La fuerza política atraviesa un nuevo tiempo de digresiones y enfrentamientos. La necesidad de una renovación le abre la puerta a un sector que quiere desafiar la conducción K.
Por: Joaquín Múgica Díaz.
Nada sin Cristina. El mensaje de La Cámpora no da lugar a segundas lecturas. La bandera que la agrupación mostró en Quilmes algunos días atrás tiene escrita una consigna del pasado, inaugurada en plena causa de Vialidad, en la que Cristina Kirchner fue condenada. En ese tiempo el kirchnerismo aseguraba que la querían proscribir para que no compita en las elecciones presidenciales del 2023.
El contenido de esa frase cambió de interpretación después de los cuestionamientos de Andrés “Cuervo” Larroque a la conducción política de la ex vicepresidenta. Con rapidez, la organización que lidera Máximo Kirchner puso en las calles de Hurlingham y Quilmes -antes de una visita de gestión de Axel Kicillof- pasacalles con esa consigna. Que a nadie se le ocurra poner un pie afuera.
La aparición de la bandera fue para mostrarle al gobernador bonaerense y a uno de sus ministros más cercanos que el proyecto político que se está refundando en el peronismo es con CFK adentro. Por si quedaba alguna duda, durante la última conferencia que la ex presidenta dio en Quilmes - donde gobierna la camporista Mayra Mendoza - la militancia desenrolló el telón con esa frase frente a los ojos de la ex mandataria. Para que todos vean y entiendan el posicionamiento de La Cámpora.
Hay varios debates de fondo en el peronismo y, especialmente, en el kirchnerismo. A esta altura del calendario nadie cree que haya que empujar a la ex presidenta por la ventana. Es, para cualquiera que lo intente pensar, una misión imposible, además de un absurdo. La discusión es en qué lugar debe estar parada en el proyecto político que empieza a construirse sobre la base de los cimientos que ella y Néstor Kirchner construyeron. En la coalición existe cierto hartazgo respecto a los discursos de la ex mandataria. A ese formado docente que varios dirigentes ya no escuchan.
La bandera de La Cámpora con la frase que identiica un capítulo de la nueva interna
Internamente se debate si es tiempo de una renovación profunda o si su conducción todopoderosa seguirá ejerciendo el mismo formado de decisión en el momento que se defina la estrategia política. Es decir, si las decisiones importantes volverán a estar en el puño de la familia Kirchner. El sector más cristinista tiene una postura sin fisuras sobre el rol que debe ocupar. Ella es la conductora y ella es la que manda. Sin ella ninguno de los que están debajo podría haber llegado a una banca legislativa o una intendencia. Nada se pudo hacer sin ella y nada debe hacerse sin ella.
El sector más crítico del kirchnerismo, donde aparecen varios de los dirigentes bonaerenses que rodean a Kicillof, da cuenta del final de una etapa en la toma de decisiones. Pero la molestia que está enquistada no es tanto con CFK, sino con su hijo y la agrupación que conduce. En el entorno de Máximo Kirchner cierran con rapidez ese foco. “No se puede pensar a Cristina sin Máximo y La Cámpora”, advierten. En otras palabras, no se puede enfrentar al diputado y pedir el apoyo de la ex presidente al mismo tiempo. Es una ecuación que no cierra.
“Están discutiendo a Cristina. El rol de Máximo nos sirvió en el 2017 para que vuelvan los intendentes y en el 2019 para que Massa sea parte otra vez. Es un rol importante. Tenemos que lograr resolver nuestros problemas rápido”, aseguró un dirigente de La Cámpora inmiscuido en los pormenores de la discusión política interna. En el camporismo y el sector K más duro defienden el rol de Máximo Kirchner como un articulador clave para ampliar el espacio político. Un partícipe necesario de la reconstrucción peronista en la última década.
