La conducción del radicalismo festejó la renovación de 25 bancas en la Cámara Baja. El impacto de las buenas performances de Julio Cobos en Mendoza y Oscar Aguad en Córdoba. Los interrogantes en la Ciudad de Buenos Aires.
La revisión era para calcular cuántos radicales de "pura cepa" habían ingresado. La cifra preliminar les permitía respirar con tranquilidad. La renovación de las 25 bancas estaba asegurada y estarían sumando dos o tres más, con lo que seguirán siendo la segunda fuerza parlamentaria, más allá de sus aliados.
La cantidad de escaños que puso en juego la UCR se explica porque el domingo se eligieron los parlamentarios que reemplazarán a los que fueron votados en la contienda parlamentaria de 2009. Y en esa elección, los boinas blancas, bajo el paraguas del Acuerdo Cívico y Social, tuvieron una performance mucho mejor que en 2011, cuando la alianza central fue con "el Colorado” Francisco de Narváez.
El punteo milimétrico de las boletas era un trabajo de orfebrería. El radicalismo compitió a través de frentes en 16 distritos y en cada uno de ellos su peso en las listas fue distinto. En el Acuerdo Cívico y Social tucumano, por ejemplo, que tenía encabezando la nómina de diputados nacionales al todavía senador radical José Cano, la preponderancia de boinas blancas de "pura cepa" en la nómina fue mucho mayor que el frente porteño UNEN, del que también formaron parte.
Si se compara la elección del domingo con la de hace cuatro años, uno de los puntos más débiles fue la provincia de Buenos Aires, donde la lista de diputados nacionales del Frente Progresista estuvo encabezada por Margarita Stolbizer y Ricardo Alfonsín. En 2009, la misma dupla había cosechado el 20% de los sufragios y logró meter ocho diputados, de los cuales cuatro eran radicales orgánicos.
Esta era la cifra de escaños que la UCR bonaerense aspiraba a renovar, entre ellos el del propio Alfonsín. Pero la caída en el caudal de votos respecto de hace cuatro años, esta vez el dúo sacó 11,8%, le permitió al Frente conseguir sólo cuatro bancas y los radicales se quedaron con dos.
El mal resultado en el principal distrito del país se vio compensado esencialmente por la performance del ex vicepresidente Julio Cobos en Mendoza y del diputado Oscar Aguad en Córdoba.
No fue sólo por los resultados –Cobos sacó el 47,7% y Aguad el 22,6–, sino porque en estos distritos la UCR compitió con su tradicional lista 3. No compartió espacios en las listas con otras fuerzas y por ende los que ingresaron eran orgánicos.
En el caso de Capital, el resultado fue tablas. La UCR ponía en juego una banca, la de su jefe de bloque en la Cámara baja, Ricardo Gil Lavedra. El diputado compitió dentro de la interna del frente UNEN y no alcanzó el piso de votos que la propia coalición había acordado para poder ingresar a la lista definitiva. Sin embargo, los boinas blancas habían puesto dirigentes en tres de las cuatro corrientes internas que compitieron en la interna de UNEN, entre ellas en la de Martín Louesteau. Por eso, luego de la primaria, en la que Lousteau sacó el 35%, Carla Carrizo, radical de pura cepa, quedó en el cuarto lugar de la nómina y será diputada.
Respecto de la relación con las fuerzas políticas con las que armaron frentes electorales, en especial con el Partido Socialista, en el radicalismo señalaron que aspiran a poder plasmar estas alianzas en un acuerdo parlamentario, con la figura del interbloque.
Si esto llegara a concretarse, a los más de 40 escaños que tendrá la UCR a partir de diciembre, se sumarían alrededor de 20 curules de los aliados.
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