a llegar a 2024. Porque cuando estirás la mecha, la bomba crece", dijo en una entrevista televisiva Luis Palma Cané, uno de los tantos economistas que creen que habrá una crisis cambiaria el año próximo.

Su argumento es que, en el afán por sostener la calma de corto plazo, se acumulan las inconsistencias a futuro. "A medida que no se renueva la deuda en pesos, el Banco Central tiene que emitir para cancelar las obligaciones. Hay una mezcla de una emisión fuerte de pesos, que es por la bomba de las Leliq. Y para promover que la gente siga creyendo en el peso, cada vez van a tener que subir más la tasa de interés. Y eso es emitir más", afirmó el economista.

El de la expansión monetaria derivada de los intereses que paga el Banco Central de la Leliq es un punto central en las preocupaciones de los economistas. Se estima que, por esa vía, se inyecta al mercado unos $440.000 millones por mes.

Pero a pesar de las críticas y los pronósticos de crisis, el Gobierno se mantiene en su tesis. "Estoy seguro que vamos a seguir bajando la inflación porque cuando ordenás las cuentas, te proponés acumular reservas, alineas la tasa de interés, y recorrés un planteo de acuerdo y buen uso de los instrumentos económicos para mejores ofertas para el consumidor, el objetivo lo lográs", había dicho Massa en una entrevista radial.

Por su parte, el viceministro de Economía, Gabriel Rubinstein, dijo explícitamente que comparte con el mercado la necesidad de converger a un dólar alto y eliminar la brecha con el paralelo, pero dejó en claro que ese es un camino gradual que puede durar tres años.

Además, en otra muy comentada frase ante un auditorio de inversores, reivindicó las ventajas del gradualismo: "Hacer una maxi devaluación es algo que tiene que hacerse sabiendo que va a salir bien; si sale mal es un Rodrigazo".

Frente a la senda gradualista que propone el Gobierno, los analistas creen que hay riesgo de una corrección cambiaria brusca¿Cómo seguirá el plan de Massa?

 

Pero en este momento el gran interrogante que se plantea en el mercado es si resulta sostenible la situación de un dólar evolucionando por encima de la inflación. Y muchos economistas ya adelantaron una visión escéptica al respecto.

Entre ellos, Emmanuel Álvarez Agis -que en julio rechazó la invitación para ocupar el cargo de ministro-, quien sorprendió al ámbito político con su propuesta de una devaluación y congelamiento de precios. En una reciente entrevista con Jorge Fontevecchia dijo: "Si devaluás entre 6% y 7% por mes, es muy difícil que la inflación se corra de 6% o 7% por mes, porque al final del día la economía se te empieza a indexar a esa dinámica, porque todos tenemos una referencia de cuánto queremos ganar en dólares".

Su visión es que el Gobierno debería anunciar con antelación su decisión de bajar todas las variables a la vez, de manera que tanto el tipo de cambio como los precios puedan bajar a un ritmo de 4% mensual. De todas formas, se mostró pesimista sobre la posibilidad de aplicar un programa de ese tipo en simultáneo con el recorte de subsidios energéticos comprometidos con el FMI.

Entre los economistas ortodoxos, lo que genera más desconfianza es el método con el que se está buscando reforzar la posición externa del Banco Central. Según Rubinstein, solamente con una mejora en el plano fiscal y con reservas más robustas se puede pensar en medidas que se salgan del gradualismo.

Este argumento es lo que llevó a los economistas a la observación de que el Gobierno busca acumular reservas para después poder devaluar, una situación rara porque tradicionalmente ocurre lo inverso: se devalúa para recuperar reservas. 

Pero los economistas miran con precaución esa estrategia. Así lo argumenta la consultora LCG: "Este error de diagnóstico va a llevar a un problema que ya se hizo notar con el dólar soja. Cuando se pone un tipo de cambio diferencial para la exportación más alto que para los importadores, el BCRA genera una expansión de pesos que no es compensada por la débil demanda de circulante".

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