Trescientas toneladas de residuos llegan a diario al centro de disposición de la capital puntana . Solo el 10% de los desperdicios es clasificado y reciclado; el resto va a las fosas.
Por Romina Oddone.
Dos cuises correteaban en la entrada del Centro de Disposición Final (CDF). A toda velocidad, los roedores se adentraron en el espacio que hay entre la báscula donde se pesan los camiones y el piso, ese lugar donde están los cables que mantienen activo el aparato. “Vamos a tener que llamar a la gente de mantenimiento, porque siempre se escabullen por debajo de la báscula y mastican los cables”, advirtió María Fátima Cioffi o, como todos le dicen, Marita.
Dedicada hace más de 10 años al tratamiento de los residuos en la función pública, Marita, diseñadora industrial de profesión, es una experta en la materia. Ella es la gerenta del CDF y fue quien guió por el predio de 119 hectáreas a El Diario para conocer en profundidad el trabajo que realizan diariamente quienes se encargan de tratar la basura que, por supuesto, no desaparece por arte de magia.
“Todo comienza aquí”, dijo Marita mientras indicaba la báscula donde se pesan los camiones. Al predio, ubicado en la Autopista de las Serranías Puntanas a la altura del kilómetro 797, llegan las 24 horas los 7 días de la semana camiones de todo tipo, desde los que recolectan a diario la basura en la ciudad que pueden cargar entre 3.000 y 5.000 kilos de residuos, hasta camionetas particulares con 50 kilos. Todo lo recibe el CDF gratis para su tratamiento. “Cuando llega un camión se pesa y se le emite un ticket. Luego van hasta la zona de enterramiento, descargan y cuando salen los pesamos de nuevo para saber cuánto nos dejaron”, explicó Marita.
“Cualquiera puede venir al CDF a tirar la basura, siempre y cuando cumpla con las reglas del lugar. Al vecino no se le cobra nada justamente para no fomentar la creación de basurales clandestinos. Lo único que no tratamos son los residuos peligrosos y patológicos”, recordó.
La especialista manifestó que al lugar llegan aproximadamente 300 toneladas de residuos urbanos por día, pero en los últimos meses, por la obra de la Circunvalación, están llegando también escombros, tierra, pedazos de loza y demás. De esa cantidad de residuos diarios se pueden procesar, “si todos los planetas están alineados”, 30 toneladas, es decir el 10 por ciento. “La capacidad de la planta por ahora no se puede cambiar, tenemos un solo turno, tendríamos que tener tres turnos, pero para eso necesitamos tres veces los empleados que tenemos, pero así y todo solo podríamos procesar 90 toneladas por día”, sostuvo.
Adentrándose por el predio, a unos mil metros, se encuentra la planta de procesamiento de residuos. A esa nave llega ese 10 por ciento de la basura que es separada y reciclada. “Algunos camiones ingresan y descargan acá, los que no lo hacen directamente en el enterramiento”, indicó Marita.
El camión deja bolsas de basura en la parte trasera del galpón y dos trabajadores con unas horquillas recogen los residuos y los meten dentro de una tolva que los envía a una cinta de elevación. Esta transporta todo a otra cinta donde unos 10 empleados esperan a ambos lados para realizar la clasificación de la basura. “Los primeros rompen las bolsas, y después cada uno tiene un material para recuperar, uno las botellas de vidrio, otro el pet, otro el polietileno, el cartón, hasta que llega al final y se descarta lo que nadie seleccionó, eso cae en un carro y es llevado a enterramiento”, detalló.
Al lado de cada trabajador hay un tubo por donde se depositan los materiales recuperados. Esos elementos caen en un bolsón y se los vuelve a clasificar, por ejemplo, las botellas de pet, es decir las de gaseosas, son diferenciadas por color —verdes y transparentes— y además se les retiran las tapitas que luego son donadas al Hospital Garrahan. Marita contó que algunas cosas las recuperan los clasificadores para ellos mismos y que en el enterramiento hay gente que, por ejemplo, recolecta retazos de tela. “Hace unos días vino una chica que puso una empresa que realiza ropa con trapos recuperados de la basura”, contó.
En cuanto a los vidrios rotos, afirmó que se rompen y se venden a granel, pero las botellas de salsa y los frascos de mermelada se separan. Casi todos los materiales que reciclan se venden, siempre al “mejor precio”. “No es lo mismo la lata de gaseosa que la del desodorante, lo volvés a separar y así se va haciendo una segunda o tercera clasificación hasta que llegamos a los materiales que se enfardan y los que son vendidos a granel”, especificó.
“Cuando hay una carga lista de algún material, mandamos un mail y las empresas cotizan. Lo vendemos a la que ofrezca el mejor precio”, aclaró Marita.
Explicó que en San Luis hay una industria que procesa materiales como el polietileno, papel film, o los que se llaman “soplados” que son los envases de lavandina y de champú, pero no hay lugares donde se procesen el resto de los elementos. “Por ejemplo, para reciclar pet hay tres plantas en el país, eso se vende afuera. Se arma un equipo de, por lo menos, 16 toneladas y se cotiza. Con el cartón, el aluminio y el vidrio pasa lo mismo”, contó.
