En el Gobierno están convencidos de que esta vez será distinto; la cotización de la moneda estadounidense impacta en la economía real, y también la historia reciente; el clima de gol reinó en Balcarce 50 y ahora comienzan nuevos desafíos: las listas, los boicots y por qué al campo no le hablan con “el corazón”
José Del Rio
El primer round terminó. Después de 2049 días de cepo, la moneda estadounidense cerró en $1230 y el Banco Central no intervino. Scott Bessent, secretario del Tesoro y hombre de confianza de Donald Trump, estuvo una hora y media junto al presidente Javier Milei y su equipo económico, y ratificó el “pleno apoyo” de los Estados Unidos por las “audaces reformas económicas”. No obstante, todos saben que el partido es largo.
La algarabía de los resultados del denominado “Día D” fue total en Balcarce 50, al punto que el Presidente reactivó su agenda en redes sociales a niveles de Foro de Davos y compartió poco antes de las 13 un “Viva la libertad carajo” en una taza con la frase “Lágrimas de zurdo”. Si al anuncio del final del cepo el Gobierno lo había celebrado como el gol de Gonzalo Montiel en la final de Qatar -tal como reveló la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich-, este lunes la sensación que se recogía era la de otra final ganada. “Sabíamos que la base estaba sólida, pero pudimos comprobarlo con hechos. Nunca lo dudamos”, se entusiasmó una alta fuente del Ministerio de Economía.
Ads by"Lágrimas de zurdo": la taza que eligió el titular del Poder Ejecutivo fue la manera que tuvo para celebrar en un día de hiperacción en redes sociales que el dólar se mantuvo entre las bandas
El vocero presidencial, Manuel Adorni, fue más allá pasadas las seis e ironizó: “Nerviosismo total”. La foto del equipo los mostraba exultantes. El Gobierno asegura que con una macro ordenada, superávit fiscal y comercial, ajuste en el gasto y emisión monetaria cero, las condiciones estaban dadas. En la oposición son menos optimistas y, si bien destacan la audacia en la medida, hablan de una solución de corto plazo para llegar a las elecciones con oxígeno. Luego, dicen, comenzará la pulseada entre las bandas y sus límites móviles, porque la inflación del 3,7% del último mes corre el arco de cara a lo que viene.
“Sin pesos en la calle no hay riesgo de presión cambiaria. El que podía comprar ya lo hizo. Los resultados así lo demuestran”, alegaron en Balcarce 50. La decisión del final del cepo fue bendecida por propios y ajenos. Desde Gabriel Rubinstein -exfuncionario de Sergio Massa- a Alfonso Prat-Gay -exministro macrista- felicitaron al gabinete económico. Las principales cámaras empresarias y los inversores del exterior también hicieron lo suyo. No hay grieta ni enemigos, al menos no por ahora. Todos valoran la falta de oportunismo electoral y el hecho privilegiar la economía a los intereses políticos de una elección en ciernes. Los funcionarios setearon expectativas en el piso de la banda de $1000 más que en el techo de $1400 y anticipan que las cuentas están lo suficientemente bien hechas para que los vaivenes propios de esta primera semana sean atenuados con el peso de la realidad. Dicen una y otra vez que esta oportunidad será distinta respecto de la historia reciente.
Ahora el desafío será el de la microeconomía, donde cualquier vaivén con la moneda estadounidense despierta los fantasmas del pasadoShutterstock
La economía como ciencia de la escasez tiene variables controlables y no controlables. Desde las primeras, los deberes se hicieron y otras tantas a futuro están escritas. Al punto que el maridaje con lo que pide el Fondo Monetario Internacional (FMI) era casi un calco del plan ya esbozado por parte del gabinete. Mientras varios consultores económicos vaticinan un protagonismo de la tasa de interés de cara al futuro para regular el tipo de cambio, en el Gobierno rechazan de plano esos comentarios porque sostienen que ese prisma quedó obsoleto con su política de no emisión.
Ahora, claro está, comienza el segundo round y tal vez el más importante para el metro cuadrado de los ciudadanos. “Los precios no tienen por qué subir”, disparó el Presidente. Y agregó: “Al haber sacado el cepo, el tipo de cambio no va a determinar la inflación”. La contienda macro versus micro es un factor fundamental por dos razones: la ralentización del incremento de los precios y la llegada a niveles del 2% era espejo directo de la mejora en la imagen presidencial. Algo similar a lo que ocurrió durante los días en los que la moneda estadounidense había salido de la agenda.
¿Dónde están los verdes?
Es que los dólares están por todos lados en la Argentina. Cinco de cada diez autopartes que se utilizan para la producción local de coches terminados vienen del exterior. Un 65% de las drogas que tienen como insumo las farmacéuticas para la producción de remedios no habla castellano y el 99% de los celulares y LCD que dicen “fabricado en Tierra del Fuego” cuenta con tecnología del exterior. El Grupo Techint, uno de los principales fabricantes de tubos de acero sin costura del mundo, necesita importar mineral de hierro para abastecer a sus mercados internacionales, mientras la más cercana Arcor requiere del cacao para que los chocolates lleguen a los kioscos. El número es elocuente: seis de cada diez insumos que se importan no tienen un proveedor local que pueda abastecerlos, según la Cámara de Importadores de la República Argentina (CIRA).
