Ante la caída en los sondeos, hace semanas comenzó a desplegarse un movimiento reservado con la intención de que haya una sola candidatura opositora. La intimidad del operativo en las sombras que alcanza a operadores halcones y palomas. El rol de Angelici, el “Coti” Nosiglia, el gobernador Valdés y Monzó, y los intereses superpuestos del jefe de Gobierno y la ex ministra.
Mauricio Caminos
Una cena en un restaurante porteño sirvió de escenario para un diálogo de alto voltaje político para la descarnada interna del PRO. El menú fueron ñoquis con estofado, regados de buen vino. Uno de los comensales estaba decidido en sus intenciones, el otro pensó que se trataba de una comida de rutina. Quien invitó la cena –aunque la cuenta se pagó a medias– hizo varios circunloquios, pero al fin el mensaje fue sin rodeos: le pidió a su interlocutor que Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta unifiquen la candidatura a presidente. El influyente operador halcón de paladar negro no esperaba esa exigencia de quien considera un “amigo”. Era la tercera vez que le hacían el mismo apriete en pocas semanas. Como en las anteriores, la rechazó rotundamente.
Entre besos, la Corte y los empresarios más poderosos, Bullrich y Larreta definen una interna en la que sobran candidatos
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“No fue una misión de paz. Hay un intento de un operativo que es, ante la duda, salvemos la nuestra. A mi me vinieron a hablar y me pidieron que vayamos con listas de unidad”, afirmó a elDiarioAR el involucrado en la escena que ocurrió semanas atrás. Un botón de muestra de que el enfriamiento de la marca Juntos por el Cambio en las encuestas está tensando los nervios a importantes sectores de poder que juegan en las sombras de la oposición.
El movimiento de los “cascos blancos” –como irónicamente bautizó una segunda fuente cambiemita que confirmó el operativo– nació al calor de la división en el partido amarillo entre sus dos presidencibales y, claro está, por el repentino ascenso de Javier Milei. “De la nada y de manera coordinada aparecieron tres diciendome que tenemos que desactivar la interna, que Milei estaba creciendo”, abundó la primera fuente. Ese temor está argumentado en que las PASO podría ubicar al libertario como el postulante nominal más votado, por fuera de las dos coaliciones principales.
Con la crisis inflacionaria que no logra controlar el gobierno del Frente de Todos y sin la candidatura –ahora definitiva– de Cristina Fernández de Kirchner, en Juntos por el Cambio no entra la idea de perder las próximas elecciones. Pero la conclusión de una victoria asegurada pasó de luminosa a brumosa.
Por eso el lunes pasado Larreta y Bullrich firmaron un pacto electoral. Quisieron mostrar ante el público un entendimiento que en los hechos está lejos de concretarse. Semanas antes hubo un primer ensayo: la cúpula del PRO fotografió la unidad con una reunión en la casa del ex ministro Jorge Triaca en San Isidro. Sonrieron los postulantes junto a Mauricio Macri, María Eugenia Vidal y otros dirigentes amarillos de segunda línea.
Entre los “cascos blancos” hay dirigentes de distintos colores políticos, pero sobre todo de los partidos aliados al PRO en JxC. Tributan en el radicalismo y el peronismo disidente. Los nombres de la UCR que se mencionaron ante elDiarioAR fueron los del binguero Daniel Angelici, el gobernador de Corrientes, Gustavo Valdés, y el histórico referente Enrique “Coti” Nosiglia. De extracción peronista actúa Emilio Monzó, de larga expertise en la “rosca” política.
“Los cascos blancos están operando para que no se vaya todo a la mierda”, aseguró sin medias tintas una voz en el radicalismo con conocimiento de causa. Por el despliegue de las campañas que están teniendo Larreta y Bullrich, a medida que se acerca el cierre de listas parece cada vez más alejada la posibilidad de que haya unificación de candidaturas.
