El anuncio de competencia de monedas genera incertidumbre en el mercado. Ahora hay baja liquidez de pesos y sobran dólares, pero eso se puede revertir
Toto Caputo sigue empeñado en contradecir los manuales ortodoxos de la economía. Ya se dio el gusto de ganarles la discusión a quienes recomendaban subir la tasa de interés para controlar la inflación: hizo todo lo contrario, y ahora está festejando un IPC de 2,4%. Pero con la nueva iniciativa de la "competencia de monedas" se propone algo mucho más difícil: desafiar la legendaria Ley de Gresham.
Como aprenden todos los estudiantes de economía, el tal Thomas Gresham fue uno de quienes mejor comprendió la idiosincrasia de los argentinos, con el mérito de haber vivido dos siglos antes de que existiera un país llamado Argentina. Este comerciante inglés del siglo 16 fue asesor de la reina Isabel y se dio cuenta que, desde que se había alterado el uso de metales para hacer monedas, aquellas que tenían mayor proporción de oro eran guardadas celosamente en los cofres mientras que las que tenían más plata se veían circulando en los mercados.
Así, el tal Gresham observó un fenómeno que quedaría establecido como una de las leyes básicas sobre el dinero: cuando en un país conviven dos monedas, una buena y una mala, la gente tiende a usar la de peor calidad para realizar los pagos, mientras retiene la de mejor reputación como una forma de preservar su capital. Por consiguiente, no se ve circular mucho a la moneda buena, mientras que la mala cambia de manos a toda velocidad, porque nadie quiere quedársela.
Es un principio simple y cualquiera lo comprende intuitivamente. Por lo pronto, millones de argentinos vienen aplicando ese principio de manera entusiasta desde hace décadas. Y no por casualidad se estima que hay más de un millón de cofres destinados a resguardar dólares, aunque no rindan interés alguno.
Es más, los argentinos son capaces de seguir atesorando dólares, aun cuando resulte una inversión ruinosa, como ocurrió este año: quien en diciembre del año pasado tenía u$s1.000 bajo el colchón, hoy puede comprar apenas el 40% de los bienes y servicios contenidos en la canasta que usa el Indec para medir la inflación. El plan de Caputo es que, contrariando esa costumbre, los argentinos empiecen a usar los dólares para las transacciones cotidianas y así se ayude a la reactivación de la economía sin recurrir a la emisión de pesos.
Y sin embargo, es difícil convencer a la gente de que se desprenda de la única moneda a la que considera un refugio de valor -aunque a veces, como ocurrió este año, no lo sea-. De hecho, hoy mismo hay analistas que recomiendan públicamente comprar billetes verdes porque no creen que la paridad actual sea sostenible mucho tiempo.
Empezó la "dolarización endógena"
Es en semejante marco que Caputo se propone que "compitan" dos competidores muy desiguales: uno, el peso, que históricamente nadie quiere guardar; y otro, el dólar, que es visto como refugio ante las crisis. Lo que el ministro se propone es que, contrariando la tradición argentina y los postulados de la ley de Gresham, los argentinos usen los dólares para consumir en vez de mantenerlos guardados.
Y para ello recurrió a una estrategia audaz: tratar de sacar la mayor cantidad posible de pesos de la plaza, de manera tal que la moneda nacional resulte escasa, mientras que los dólares empiecen a abundar, a tal punto que la gente ya no los quiera retener. Es lo que en la jerga financiera se denomina "dolarización endógena".
Es una apuesta difícil, pero en cierta medida ya está ocurriendo. Por ejemplo, en el turismo, donde el Banco Central asegura que la mitad de los casi u$s700 millones mensuales que se "fugan" por el concepto "Viajes, pasajes y otros pagos con tarjetas" son dólares propios. Es decir, salen del colchón y no implican un sacrificio de reservas para el BCRA.
En las agencias de viajes y turismo afirman que los únicos que siguen pagando con pesos son los clientes corporativos, pero que el público minorista ya prácticamente sólo usa dólares porque resulta mucho más barato que sacar la tarjeta y financiar sus viajes en pesos.
La cuenta es muy clara. Viajar con dólares propios cuesta $1.080 en el mercado blue, mientras que pagar un pasaje de avión en pesos usando tarjeta implica un tipo de cambio de $1.659 -que surge de aplicar el 30% del impuesto PAIS más la percepción de otro 30% por el impuesto a las Ganancias-. Aun si el gobierno cumpliera su promesa de no aplicar ningún recargo nuevo cuando deje de existir el impuesto PAIS, igualmente será más barato usar dólares propios antes que pagar con pesos.
También se ha visto esa situación en los recientes eventos de ventas promocionales online, como el Black Friday o la Cyber Week. Este evento de comercio electrónico generó un volumen de $490.000 millones -medio en dólar blue, es dos veces y media lo que se movió el año pasado-.
Y buena parte de esas transacciones fueron pagadas directamente en dólares. Para evitar los altos costos de los recargos con tarjeta, se masificó la compra de dólar en el mercado MEP, lo cual permite cancelar las compras de bienes y servicios facturados en dólares, desde una propia cuenta dolarizada.