Además, hay materiales que no los venden, sino que los regalan como los envases de tetrabrick y los neumáticos. “El tetra que llega en la basura no tiene mercado porque está sin lavar. Eso no tiene precio, solo lo hacemos para aportar al cuidado del medioambiente. Con respecto a neumáticos, tenemos un convenio con Holcim que es una cementera mendocina. Ellos los retiran y los utilizan para hacer combustible. De eso no recibimos dinero, pero nos sacan un problema de encima y es una manera de reciclarlo”, manifestó.
Asimismo, aseguró que el dinero que se recauda por esas ventas no es sustentable. “Nos ingresa por dos caminos: por lo que recuperamos y vendemos, y por el servicio de enterramiento que brindamos a las industrias. Todo eso va a una cuenta de la Municipalidad, nosotros no manejamos dinero acá”, indicó.
Una de las “manos” de Marita es Eduardo Brito, el supervisor de la planta, quien explicó el destino final de la basura. Cuesta arriba y varios metros adentro del predio están las fosas de enterramiento. Tanto las bolsas que no pasan por el proceso de clasificación, como el desperdicio de esto último, va a las fosas. Es una montaña, literalmente, hecha de basura. “Esta es la séptima fosa que tenemos desde que empezó a funcionar el CDF. Ya se taparon seis y a esta la comenzamos hace dos años. Se van haciendo capas, como un piso de basura, luego se lo tapa con tierra y eso es apisonado por las máquinas”, detalló. Las fosas varían en profundidad, pero la séptima tiene 7 metros. Hacia arriba, tiene 8 más.
Otro mundo
Como una oda a la disonancia, unos pájaros blancos dibujan el cielo humeante de gas metano. Buscan algo que les sirva entre todos los desperdicios. “Debajo de todo esto hay fuego”, dijo Marita señalando el horizonte de basura. “Ha ardido tanto que es como estar sobre un volcán; en 2015 estaba prendido fuego, lo apagamos, pero queda latente y con el viento se aviva, hay una combustión por los gases que se generan debajo de la tierra. Pero de vez en cuando, algún mal llevado lo prende para sacar el metal; es una manera de 'cirujear', es una técnica mundial”, afirmó.
Al CDF van unos 100 "cirujas" a rescatar materiales para vender o para uso personal. Marita contó que realizaron una reunión con un grupo de 25 y con Desarrollo Social para ofrecerles una manera de asociarse y trabajar en otras condiciones. “Les ofrecimos financiamiento para cooperativas, asociaciones civiles y les mostramos que hay otra manera posible de hacerlo, que además conseguirían un mejor precio, pero no quisieron. Así que los dejamos que vengan, pero solo en el horario que estoy yo que es de 7 a 14, por supuesto sin meterse en las zonas donde hay fuego latente, ni prenderlo”, dijo.
“La primera meseta —de basura— debe tener más de 20 años. Cuando cerramos un sector le ponemos unos venteos que son unas chimeneas que permiten que salgan los gases de esas fosas para que no exploten, luego forestamos y se clausura esa parte”, contó.
“Hace dos años que venimos reordenando este lugar, pero hace muchos más que trabajo acá. Cuando ingresé me dijeron que no era lindo y fue un desafío. Mi carácter me traiciona, pero me apasiono de las cosas y eso fue lo que sucedió. Ahora soy como la reina de la basura”, dijo entre risas y agregó: “He trabajado con mucha gente válida y otra que no, pero aprendí de las dos. Gracias a Dios hay un equipo que le pone el alma”.
CONTROL AMBIENTAL
► Una herencia indeseable
“Esta basura va a estar acá de 500 a 1.000 años, por eso fomentamos la separación de residuos y que acá llegue lo que ya no se puede reciclar”, sostuvo la subsecretaria de Control Ambiental de la Municipalidad de San Luis, Eliana Giorda.
Si bien, es una política nueva y lleva tiempo incorporarla a la cotidianeidad, Giorda aseguró que desde el año pasado la gente empezó a separar "con mayor intensidad".
"Lo importante es saber el impacto que tienen los residuos que generamos todos los días; hay gente abriendo nuestras bolsas de basura y por eso también pedimos solidaridad con los vidrios y las jeringas por los cortes. Separando y llevando ese material a los puntos verdes es mucho menos lo que no enterramos", expresó.
Giorda afirmó que la aspiración para el CDF “es poder ampliar la planta para que sea acorde a la cantidad de basura que genera la ciudad e incorporar maquinarias. La gente no tenía siquiera elementos de protección personal, así que todos esos pequeños cambios que pudimos hacer en dos años fueron muy importantes y permiten que el centro esté ordenado".
Los puntos verdes se pueden encontrar en www.sanluislaciudad.gob.ar/servicios-al-vecino/medio-ambiente. Son fáciles de identificar y el más popular está en avenida España y San Martín.
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