Blanco de críticas, el gobernador busca sumar adhesiones y evitar la ruptura que alientan sectores del kirchnerismo
Con críticas renovadas a su figura y desconcierto interno sobre el escenario que se abre, Daniel Scioli evalúa cómo el kirchnerismo condiciona el avance de su plan presidencial. Aunque lidera las encuestas en el espacio y cuenta con promesas silenciosas de apoyo de una porción del peronismo, el ex motonauta no logra despegar con un armado que le responda a nivel nacional y, entre el fuego cruzado, los enrolamientos quedaron enstand by.
"No seamos masoquistas. El adversario está afuera", lanzó ayer en un mensaje al oficialismo para calmar las aguas y pedir a sus pares "espíritu de unidad", según una entrevista publicada en Diario Popular.
El enigma que asoma es hasta dónde llega y qué costos acarrea el nuevo capítulo del tironeo que disparó la participación del gobernador en una actividad del Grupo Clarín. El pronóstico se vuelve oscuro ante la hipótesis -poco probable, se atajan en el sciolismo- de que Cristina Kirchner bendiga explícitamente a un delfín para batallar a Scioli. "¿Cómo hacer campaña en contra del candidato de la Presidenta?", se pregunta, retórico, un funcionario bonaerense. "Imposible", se responde. El argumento tiene una pata matemática: más de la mitad del componente del voto del mandatario -llegaría al 60%- se referencia con la jefa del Estado, lo que lo torna vulnerable si ella intenta direccionarlo hacia otra canasta, como la del ministro del Interior, Florencio Randazzo.
Ni en el Gobierno ni en el búnker sciolista vaticinan una ruptura. Aun en momentos álgidos se impuso una convivencia forzada por necesidades mutuas. Lo ilustra una cita reservada, en la víspera navideña: en la tarde del 23 de diciembre, Scioli le abrió las puertas de su oficina en el piso 19 del Bapro a Andrés "el Cuervo" Larroque y Eduardo "Wado" De Pedro, los dos capitanes más influyentes de La Cámpora. Apenas unos días atrás, Cristina había cuestionado al gobernador por la impronta marketinera de su campaña y volvía a tensar la cuerda de la relación. El contenido de esa reunión, por voluntad de uno y otro lado, quedó en absoluto hermetismo, pero la charla refleja que hay vasos comunicantes más allá de la pirotecnia pública.
Para contrarrestar la regular performance en su mapa de alianzas concretas, en La Plata elaboran un argumento atendible a medias: su jefe, dicen, nunca buscó generar una estructura, sino más bien heredarla y espera una definición de arriba para que luego se ordene hacia abajo.
Lo cierto es que su equipo político trabajó para lograr a fines del año pasado una gran foto de familia, que reflejara el respaldo incondicional del arco del PJ. Eso no ocurrió y cuando quiso hacer algo de ese volumen en noviembre, en Mendoza, el mismísimo Máximo Kirchner operó para desinflar la convocatoria. Desde entonces, crece la intensidad del acecho a su proyecto naranja.
La estrategia de sembrar en distritos complicados candidatos famosos con su sello tampoco da los mejores resultados. En Vicente López, el ex arquero y conductor de TV Sergio Goycochea se topó con la resistencia ultra-K, que postula a Diana Conti. La misma aversión generó la aparición del ex futbolista Carlos "Chino" Tapia para probar suerte en San Miguel, bastión massista en el que La Cámpora esponsoriza al concejal Bruno Baschetti.
En territorio bonaerense, los intendentes más poderosos mantienen el equilibrio después de la andanada de furia que le cayó al matancero Fernando Espinoza por su cercanía a la Ola Naranja. Sólo una veintena de jefes comunales, todos del interior y sin peso en el padrón, se definieron por la causa sciolista.
Con los números a favor, Scioli descuenta que contará con los aparatos provinciales de gobernadores, aunque varios de ellos ya no podrán reelegir en sus cargos y no tienen asegurada su propia sucesión.
Se inclina por declararse prescindente en las elecciones que se disputen antes de la pelea nacional. Un poco porque hay rebeldías en el tablero de los PJ locales -que ni el Gobierno interviene para domar- y otro porque se prenuncian reveses. Mejor no aparecer, antes que quedar como mariscal de derrotas, es la consigna consuelo.
En Santa Fe, le gustaría una postulación de María Eugenia Bielsa o de Omar Perotti, pero ninguno de ellos tendría la marca naranja. En Capital, su enviado transitorio es Gustavo Marangoni, que, al igual que el resto de los aspirantes K, no levanta vuelo en las mediciones.
"Hay que confiar en Daniel porque es un tiempista", desliza un asesor. Se lo verá, a su estilo, apegado al libreto K y apuntalando el "factor humano". Lejos de las definiciones tajantes y las propuestas, por estas horas prefiere llenar su agenda con recorridas por la playa en look veraniego y contacto directo con la gente. Un Scioli auténtico..
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