Por
NICOLÁS LANTOS
Un dato llamó la atención de un viejo puntero radical del conurbano sur, que dio aviso a su referente, que a su vez puso en alerta a uno de los responsables del armado de la UCR en la provincia de Buenos Aires. Esta semana, después de que el fiscal Diego Luciani pidiera una condena de inhabilitación perpetua contra Cristina Fernández de Kirchner, dos unidades básicas de agrupaciones peronistas que estaban cerradas desde la pandemia volvieron a mostrar actividad: la persiana levantada, la luz encendida, una mesita en la vereda durante el día y varios vecinos que se acercaban para charlar sobre lo que sucede y lo que les sucede. Argentina, ese país que siempre guarda una sorpresa bajo la manga.
La escena que detectó ese dirigente en su barrio se repitió en varios puntos del territorio nacional, según pudo corroborar El Destape, y da cuenta de que la respuesta ante el intento de proscripción de la vicepresidenta (¿y precandidata presidencial?) fue un fenómeno que nació de abajo hacia arriba y no al revés. No es una novedad pero sí un recordatorio de la potencia política de su figura, muchas veces soslayada en los análisis y el discurso de los medios dominantes, quizás porque el fenómeno escapa de su comprensión. Los seres humanos, a lo largo de la historia, le pusimos nombre a construcciones difusas que nos permiten señalar las cosas que no entendemos. Algunos, al liderazgo popular sólo pueden decirle asociación ilícita.
Una semana atrás, cuando cerraba la edición anterior de este panorama, en vísperas del alegato final de Luciani, sólo se había pronunciado en apoyo de CFK un grupo de 500 intendentes del interior, sin nombres de peso en el escenario político nacional y nadie imaginaba lo que sucedería en los días sucesivos. El respaldo a nivel dirigencial fue unánime y contundente, y excedió en su alcance los límites del oficialismo (hubo pronunciamientos contundentes de dirigentes de izquierda, como Myriam Bregman y Nicolás del Caño, y de derecha, como Miguel Pichetto y Carlos Maslatón) y del país, con repercusiones a nivel presidencial en Colombia, México, Bolivia y Honduras. A lo mejor, Gabriel Boric estuvo distraído buscando a Chile en el álbum del Mundial.
Dentro del peronismo y aledaños, el apoyo tuvo su vértice en un comunicado oficial de la presidencia de la Nación y derramó por todo el gabinete, las dos cámaras del Congreso, los gobernadores (hasta el reacio Omar Perotti encendió el Internet Explorer para postear un repudio en sus redes), intendentes del conurbano, la CGT, la CTA y todas las organizaciones sociales. El ministro de Economía, Sergio Massa, cumplió su rol de interlocutor con los empresarios en un mensaje que les hablaba directamente, recordándoles que cuando Mauricio Macri fue presidente varios de ellos terminaron presos en el marco de una causa amañada, tal como la de Vialidad, y que lo único que evita que eso pueda volver a pasar es el Frente de Todos.
Sin embargo el fenómeno más sorprendente, por la velocidad en la que pasó de cero a cien, fue la movilización callejera, que tuvo lugar en todo el país. Hubo movilizaciones de lunes a sábado en varias ciudades, incluyendo bastiones opositores en las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. La vigilia frente a la casa de CFK en la esquina de Uruguay y Juncal, en Recoleta, comenzó el lunes como respuesta a la provocación del mismo grupo de manifestantes que agredió reiteradas veces a funcionarios y legisladores sin que eso despierte reacción policial ni judicial. La respuesta violenta de la Policía de la Ciudad solamente llegó después de que arribaran al lugar los peronistas. El legislador Adrián Grana fue detenido pero nadie acusó al gobierno porteño de antidemocrático.
Esa noche el jefe de gobierno Horacio Rodríguez Larreta escribió un tuit en el que le pedía a la “SEÑORA PRESIDENTA” que “NO ENGENDRE MÁS VIOLENCIA” y “CONTRIBUYA A LA PAZ SOCIAL”. La vigilia continuó sin mayores inconvenientes (descontando a una vecina que amenazó a algunos manifestantes con un cuchillo de mesa) hasta que el propio alcalde decidió escalar el conflicto. En la madrugada del sábado aprovechó que los chaparrones habían raleado por unas horas la concurrencia para vallar la manzana, sitiando literalmente a CFK. Al cierre de este panorama el peronismo comenzaba a concentrarse en la Recoleta, obligando a un repliegue del exagerado operativo judicial.
Un paso atrás de la reacción popular se movió la dirigencia, que fue sorprendida por la velocidad en la que se desenvolvieron los acontecimientos. El lunes pasado, uno de los intendentes más cercanos a Máximo Kirchner, cuando terminó de ver en su despacho y por youtube el alegato del fiscal Luciani se subió a un auto con rumbo a La Plata para participar de una reunión que tenía agendada donde se iban a discutir algunas cuestiones respecto a la organización de un congreso en la Argentina de un organismo internacional. Solamente cuando comenzaron a llegarle las noticias desde Juncal y Uruguay es que decidió apurar el fin de la jornada y dirigirse a la Capital para sumarse a la vigilia que se había conformado de manera espontánea.
