Por Alejandro Bercovich
“Esto es sólo una mancha más al tigre. Yo ya estoy resignado, por eso vivo cada vez menos en Argentina. Tuve que elegir entre seguir dando vueltas acá o crecer de verdad donde se puede”. La respuesta del hombre más rico del país, Alejandro Bulgheroni, brotó lapidaria cuando otro empresario le preguntó si conocía a la nueva secretaria de Energía, Mariana Matranga. Fue en un almuerzo en el hotel Alvear el miércoles, donde el dueño de Bridas y de Panamerican Energy compartió la mesa principal con el jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri, el zar de los aeropuertos Eduardo Eurnekian y el presidente de la Unión Industrial, Héctor Méndez. Aunque Matranga reporte a Axel Kicillof, el espanto por la ingeniera que expresó el ejecutivo que más crudo bombea en el país no es el de todos sus colegas. Tampoco lo siente Miguel Galuccio, el CEO de YPF, quien suele tratar con condescendencia al ministro de Economía y sólo comparte con él la enemistad con los hermanos Bulgheroni y con Julio De Vido. Al entrerriano lo seducen los pergaminos académicos y la experiencia de la ascendida funcionaria en Statoil, la petrolera noruega con mayoría estatal que él mismo le “vendió” como modelo a Cristina Kirchner tras la expropiación de Repsol.
La graduada con honores en la UBA y en el ITBA, una Meca del mundo ingenieril, estuvo en boca de muchos en el almuerzo mensual del Consejo Interamericano del Comercio y la Producción (CICyP), donde también se dejaron ver otros popes del establishment como Julio Fraomeni (Galeno), Jorge Brito (Macro), Eduardo Escasany (Galicia), Adelmo Gabbi (Bolsa de Comercio), Martín Cabrales (Cámara del Café) y Jaime Campos (AEA). Macri fue recibido como un hijo pródigo por un auditorio que lo colmó de mimos y soslayó amablemente su procesamiento por presuntas escuchas ilegales ratificado en segunda instancia, incluso al consultarlo a viva voz sobre el más reciente procesamiento de Amado Boudou. También ingeniero, el jefe de Gobierno acaba de ordenar a su bancada en la Legislatura una rezonificación que le valdrá varios millones al ITBA por la venta de su predio en Puerto Madero, donado por el Estado hace 50 años y ahora apto para edificar en altura hasta 30 metros de valiosísimas oficinas.
La eyección de un cansado y ya casi sin funciones Daniel Cameron no alcanzó a eclipsar a la amenaza buitre en las mesas del poder. Brito y Escasany se mostraron optimistas respecto de un acuerdo la semana próxima entre el Gobierno y esos fondos bajo los auspicios del special master Dan Pollack, incluso aunque no haya garantías de que un pago à la Repsol no vaya a disparar reclamos de quienes aceptaron las quitas de 2005 y 2010 amparados en la cláusula RUFO (derecho sobre futuras ofertas). “Griesa prometió informalmente un blindaje anti-RUFO si la Argentina paga y parece que elSoviético agarra viaje”, comentó en el Alvear uno de los banqueros presentes, aunque el jefe del Palacio de Hacienda pareció desmentir ayer esa alternativa desde la OEA.
Cómodo y envalentonado por algunas encuestas que parecen desmentir aquello de que al Pro le dicen Metrobús porque no sale de la Capital, el jefe de Gobierno se despachó a gusto ante los empresarios contra la Asignación Universal por Hijo y reivindicó los cacerolazos del año pasado, que definió como “las movilizaciones populares que evitaron la chavización de la Argentina”. También castigó a Sergio Massa, con quien descartó cualquier alianza. Se cuidó en cambio de mencionar el espaldarazo que por estas horas evalúa darle el jefe de la CGT opositora, Hugo Moyano, quizás después del paro nacional que propuso su compinche sindical Gerónimo Momo Venegas “para después del Mundial”.
Ruta 66
La misma noche del miércoles, Héctor Magnetto llegó escoltado por Jorge Rendo a la residencia del embajador estadounidense al promediar el cóctel por el 238vo aniversario de la independencia norteamericana. El CEO del multimedios Clarín y su director de Relaciones Institucionales se instalaron cerca de la escalinata que supieron transitar Roosevelt y Eisenhower y acapararon todas las miradas. A metros de ellos, el juez Ariel Lijo sonreía a quienes se acercaban para felicitarlo por el procesamiento del vice, a quien lastima cada vez más el fuego amigo. El magistrado desplegó sus dotes para el sarcasmo cuando vio a Rendo, a quien reconoció inmediatamente. “Esperaba el saludo de mi jefe”, soltó entre risas.
A diferencia del año pasado, cuando Guillermo Moreno acudió al besamanos anual por el Independence Day y terminó a los gritos con periodistas deClarín cuyas manos vio “manchadas de sangre”, la bandejeada con champán transcurrió esta vez sin exabruptos y matizada por una banda de rock que rindió homenaje a la mítica Ruta 66. No hubo secretarios de Estado ni candidatos presidenciales pero sí pasó a saludar la ascendente Doris Capurro, encuestadora devenida en custodia de la imagen pública de Galuccio y del gobernador Sergio Urribarri, quien no resigna aún sus aspiraciones presidenciales pese a los reiterados guiños de Cristina a su competidor Florencio Randazzo. El encargado de Negocios que oficia de embajador, Kevin Sullivan, ponderó los acuerdos con Repsol y con el Club de París y se mostró confiado en que la sangre no llegará al río en la pelea con los buitres. Lo hizo sin cuestionamientos hacia Griesa, pero sin defenderlo tampoco de las acusaciones de parcialidad que lanzó el Gobierno sobre el juez.
Chocados
El tambero cordobés Íder Peretti, otrora encargado de recaudar el “pongui pongui” que jamás llegó a las familias perjudicadas por las inundaciones platenses, volvió a oficiar de escudero del expatriado Moreno en una feria en Roma donde ambos cerraron contratos para exportar trigo, paradójicamente uno de los cultivos que más sufrió las políticas agrícolas del exsecretario. Las penurias de los trigueros son hoy un juego de niños frente a la crisis de la industria automotriz, que celebró tibiamiente el plan Pro- CreAuto pero que discretamente empezó a ofrecer retiros voluntarios a sus operarios suspendidos, con la mira puesta en un 2015 que proyecta peor aún que 2014.
A la “ministra de Autos”, como llaman a Débora Giorgi apenas un piso abajo de su despacho en Economía, le estalló además de esa crisis un conflicto de entrecasa. Lo protagonizaron los nosiglistas Marcos Coy y Gastón Ricardo, a quienes la jefa de Industria entregó la subsecretaría de Coordinación para que manejen los convenios con la UBA, donde pisa fuerte el también nosiglista Emiliano Yacobitti, enemigo mortal de Kicillof. Ricardo debió apartarse de sus tareas en medio de una disputa cuasimafiosa con Diego, un exchofer de extrema confianza de la ministra que le reclamó un dinero de manera muy enérgica. Tanto que casi interviene la policía.
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