Por otra parte, está aumentando la oferta de servicios financieros que ofrecen la posibilidad de usar dólares en las transacciones cotidianas. Hace algunas semanas, la fintech Cocos, dirigida por Ariel Sbdar generó revuelo al anunciar en las redes sociales que empezaba la "dolarización endógena", algo que muchos confundieron con un anuncio oficial. En realidad, era una estrategia promocional para una tarjeta que permitía pagar indistintamente en pesos o dólares, ahorrando pasos de conversión de moneda en el trámite. Un servicio similar ofrecen otros competidores como Prex, y la tendencia del mercado va hacia ese tipo de flexibilidad.
En cambio, hasta hoy luce más improbable que se generalice el crédito a más largo plazo en dólares a quienes sólo tienen ingresos en pesos: en el sistema financiero quedaron dolorosas lecciones aprendidas en la crisis del 2001.
El plan de Javier Milei: eliminar el sobrante de pesos
Pero a partir del discurso pronunciado por Javier Milei al cumplirse un año de su asunción, la situación adquiere otro matiz. Ahora se legalizará el hecho de que las empresas expresen sus precios en dólares. Está claro que no pueden, por una cuestión legal, rechazar los pesos, pero pueden trabajar en forma indistinta con las dos monedas.
Quienes prefieran pagar con divisa podrán hacerlo en efectivo o desde una cuenta dolarizada, como la caja de ahorros o las nuevas cuentas CERA que se crearon para el blanqueo de capitales.
Lo cierto es que, como consecuencia de la amnistía fiscal ingresaron al sistema financiero u$s22.500 millones, y hoy los bancos cuentan con una liquidez en dólares como no se veía desde hacía seis años: u$s32.000 millones.
El objetivo de Milei y Caputo es claro: quieren que se elimine paulatinamente lo que ellos consideran el mayor peligro de la economía: el sobrante de pesos que el público no quiere tener en sus bolsillos- Es lo que en la jerga se denomina "money overhang", una masa de pesos que, si no fuera por la existencia del cepo, correría a refugiarse en el dólar.
Faltan pesos, sobran dólares
La política de "cierre de canillas de emisión" que impulsó Caputo está haciendo que la cantidad de pesos disminuya. De hecho, el comentario en los bancos es que es un momento de iliquidez en moneda nacional. Se ve en indicadores como la masa de LEFIs -los nuevos títulos emitidos por el Tesoro-, que en pocas semanas bajaron de un stock de $15 billones a $12 billones.
"Esa falta de pesos es lo que explica por qué no están bajando las tasas activas, las que cobran los bancos, a pesar de que están bajando las pasivas para los ahorristas. Aumentó mucho la demanda de préstamos y bajó la liquidez de pesos", explica el economista jefe de uno de principales bancos privados del mercado.
Como llamativo contraste, ocurre lo opuesto con los dólares: por efecto del blanqueo, hay una elevada liquidez, lo cual hace que, para las empresas, resulte más barato endeudarse en dólares en Argentina que lo que costaría hacerlo en Estados Unidos. Es lo que explica el fenómeno de las emisiones de Obligaciones Negociables a tasas inusualmente bajas, como ocurrió con YPF, que pagará 5,5% a un año.
Pero claro, ese tipo de operaciones está limitada a empresas que son capaces de generar dólares. Es decir, las exportadoras.
Y lo que quiere Caputo es que los dólares que están en el sistema financiero circulen en la economía, "lubricando" la recuperación de la actividad comercial sin que sea necesario inyectar una mayor cantidad de pesos.
¿Alcanzan los dólares del verano?
Es difícil predecir qué grado de éxito tendrá el plan del ministro. En principio, hay muchos elementos que inducen al escepticismo. Además de los que marca la historia, hay otras cuestiones coyunturales, como la clásica "trampa de febrero".
Es un fenómeno recurrente que sobre fin de año, por la necesidad de contar con mayor cantidad de pesos para pagar aguinaldos y obligaciones financieras o tributarias, muchas empresas vendan dólares, lo cual empuja la cotización hacia abajo y, además, atenúa la velocidad de la inflación.
Varios gobiernos, de diferentes signos, han cometido el error de confundir esa situación estacional con un cambio permanente, y por eso se apuran a bajar tasas de interés o a responder con una inyección de pesos ante el aumento de la demanda por parte del público. Pero luego viene la contracara: en febrero, aquella preferencia por los pesos desaparece, al tiempo que salen muchos dólares por el pico del turismo emisivo e ingresan pocos por la exportación.
No por casualidad, los veranos han sido, históricamente, los momentos de las grandes devaluaciones. Esto es lo que pone una nota de duda entre los economistas, que advierten que la competencia de monedas requiere de una continuidad de la paz cambiaria. Y nadie se anima a asegurar que en dos meses el paralelo continúe tan anestesiado como se lo ve hoy.
Por lo pronto, la cuenta corriente -la que mide la diferencia entre dólares que salen y entran- muestra seis meses seguidos de déficit. Y aunque el campo tiene un stock de mercadería en silobolsas, los analistas no creen que, entre diciembre y febrero, se liquiden más de u$s7.000 millones.
El verano será, para Caputo, un primer test sobre si su "competencia de monedas" puede realmente monetizar la economía con los dólares del colchón o si todo queda en un sueño frustrado.
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