Larreta y su beso a Bullrich, en el lanzamiento de la campaña de Luis Juez como candidato a gobernador en Córdoba, hace dos semanas. No volverían a mostrarse juntos hacia las PASO. TélamEl “Tano” Angelici
Angelici y Nosiglia son dirigentes que sostienen la candidatura de Martín Lousteau en la Capital Federal como retador del macrismo. El 13 de marzo el senador asistió a la inauguración del Instituto Democracia, una escuela política que abrió el ex presidente de Boca. “El Tano no es un monje negro”, dijo una voz legislativa de Evolución para echar por tierra las acusaciones sobre sus supuestos vínculos con la Justicia. “Tiene peso y estructura propia, y es un dirigente importante del radicalismo”, ponderó un vocero.
La sombra de Angelici está directamente relacionada con el futuro de CABA, porque la pieza de Lousteau es clave en el armado federal que necesita Larreta: a cambio de garantizar una elección “equitativa” busca profundizar su alianza subterránea con la UCR nacional, que dirige el jujeño Gerardo Morales.
Por eso el jefe de Gobierno decidió que las elecciones locales sean concurrentes –con voto electrónico, aunque el mismo día que las nacionales– y nunca ungió a un candidato amarillo propio. Ganó con la estrategia de las encuestas la salida elegante para no tener que levantarle él la mano al postulante que terminará llevando el PRO: Jorge Macri, primo del ex presidente.
En la rosca por la unidad también se involucró el correntino Valdés, que llegó a levantar el teléfono para hablar a Buenos Aires. Le exigió a Larreta, Bullrich y Macri que intenten bajar la espuma. “Che, no podemos hacer lo que estamos haciendo”, fue el comentario que recogió elDiarioAR.
En clave de mensaje el mandatario provincial armó una foto política: invitó en abril a Corrientes a la mesa ejecutiva de la Coalición Cívica. “Tenemos que dejar de lado las peleas para proponerles un futuro a los argentinos”, propusieron entonces a través de un comunicado.
La rosca de Monzó
El perfil de Monzó creció también en el mismo sentido en los últimos días. Infobae publicó que el ex presidente de la Cámara de Diputados se reunió con Macri a principios de mayo para tender puentes internos. Hacía cinco años que no dialogaban.
“Tenemos que reeditar el armado de 2015”, recogió La Nación en boca del diputado, quien jugaría en tándem con el radical Ernesto Sanz, uno de los sparrings que tuvo Macri para encaminarse a su victoria electoral. Entonces también estuvo en la primaria Elisa Carrió, que hoy tiene un acuerdo con Morales, encadenado a la suerte de Larreta. El escenario opositor está lejos de simular al de ocho años atrás: no hay uno, sino dos los cambiemitas con chances de llegar a la Rosada. Y ninguno parece estar dispuesto a sacar los pies del plato.
Aunque no lo diga, Monzó construye para Bullrich. Fue parte de la foto con los radicales disidentes del “grupo Malbec” en la Vendimia mendocina –allí también posó Valdés–. Además puso a Sebastián García De Luca como jefe de campaña de la ex ministra en el territorio bonaerense. “Ellos quieren que haya candidato único”, aportó una fuente que conoce el paño. Detrás sostienen esa bandera los intendentes opositores desparramos por la provincia, que los hay más radicales que macristas. No quieren exponer su pago chico a una primaria arriba de ellos.
Pero sus intenciones chocaron esta semana con el tercer punto del contrato electoral que firmaron Bullrich y Larreta. Allí se leyó: “En la provincia de Buenos Aires, cada precandidato a presidente del PRO tendrá su propio precandidato a gobernador, por lo que habrá PASO en esta categoría”.
Larreta rechazó “prestarle” a su rival Diego Santilli, hoy el opositor favorito. El jueves la ex ministra terminó de ungir a Néstor Grindetti por sobre Javier Iguacel, Joaquín de la Torre y –aunque es un vidalista– Cristian Ritondo. “Horacio arrugó. No quiso que el Colo unifique porque sino era su fin”, sentenció un armador halcón.