Hernán Lacunza: "Hay que descartar los escenarios traumáticos"
A su vez, los panificados tienen -en promedio- un 30% de dólar commodity en sangre a través del trigo y algo similar ocurre con el maíz y la soja en la cadena de las carnes.
“El 90% de los grandes industriales utiliza al menos un insumo importado, mientras al 67% de las pymes también les es imprescindible un proveedor del exterior porque no existe localmente quien pueda abastecerlos”, aseguran los importadores.
La decisión que arrancó este lunes puso fin a lo que los empresarios denominan la “economía del dique”. Es decir, un cepo que siempre nace como contención de la salida de dólares, pero que en definitiva lo que genera también es que se frene el ingreso de inversiones y divisas, aunque, claro está, terminará de completarse cuando las empresas puedan girar los dividendos pendientes.
De ayer a hoy
El propio Hernán Lacunza, exministro de Mauricio Macri, quien repuso el cepo el 2 de septiembre de 2019, felicitó al gabinete y admitió que su decisión se trató de una medida extraordinaria. “Por la misma razón que un emergentólogo le aplica un torniquete y no un anticoagulante a un paciente desangrándose. Era cepo o corralito: con ahorristas huyendo del peso, rumores de elecciones anticipadas y dólar desanclado, las reservas disponibles no alcanzaban para depositantes y tenedores de pesos. En crisis financiera con riesgo institucional, la política económica consiste en elegir lo menos malo”, justificó el escenario de 2019. Luego, siempre es más cómodo para gobiernos intervencionistas el control del dólar que el devenir de la economía real. De ahí que el cepo duró en su segundo capítulo -ya el kirchnerismo lo había impuesto antes- 99 días del gobierno de Mauricio Macri -quien buscaba ser el primer presidente no peronista en terminar su mandato-, 1461 días de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, quienes con la excusa de “cuidarnos de la pandemia”, se hicieron absolutamente los distraídos antes, durante y después de su gestión hasta el actual “che Milei”, y luego 489 días del gobierno libertario, quien había prometido el final en campaña.
El Presidente anticipó que volverán las retenciones para el campo con el objetivo claro de acelerar el ingreso de dólares
Claro está, hay varios aprendizajes que Luis Caputo y Santiago Bausili -presidente del Central- toman de la historia reciente. "Las retenciones a las exportaciones tradicionales se las hemos bajado transitoriamente. Es decir, que vuelven en junio”, dijo Milei en una entrevista radial. Y agregó: “Es más, avísele al campo que si tiene que liquidar, liquide ahora, porque en julio vuelven las retenciones, claro”. Ya no habla con el corazón.
La separación de los individuos de las empresas en términos de los plazos de “la liberación” se basa en la experiencia pasada, en la que muchos empresarios locales giraron al exterior el máximo de utilidades posibles por si el veranito de esa época terminaba en un regreso del kirchnerismo. “Acá siempre hay que cubrirse. Sabemos que todo es muy pendular en la Argentina. Entonces cuando se abren las oportunidades y terminan las restricciones, las aprovechamos”, rememoró uno de los grandes empresarios argentinos en off the record.
Marcos Galperin, fundador de Mercado Libre, lo hizo oficialmente a través de su cuenta de X: “Hoy es un gran día para los argentinos”. Días antes había celebrado una inversión de su compañía con el propio grito del Presidente.
La batalla macro versus la micro no es nueva. Comenzó el mismo viernes poco después de la cadena nacional. “Me avisan dos proveedores que van a remarcar un 20% desde el lunes. ¿Podés creer?”. El comentario surgió el sábado en un restaurante muy tradicional de zona norte, en la que el dueño de esa pyme les canceló la compra hasta que el panorama se despejara. LA NACION contactó a esa compañía que evitó hacer declaraciones.
La tendencia argentina al stockeo tampoco se percibió en los centros comerciales. “Ahora no hay dudas de que la batalla de fondo se librará en el terreno de los precios. Nuestros consumidores no tienen la práctica de boicotear a quienes se pasan de listos, pero el mundo sí la tiene y los que aceleran en las curvas no son sólo los funcionarios, sino también gran parte del empresariado que se anticipa por las dudas y nunca da marcha atrás”, describió uno de los economistas más consultados por el establishment. Y agregó: “Después de todo, la historia no ayuda”. Unos 13 ceros suprimió la Argentina en su moneda en sólo 18 años. El austral pasó de acuñar monedas de medio centavo a billetes de 500.000 con la imagen del expresidente Manuel Quintana en siete años y el histórico peso ley 18.188 tuvo un billete de $1.000.000, rompiendo todos los récords.
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