Los detractores del legislador le recriminan cerrar la mesa de decisión para su grupo íntimo y manejar el armado de las listas legislativas a su gusto, negociando siempre con los mismo sectores políticos y sindicales. Además, no le respetan su conducción política por considerar que no hay consenso dirigencial, por fuera del núcleo de intendentes y la dirigencia camporista, para que ocupe la presidencia del PJ Bonaerense y dependan de él las definiciones electorales. No ven que haya sustento ni capacidad de conducir al peronismo en su mayoría.
La ex presidenta junto a tres de los principales dirigentes de La Cámpora
“Los liderazgos los define la realidad, no se a autoproclaman ni se autoperciben”, dijo Larroque algunas horas atrás en una entrevista. Luego, se sinceró: “Hace dos meses que no hablo con Máximo”. Consultado por rol de líder del hijo de CFK, aseguró que los liderazgos “los define la realidad, no se autoproclaman ni se autoperciben”. Habló para que lo escuchen y para que vean que no sucumbirá ante las presiones discursivas de la ex presidenta.
Larroque no aceptó las reglas del juego impuestas por Cristina Kirchner un puñado de días atrás en Quilmes, que le había pedido a la dirigencia que no vaya a los medios a hablar mal de otros compañeros. Una muestra de rebeldía que alimenta la postura que tiene un sector del kirchnerismo respecto a los límites para moverse que históricamente impusieron Cristina y Máximo Kirchner. Un desafío a la conducción y las reglas internas. Y, sobre todo, la apertura de un camino hacia un cambio de época.
Por fuera del mundo K, la mirada sobre el rol de la ex presidenta es bien crítica. Son muchos los dirigentes que se van acumulando detrás de una postura que no hacen pública. El tiempo de Cristina Kirchner en la marquesina del peronismo se terminó. Si eso no lo entiende la ex vicepresidenta o no hay presión dirigencial que lo imponga en la discusión interna, entonces la viabilidad de un proyecto político que cautive es nula. Esa es la línea de pensamiento.
En ese sector del peronismo entienden que la gente ya no quiere escuchar a CFK. Mucho menos en el contexto que construye La Cámpora, donde ella pasa a tener una palabra indiscutible y un lugar intocable en la estructura de la fuerza política. La elevación a un lugar inmaculado que en varias terminales peronistas no comparten. Incluso, ven que se terminó el tiempo de esa centralidad absoluta y que la discusión - que debe ser para adelante - no puede seguir anclada al proyecto kirchnerista.
Axel Kicillof es el apuntado en el peronismo como el posible sucesor de la ex presidenta
La disyuntiva de fondo es si el peronismo debe abrazar a una dirigente que tiene poder para ordenar a una porción importante de la coalición política, mantenerle su lugar de privilegio y aceptar que en la provincia de Buenos Aires sigue juntando un importante caudal de votos, o si la dirigencia que está dispuesta a dar de baja el ciclo de CFK, debe avanzar con convicción y firmeza para librar la batalla de la sucesión en el mando, con el objetivo implícito de volver a enamorar al electorado, pero con una figura nueva.
El debate del peronismo está abierto y tendrá muchos capítulos a lo largo de los próximos meses. Porque lo cierto es que una parte importante de la coalición opositora entendió que la sociedad ha decidido terminar en las urnas con el proyecto político de Cristina Kirchner y que el gran desafío es reformularse sin mandar a nadie a su casa.
Se trata de volver a armar el rompecabezas de la unidad pero con ideas nuevas y caras frescas. Para eso, entienden muchos, es necesario que la ex presidenta sea la encargada de liderar la renovación peronista. ¿Cómo? Dándole espacio para caminar y poder para ejercer a la figura que tenga la capacidad de liderar. ¿Quién? Todos apuntan a Axel Kicillof, mientras varios hacen fila frente a la puerta de la gobernación cordobesa donde vive Martín Llaryora, a la espera de un jugador que ya saben que tardará en salir a la cancha.
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