Lo dijo Perón: “Sólo la organización vence al tiempo”. El jueves, en un encuentro que contó con la participación del presidente Fernández por zoom, el Consejo del PJ Nacional decidió ponerse en estado de alerta y movilización permanente, reflejando en palabras lo que en los hechos ya estaba sucediendo en las plazas y las unidades básicas. Incluso el anémico justicialismo porteño sintió el rush de efervescencia popular y tuvo más acción que en los últimos cincuenta años de corrido. El jueves, un congreso tuvo que convertirse en cabildo abierto a causa de la cantidad de dirigentes y militantes que manifestaron su voluntad de participar. Finalmente eso devino en otra manifestación que concluyó nuevamente y de forma pacífica en la casa de la vicepresidenta.
La noticia pasó desapercibida entre tanto, pero en el acto que se hizo en San Telmo, el titular del PJ porteño, Victor Santa María, había pedido que Fernández de Kirchner sea candidata presidencial el año que viene. “Cristina no solamente son los doce años. Cristina es el futuro. Cristina es lo que tenemos que trabajar. Y lamentablemente, le pese a quien le pese, hoy tenemos una candidata y la tenemos que defender porque ella siempre nos va a defender a todos nosotros. Por eso no tenemos mejor opción en nuestro espacio político que Cristina encabece el proceso”, dijo. El lapsus a lo mejor se justifica por la adrenalina del momento. Junto a él aplaudía el otro hombre fuerte del peronismo de la ciudad: el flamante vicejefe de Gabinete, Juan Manuel Olmos.
Flashback a 24 horas antes, la noche del miércoles, cuando el presidente, contra todo sentido común, decidió dar una entrevista en vivo en los estudios de TN y a los dos periodistas con mejor gimnasia para sacarle a su interlocutor el título deseado que tiene esa escudería. Cuando llegó el momento de contestar respecto a su reelección, el presidente por primera vez evitó candidatearse. Fue un poco más allá al decir que no haría nada que ponga en peligro la unidad del Frente de Todos. A buen entendedor, pocas palabras. Volvemos al jueves por la noche. Al regresar del Senado, la vicepresidenta saluda a los militantes. Alguien le acerca una gorra que dice CFK 2023. Ella mira detenidamente la inscripción, se pone la gorra, posa para la foto y se la saca.
El jueves también sesionó el Consejo del PJ bonaerense que decidió convocar a un Congreso Justicialista Bonaerense para la semana que viene, en el partido de Merlo. Está previsto que la oradora central sea CFK y el presidente esté invitado. En la semana harán lo propio las asambleas de delegados del partido en cada provincia. Resulta difícil anticipar el desenlace de estos acontecimientos que se precipitan a una velocidad cada vez más acelerada pero una vez más, como siempre en los últimos 19 años, cuando las papas queman todos los caminos del peronismo conducen a Kirchner. No hay señales de que el conflicto pueda amainar en el corto plazo. La intransigencia férrea sigue siendo el factor común en la oposición, quizás el único a esta altura del partido.
(Un paréntesis respecto a la interna opositora. A lo largo de casi tres años de gobierno, el Frente de Todos atravesó un sinfín de crisis, microcrisis y megacrisis políticas de todos los colores que incluyeron artillería pesada de fuego cruzado entre los socios, pero las opiniones, incluso las más extremas, en on o en off the record, versaban, en términos crudísimos, sobre disputas de poder y debates sobre el rumbo político y económico. En la oposición, en cambio, se tiran acusaciones sobre amantes que fungen de testaferros, complicidad con el narcotráfico y espionaje político. Son dos cosas sustancialmente distintas y es improbable que esa diferencia pase inadvertida para la opinión pública en el mediano plazo. Cierro paréntesis).
El historiador argentino Ernesto Semán ve el país desde afuera desde hace muchos años; actualmente es profesor de Historia de América Latina en la Universidad de Bergen. En una entrevista con el diario español El País hizo esta semana una descripción precisa del cuadro de situación en la Argentina: “No sé qué sería la polarización. Lo que veo más es una marcada radicalización de la derecha en sus agendas, en su discurso y en el tipo de identidad que se va construyendo (...). ¿Cuál sería la contraparte de izquierda que justificaría hablar de polarización, que implique un mismo nivel de radicalización? ¿La Cámpora? ¿Cristina Kirchner? En el mejor de los casos han impulsado diagnósticos más o menos radicales para el desarrollo de políticas extremadamente moderadas”.
Esa radicalización de la derecha, además, responde a un patrón que sigue el camino que ya recorrieron Donald Trump y Jair Bolsonaro, muy lejos de esa derecha moderna y democrática que imaginaban algunos cuando Macri asumió la presidencia en 2015. El alineamiento de la internacional bannonista (con el senador texano Ted Cruz, el diputado brasileño Eduardo Bolsonaro y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a la cabeza) no es espontáneo sino que pone en manifiesto el giro antidemocrático que decidió dar al menos una parte de la derecha argentina. Se vio con claridad en el pedido que hizo el diputado Francisco Sánchez, del PRO, para que se le aplique a CFK la pena de muerte, y que no causó repudio de sus compañeros de bancada. Sale más caro chupar una teta.
Son los mismos que, en cambio, proponen destituir al presidente de la Nación a causa de una declaración desafortunada pero inocua y sacada de contexto. La diputada Margarita Stolbizer, que decidió levantar el perfil y radicalizarse porque no la invitaron a una reunión de la mesa chica de Juntos por el Cambio, reconoció en una entrevista que “el pedido de juicio político tiene más que ver con un posicionamiento simbólico que realmente la posibilidad de llevar esto adelante”. La política como puesta en escena: una farsa montada para satisfacer la demanda siempre insatisfecha de más antiperonismo por parte de la minoría sobregirada que representan. El problema con eso es que tarde o temprano termina mal. Y quedan pocas cartas en el mazo.
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