Eduardo Musacchio, Juan Carlos Begovic, Antonio López, Sara Tula y Gustavo Basaldúa residían en esta ciudad. Se encuentran entre los 22 fallecidos en el accidente sin sobrevivientes, ocurrido el miércoles por la noche en cercanías del paraje rionegrino de Prahuaniyeu. La mayoría de los restantes pasajeros viajaba continuamente a Chubut o Santa Cruz por sus actividades laborales.
Constituye el desastre aéreo de mayor dimensión ocurrido en los últimos años en la Argentina, después del siniestro que se produjo el 31 de agosto de 1999 en el aeroparque de Buenos Aires. Ese día, a las 20:54, una nave de la compañía LAPA se estrelló en pleno despegue hacia Córdoba. Fallecieron 65 personas y 34 resultaron heridas.
Esta nueva tragedia conmociona especialmente a Comodoro Rivadavia y a Pico Truncado, donde vivían siete de los 19 pasajeros que el SAAB 340 de Sol Líneas Aéreas transportaba en la última escala de su vuelo 5428, que había partido desde Córdoba, con escalas en Mendoza y Neuquén.
Los primeros testigos, quienes pasadas las 22 del miércoles llegaron al lugar del accidente, coincidieron en describir la zona como “un área de devastación” donde no se encontraron sobrevivientes y los restos de la máquina se encontraban esparcidos en un radio de 200 metros.
La compañía responsable informó que el avión había partido a las 20:08 de Neuquén y a las 20:50 se estableció la última comunicación “notificando que se declaraba en emergencia”. Indicó que “el viaje del tramo era de una hora 50 minutos y la nave tenía combustible para tres horas treinta minutos”.
Las causas del accidente están siendo indagadas por la Junta de Investigaciones de Accidentes Aviación Civil (JIAAC). Mientras, la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC) aseguró que tanto la empresa Sol como la aeronave siniestrada y la tripulación “contaban con sus licencias en regla y los exámenes correspondientes realizados en tiempo y forma para operar según las leyes vigentes”.
El director del hospital de Los Menucos, Ismael Alí, describió que los contingentes de socorristas que llegaron al lugar encontraron sólo “cuerpos carbonizados” junto al “avión despedazado”.
Afirmó que el avión cayó en un campo de propiedad de la familia Martín, a unos 600 metros de su domicilio, y que los pedazos están esparcidos en un amplio radio a la redonda. “Todo presenta signos de que el avión cayó en llamas”, indicó Alí y agregó que “es muy difícil reconocer cualquier detalle en los cuerpos”.
Los restos de las personas fallecidas serán trasladados a la ciudad de Buenos Aires para su reconocimiento por disposición del juez interviniente, Leónidas Moldes de Bariloche, informaron fuentes de la ANAC.
El Juzgado Federal penal de la ciudad de Bariloche, a cargo de Moldes, es la autoridad que está a cargo de la causa en relación al accidente ocurrido y bajo sus instrucciones, la Policía de Seguridad Aeronáutica, junto con Defensa Civil, personal de la policía provincial y los bomberos continuaban al cierre de esta edición trabajando en la zona de la tragedia.
QUIENES ERAN LAS VICTIMAS
Eduardo Musacchio, Juan Carlos Begovic, Antonio López, Sara Tula y Gustavo Basaldúa, son los cinco pasajeros fallecidos que residían en Comodoro Rivadavia.
Musacchio era un reconocido geólogo y profesor de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, padre de Sebastián, quien en 2009 fue asesinado cuando recorría Catamarca como mochilero.
Basaldúa era gerente de la sucursal Comodoro Rivadavia del Banco Credicoop. Lo esperaba su novia en el aeropuerto de esta ciudad. Se iba a casar en poco tiempo.
Begovic, de profesión ingeniero, ocupaba uno de los máximos cargos de la empresa Clear en el grupo Indalo. “Había ido a Mendoza a firmar un convenio y venía a una reunión de directorio. Era una persona excepcional que hace 20 años que estaba en la empresa”, lo recordó ayer el gerente del grupo empresarial, Gustavo Lupiano.
Sara Tula había viajado a Mendoza hace dos meses por cuestiones familiares y regresaba a Comodoro Rivadavia para visitar a sus hijos.
Antonio “Tony” López, de 54 años, era originario de Córdoba, pero residía junto a su esposa e hijos en Comodoro Rivadavia. Se había jubilado tres meses atrás como operario petrolero. Sin embargo, había vuelto a trabajar en una firma de ese rubro. Regresaba de un viaje laboral desde Mendoza.
Mientras, Carina Soledad Mansilla de 20 años y su bebé Santiago Benjamín Slopper, de apenas diez meses y único niño que viajaba, eran oriundos de Pico Truncado. Se trata de la esposa y el hijo de Daniel Slopper, quien hasta hace pocas semanas fue subsecretario de Interior del gobierno de Santa Cruz.
Los restantes pasajeros tenían vínculos laborales en Chubut o Santa Cruz.
Marcelo Frías, de 42 años, oriundo de Córdoba, era padre de una niña de 9 años. Había subido al avión en la capital cordobesa en el marco de su trabajo como “inyeccionista” en pozos petroleros, motivo por el cual viajaba cada 15 días a Comodoro Rivadavia.
Jorge Jacomes, de 30 años, residía en la localidad mendocina de Godoy Cruz junto a su esposa y sus dos hijos. Viajaba a Comodoro Rivadavia como empleado de una empresa petrolera.
Diego Córdoba, vivía en Luján de Cuyo, Mendoza, estaba casado y tenía dos hijos. Viajaba continuamente a Comodoro Rivadavia donde también prestaba servicios en una empresa petrolera.
Juan Manuel Ruiz y Darío Runjevac residían en Neuquén y trabajaban para la empresa de servicios petroleros Key, como gerentes de recursos humanos y de logística, respectivamente. Ambos tenían previsto mantener ayer a partir de las 10 una reunión de trabajo en Comodoro Rivadavia.
Rubén Demaría tenía domicilio en la capital de Neuquén y trabajaba en la empresa de servicios de ingeniería y arquitectura Ciar.
Emanuel Olivera también se desempeñaba en Ciar y viajaba por razones laborales junto a Demaría. Estaba domiciliado en Plottier, Neuquén.
Andrés Cerioni y Luis Vargas, eran oriundos de Mendoza y se desempeñaban como contratistas de la minera Cerro Vanguardia S.A., en cercanías de Puerto San Julián.
Gustavo Castro también era oriundo de Mendoza mientras que Hugo Di Filippo y Fernando Pulozzi, tomaron el vuelo en Neuquén. No se conocen mayores detalles acerca de estos tres pasajeros, pero se presume que viajaban a la región por cuestiones laborales.
Respecto de la tripulación, Juan Raffo, de 45 años y oriundo de Córdoba era el piloto del avión accidentado. Padre de cuatro hijos, había trabajado en Southern Winds y en Prefectura Naval. Había comenzado su carrera en la Escuela Naval de Buenos Aires.
Adriano Bolatti era el copiloto de la nave. Junto con Raffo fue elogiado ayer por la empresa Sol que los calificó de profesionales “con experiencia”, “muy meticulosos” y “en plena capacidad de sus actos”.
Jesica Fontán era rosarina y la única azafata del vuelo. El titular de la Asociación Argentina de Aeronavegantes (AAA), Ricardo Frecia, aseguró ayer que la joven había realizado varias denuncias por las condiciones de trabajo en Sol y sostuvo que la compañía “viola sistemáticamente las normas” de protección de los tripulantes.
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