En una hora hizo un repaso por su gestión, destacó sus logros y aunque reconoció que todavía falta mucho, atenuó su responsabilidad contraponiendo críticas a la política discriminatoria de la Nación.
“Estamos convencidos de que nuestro rol es la superación de los problemas, dejando en un segundo plano el juicio histórico, más propio de la academia, la prensa y la opinión pública”.
Ricardo Colombi,
ayer, ante la
Asamblea Legislativa.
Una hora de su tiempo le insumió al gobernador Horacio Ricardo Colombi leer las 20 páginas prolijamente estructuradas sobre las que le escribieron su mensaje de apertura de las sesiones ordinarias del año en curso. Comenzó a las 10,35 y concluyó a las 11,31 luego de hacer un repaso por los logros de su gestión, por las deudas que aún tiene con la ciudadanía que gobierna hace tantos años y luego de desparramar en andanadas, reconvenciones muy fuertes contra el Gobierno de la Nación en retirada.
El pleno parlamentario, presidido por el vicegobernador Gustavo Canteros, quien estuvo acompañado también por el presidente de la Cámara de Diputados, Pedro Cassani, cumplió rápidamente con las formalidades para luego conformar una comisión que fue a buscar al mandatario hasta su despacho ubicado a unos pocos metros de allí, en Casa de Gobierno.
En el recinto de sesiones de la Legislatura aguardaban ellos. Ministros del Superior Tribunal de Justicia, entre ellos su titular, Guillermo Semhan; los ministros del Gabinete, de asistencia perfecta; funcionarios de todo rango, concejales de la ciudad, autoridades de las fuerzas vivas y el mismísimo intendente Fabián Ríos, que fue la novedad en el marco de una tregua con el Gobernador que por momentos pareció tambalear ante las críticas que el mercedeño apuntó directo al corazón del kirchnerismo.
No estuvo el arzobispo, monseñor Andrés Stanovnik, cosa desacostumbrada; como tampoco la ciudadanía de pie. Apenas unos pocos militantes de la UCR se ubicaron con espacios en los balcones y algunos, menos osados, aguardaron afuera, detrás del cordón policial y de la Banda de Música que le puso sonido a la tranquila y radiante mañana dominguera en la cuadra del poder.
Tampoco fue ninguno de los ex gobernadores de la democracia, salvo Pedro Braillard Poccard, que estuvo pero en su rol de ministro de Seguridad.
Asistieron sí algunos dirigentes políticos y contados familiares, desapegados de esta formalidad anual que tiene, no obstante, su relevancia institucional y política innegable y que se pone en evidencia por su propio peso.
Esa fue la platea, completada por periodistas, ante la cual el gobernador Colombi fue a dar su décimo discurso con el que entrará en el promedio de su tercera gestión al frente del Poder Ejecutivo de Corrientes.
Luego de hacer el balance -en el que habló básicamente de política, con menciones contundentes al año electoral en marcha y a la necesidad de “venderle” el modelo correntino a todos los candidatos a presidente-, ponderó la necesidad de diálogo, del que se dijo su adalid, con tal de generar las condiciones de desarrollo negada desde hace tiempo a la región y, por consiguiente, a la provincia de Corrientes.
Hizo una mención elíptica al caso Nisman, habló de gravedad institucional y después descargó contra la encerrona del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, a la que hizo responsable de una situación que quiere, en palabras del primer mandatario, a provincias de rodillas si es que estas manifiestan su propio punto de vista.
Habló de las materias pendientes, sin entrar en detalles, aunque haciendo hincapié en la necesidad de de- sarrollo, en la urgencia de solucionar el tema energético y de infraestructura, de agregar valor a la producción, de propender al desarrollo turístico y de seguir sosteniendo la salud, la educación y la cultura.
Puso como tema central el de la inseguridad por la matriz excluyente en la que se desenvuelve la vida de los correntinos; pidió compromiso judicial para tratar de controlar el tema y también puso de relieve, como uno de los aspectos negativos, al de la drogadicción y a la pérdida de los valores fundantes, como el de la familia.
No hizo más que mención a la suba de la tarifa energética, pero la ligó al sostenimiento de políticas heredadas desde los 90, según aclaró.
Elogió el equilibro fiscal del año pasado, sobre todo porque se logró ese objetivo en un contexto inflacionario; el crecimiento de la masa salarial; el 82% móvil con el que se paga a los jubilados y además reconoció, con un agradecimiento, a docentes, tutores y a referentes sindicales, que permitieron que Corrientes pueda iniciar las clases con normalidad por sexto año consecutivo.
Volvió a exaltar el aporte coparticipable a las comunas, los avances del Pacto Correntino de Crecimiento, la pronta inauguración de parques industriales, de la instalación de la planta de Coca-Cola y la inauguración del primer tramo de la red de gas natural que se hará esta semana en Paso de los Libres. Habló de la construcción de unas 5 mil viviendas y luego fijó pautas que considera son necesarias para el crecimiento. Puntos conceptuales para los que pidió acompañamiento, sobre todo a la dirigencia política, a la que exhortó discernir entre lo coyuntural y lo estratégico.
Cerró, como siempre, apelando a la emoción de los correntinos, mencionando Malvinas y a otros atributos de nuestro “ñande reko”.
Habló todo el tiempo de nosotros. Agradeció a los legisladores por el acompañamiento en asuntos clave y los instó a seguir trabajando en conjunto, celebrando acuerdos políticos, según dijo, en base al diálogo.
La repetida referencia a los entendimientos resultantes del intercambio de ideas, cosa que puede discutirse por la historia misma de este Gobernador y su modo de relación con socios y adversarios políticos, generó varios cruces de miradas entre los legisladores y representantes opositores, sobre todo porque muchos de ellos, por traslación, fueron blanco de las más ácidas amonestaciones del doctor Horacio Ricardo.
Desde el fondo del hemiciclo, cuidadosamente ubicada, Estela Barattini, la primera dama provincial, ataviada con un sobrio traje azul y negro seguía el discurso con lectura atenta, asintiendo tímidamente.
Sólo en cuatro ocasiones los aplausos de la platea le dieron a Colombi un respiro a su alocución, por momentos monocorde.
Cuando terminó, acomodó su corbata roja con detalles rayados en celeste y ocre, con un remedo del gesto billardeano de llevar la mano derecha a la garganta y luego reposó, en el sillón principal del estrado, bajo el cuadro de San Martín, conversando con Canteros y Cassani; esperando, tal vez, que desalojen la sala. Impidió, ese gesto, el que todos estaban esperando: el saludo público y con testigos con el intendente Fabián Ríos.
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