Por segunda vez en la historia de las batallas legales por las marcas, la multinacional Coca Cola declaró la guerra contra una cerveza fabricada por los indígenas del departamento del Cauca, por usar en su nombre la palabra coca.
Los abogados de la firma Brigard Castro, de Bogotá, apoderados de la empresa estadounidense, anunciaron que llevarán a cabo acciones legales contra los indígenas porque el uso de las palabras coca y pola en su cerveza Coca Pola “podría violar la ley de marcas registradas en Colombia” y “la ley de competencia desleal”.
Los abogados pidieron que los indígenas “cesen y desistan permanentemente” de usar esas palabras o cualquier término similar que pueda confundirse con las marcas comerciales propiedad de The Coca Cola Company.
La noticia fue publicada en Twitter por Coca Nasa, una pequeña empresa de quince trabajadores del resguardo de Calderas, situado en Tierradentro, Cauca, y causó revuelo mundial al ser difundida por la BBC.
“Nos han pedido que dejemos de usar las marcas relativas a la hoja de coca que llevan el nombre ‘coca’. Esa solicitud es muy difícil de atender, porque la hoja de coca es patrimonio de los pueblos indígenas”, dijo a la BBC el abogado David Curtidor, representante legal de la empresa. “Es una disputa no solamente en lo espiritual, sino también en lo económico”.
La noticia me hizo recordar la lucha de los indígenas de la Amazonía para lograr la anulación de la patente del yagé, o ayahuasca, su planta sagrada. Esta le fue otorgada en 1986 a Loren Miller, dueño de un laboratorio farmacéutico en Estados Unidos. La patente le adjudicó todos los derechos sobre la planta. Los indígenas se enteraron de la noticia diez años más tarde. Al final, la Oficina de Patentes de EE. UU. falló a favor de los indígenas y la anuló porque ya había registros anteriores de la planta en el herbario de la Universidad de Michigan.
La pelea entre Coca Cola y los indígenas del Cauca se remonta al año 2005, cuando ellos fundaron Coca Nasa, una empresa comunitaria dedicada a la fabricación de productos a base de hoja de coca. La empresa lanzó Coca Sek, una bebida energética que al mismo tiempo era un refresco de hoja de coca. Después empezó a vender aguardiente Wallinde, Coca Libre, Coca Ron y, por último, la cerveza Coca Pola.
Colombia, “país de leyes”: desde 2007, Coca Cola y sus abogados enfilaron sus baterías contra Coca Sek. Los indígenas invocaron un fallo del Consejo de Estado que amparaba su derecho al trabajo y diferenciaba los usos legales de la hoja de coca de los ilegales de la cocaína. En 2018, la disputa llegó a la Corte Constitucional. Esta dijo que “la producción de la hoja de coca en Colombia no está expresamente ni prohibida ni permitida”.
La Coca Cola tiene ese nombre porque un químico estadounidense inventó ese refresco energizante mezclando jarabe de azúcar con extractos de hoja de coca y de nuez de cola, a fines del siglo XIX.
No sé cuál será el resultado final de la batalla de Coca Cola contra la cerveza indígena. Creo que es un episodio más de la guerra milenaria provocada por la ambición desmedida de los hombres por la riqueza. Pero no se necesita ser magistrado de una Corte Suprema de Justicia para decir que Coca Cola no es la propietaria de la palabra coca. Tampoco es propietaria intelectual de los usos alimenticios ni medicinales de la hoja de coca, como las multinacionales farmacéuticas no son propietarias del yagé ni de los demás productos ancestrales de los indígenas americanos —como la quinua, la uña de gato y la sangre de drago—, con cuyas patentes han ganado miles de millones de dólares
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