Valdés, Manes, Bullrich, Suárez, Cornejo, Naidenoff, Losada y Monzó, el "grupo Malbec" que causó impacto hacia el interior de JxC.Halcones y palomas, a los picotazos
Además de la preocupación por una hipotética derrota, lo que revela el operativo “cascos blancos” es ese pliegue en el que se juega la política decisiva. Antes de las urnas, todo puede cocinarse en una cena entre ñoquis y vino. Lo ideológico tiene su componente, pero la búsqueda del poder amalgama cualquier discusión. Ya lo dijo una diputada opositora del bando larretista en un comentario en off publicado días atrás: “La pregunta que tenemos que hacernos es si realmente queremos que Juntos por el Cambio gane las elecciones o no”.
“Hay una diferencia entre los que quieren ganar y ganar, y otros que se preguntan para qué quieren ganar. Nosotros queremos esto para que la cosa funcione”, se convenció la fuente que fue arrinconada en la cena. Su tesis es que sus rivales internos no tienen el mismo objetivo de llegar a la Rosada. Abundó: “En el fondo se está discutiendo entre halcones y palomas. Hay un prejuicio de que los halcones tenemos un bajo instinto de supervivencia, pero no nos importa demasiado si ganamos o perdemos. Queremos cambiar esto porque tenemos los huevos llenos. En cambio, las palomas tienen un nivel de supervivencia a toda costa. Entonces especulan… ¿y si Milei crece de verdad? ¿Y si vuelve Cristina? ¿Y si perdemos la provincia y las intendencia?”.
Aunque parezcan especímenes muy distintos, los nidos no son nítidos. Por poner algunos ejemplos: el secretario de Asuntos Públicos porteño, Waldo Wolff, es un halcón que trabaja para la presidencial de Larreta pero hace campaña en la Ciudad para el primo Macri. De la Torre fue fundador del massista Frente Renovador y llegó a su actual banca de senador bonaerense por la lista de Facundo Manes. García de Luca militó en el PRO y orbitó también a Margarita Stolbizer. No hay pureza cuando se trata del poder y la política.
Pese al intento de los “cascos blancos”, hoy no hay quién aventure que Larrera y Bullrich se bajarán de las PASO. El resultado es incierto; el choque, inevitable. Quedó reflejado en el modo de digerir las derrotas de las elecciones provinciales de los dos domingos pasados –salvo el triunfo previsible de la UCR en Jujuy–.
“En todos los lugares donde Larreta jugó a dividir perdimos feo”, se quejaron en el búnker de Bullrich. El emblemático caso más reciente fue el de Tierra del Fuego, donde los opositores quedaron detrás incluso que los votos en blanco. JxC se rompió entre el larretista Héctor Stefani y el radical Pablo Blanco –que tuvo el apoyo de Bullrich–. La ex ministra viajó a la isla y le pegó al jefe de gobierno donde más le duele: se mostró con una estatua de René Favaloro. A Larrera también le facturan el salto del cordobés Javier Pretto, de titular del PRO local a candidato a viceintendente por el peronismo de Juan Schiaretti.
En la vereda de enfrente retrucan con la victoria de Susana Laciar en la capital de San Juan. “El Pelado le ganó a Patricia”, aseguraron. Otro poroto a su favor fue en La Pampa, donde el radical de Martín Berhongaray sacó 42 puntos y quedó apenas tres del peronista Sergio Ziliotto. El diputado de Evolución ahora va a hacer campaña nacional por Larreta.
La película que hasta ahora transmitieron las urnas de las provincias revela también el déficit estructural del PRO a nivel país. Sigue siendo una fuerza metropolitana. Apalancados por la vidriera que da Buenos Aires sus dirigentes son los más taquilleros a nivel nacional, pero la estructura federal la ostenta la UCR. Por eso Larreta juega todas sus fichas ahí. Incluso a costa de abrir una grieta con sus correligionarios amarillos. Habrá que esperar para conocer el resultado de su apuesta. Por ahora, la interna está a la luz del día. La operación de los “cascos blancos”, en las sombras.
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