Por: Roberto García. Para la presentación de esta noche en la pantalla habrá cinco impostores. O actores, que viene a ser lo mismo: personas que interpretan a otros, imitadores de identidades ajenas.
El quinteto de candidatos ofrecerá una personalidad recortada, maquillada, distinta de la que exhiben todos los días y con la cual, curiosamente, han llegado al punto de largada. Contrarían su propia historia. En la impostura televisiva habrá duelo de un trío protagónico (Bullrich, Massa y Milei) y la participación menor de dos (Bregman y Schiaretti) que serían capaces de arrojarse de un décimo piso para figurar en un primer plano. Cinco aspirantes a ser desde hoy los más famosos del país hasta el 22 de octubre, fecha de entierro electoral de tres de estas estrellas efímeras, a las que poco aportó el curso acelerado del método Stanislavsky o las enseñanzas del Actor’s Studio.
Tampoco les valió la contratación de presuntos expertos en comunicación, extranjeros, esos que viajan por el mundo cobrando caro, repitiendo eslóganes, convirtiendo en científico lo que es una venta de chucherías en el subterráneo, con más fracasos que victorias. Todo por llegar a Hollywood, a la Meca. O a la Casa Rosada, que también viene a ser lo mismo: una fantasía a disfrutar luego por uno solo. Soñadores para ocupar en la Argentina el sillón de Alberto Fernández, disponer un busto en esa vivienda, y finalizar el mandato como él ahora, con una lujosa travesía de fin de curso por el mundo debido a que en su adolescencia no pudo hacer el viaje de egresados a Bariloche. Ojalá fuera esa sola la indemnización.
En el trío principal, Massa ofrece una titánica transformación molecular para la noche del 10 de diciembre, si llegara a ganar: un cambio entero del color de su piel, si es negra se vuelve blanca. O viceversa. También puede adquirir otro color para no ser prejuicioso, promesa de travestismo instantáneo que nadie podrá dudar debido a su trayectoria registrada en diversos videos. Si hasta se ha convencido de que no ha ejercido como ministro de Economía en el último año, que le ha hecho al país el favor de bailar con la más fea aceptando un cargo que no quería. Si triunfa, claro, dirá que hará un mundo opuesto al que ahora domina. Hasta puede garantizar un numen que lo asista part-time como paraguas para protegerlo de lo que él mismo provoco: la inflación, la pobreza, la devaluación y otras yerbas. Un Roberto Lavagna que le cubra la espalda empapada, que le repare una credibilidad perdida. No hay muchos con esos antecedentes en el mercado, aunque no signifiquen votos. Como procedió Patricia Bullrich con Carlos Melconian, un reemplazante para su costado más débil –a pesar de que presumía de un gran equipo–, de dudosa rentabilidad en los comicios, pero necesario para que esta noche la acompañe en la transmisión del debate en Santiago del Estero.
Viene el economista de disertar en Greenwich (Connecticut), en la casa de Gerardo Mato, “Gerry” para los amigos, un rechoncho jubilado de un banco internacional que supo caracterizarse –como casi todos los bancos– por extraditar dólares sin declarar a cuentas aún más negras, hoy cercano a distintos fondos que gustan gastarse unos dólares en llevar a EE.UU. a eventuales ministros de Economía (además de Melconian, el voluntario “Gerry” antes había convocado a Darío Epstein y a Juan Ignacio Napoli de Javier Milei). En materia de fondos de inversión y entidades financieras, Massa no requiere de este personaje influyente: dispone de sus propios contactos, desde los tiempos en que Cristina gobernaba y el exitoso meteoro David Martínez lo visitaba con admiración cada vez que llegaba al país (como a Carlos Zanini). “Gerry” parece un mecenas, un argentino que dice “pensar en la Argentina”, reputado coleccionista de autos antiguos con los que se suele pasear por el cotizado barrio, donde Eduardo Eurnekian, Jennifer Lawrence y Lewis Hamilton son vecinos en el territorio con más millonarios por metro cuadrado. Es singular que esta experiencia doméstica de invitaciones a un mismo domicilio con presencia de argentinos y latinos suela convertirse en “la voz de los mercados” en los Estados Unidos, la opinión del círculo rojo norteamericano. Al menos así lo transmite con inocencia subdesarrollada gran parte de la prensa local.
Bullrich, como el resto de sus colegas postulantes, también se concentró en probarse ante los posibles rivales de esta noche. Y, como ensayo, soportó el ejercicio teatral o psicológico de enfrentar a Eduardo Amadeo haciendo de Schiaretti, a Javier Arenaza (sucesor de otro “Gerry”, Millman) fingiendo ser Massa y a José Luis Espert como el peculiar Milei: habrá que recordar que no solo se conocen mucho estos economistas, sino que Espert a menudo preparaba videos con excentricidades más jocosas que Milei. Sale Patricia con un entusiasmo del que carecía hace veinte días; esas reuniones de improvisación le alegraron el alma. Algo semejante le ocurrió a Milei, quien se enfrascó en el análisis de lo que dirá esta noche con más de un consejero y con un cambio menor en su conducta, basada en un lema de Carlos Menem: “Si nos organizamos, perdemos”. Alentado por las nuevas pústulas de la “casta” (caso Chocolate en la Legislatura bonaerense) y por las encuestas (ninguna lo ubica fuera del ballottage y él siempre dijo: “Si entro en la segunda vuelta, ganamos seguro”), solo se alarma por una sensación general y tal vez propia: la posibilidad de que produzca un trompo que lo aparte de la definición. Se siente atacado por “los 6, 7, 8” de Juntos por el Cambio y, en particular, por las novedades que le acercaron sobre un plan de inteligencia amparado por Massa para perjudicarlo. En rigor, la difusión de esa tenebrosa maniobra (ver Alconada Mon en La Nación) podría beneficiarlo en otro aspecto: el derrumbe de que es un caballo de Troya del actual ministro de Economía.
Para esta noche nadie imagina belicoso a Schiaretti, sí moderado y sólido, pero con la evidencia de que no pudo romper el círculo cerrado de Córdoba para ampliarse nacionalmente. Interesa saber el rumbo de su fuerza, y la intención de su heredero Llaryora, si el 22 de octubre, en el caso de que haya una segunda vuelta. ¿A quien apoyarán? Dilema para peronistas que no creen mucho en el peronismo intoxicado por Cristina Fernández. Más convencida de su existencia minoritaria, en cambio, aparecerá Myriam Bregman provocando los mayores ruidos de la noche, tocando a cada rato el botón rojo que permite interrumpir a los otros. Solo intentará remontar algún punto en una elección deslucida para la izquierda, justo cuando están dadas todas las condiciones objetivas para la revolución. Tanto pregonar a Trotsky y el revolucionario termina siendo Milei.
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