“Estoy fascinado con ustedes”, les confesó el presidente argentino al levantar las copas. “Nuestros pueblos tienen muchas cosas en común”, retrucó su par estadounidense. Los observaban unos 400 invitados entre políticos y personalidades de la farándula.
Sobre el filo de las ocho de la noche, con una hora de retraso respecto a la agenda prevista, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, arribó al Centro Cultural Kirchner, lugar elegido por Mauricio Macri para la cena de honor que se brindó en homenaje al visitante ilustre a pesar de estar cerrado al público en general por supuestos problemas en la habilitación. “Nuestras oportunidades no están vinculadas a los líderes, sino que dependen de los ciudadanos”, aseguró el mandatario estadounidense en el brindis con el que se dio comienzo a la velada. Macri, por su parte, aseguró que la visita llega “en un momento perfecto” para que la Argentina pueda “construir relaciones sensatas y maduras con todos los países del mundo”.
El ex palacio de Correos, abierto especialmente para la ocasión, estaba iluminado con los colores de las banderas de los dos países: celeste y blanco en la fachada; azul, rojo y blanco en la cúpula. Toda la zona del centro que rodea el edificio estaba bloqueada por cordones de seguridad y en el cielo se dejaban ver, pero sobre todo escuchar, los helicópteros. El presidente argentino, junto a la primera dama, llegó unos minutos antes que sus invitados y los recibió en la puerta del Centro Cultural, donde las dos parejas compartieron un chaparrón de flashes al final de la alfombra roja.
Adentro, en el salón de los Escudos, unas cuatrocientas figuras de la política, la cultura, el arte, los deportes y la farándula, funcionarios, legisladores y miembros del cuerpo diplomático de los dos países esperaban en penumbras sentados alrededor de sus mesas de punta en blanco. Había poca presencia del peronismo Frente para la Victoria (ver aparte), aunque algunos senadores y gobernadores dieron la nota. Los radicales tampoco eran multitud, ya que la mayoría de los asientos que se reservaron para la política quedaron en manos, lógicamente, de gente del PRO.
“Estoy fascinado con ustedes”, confesó, en su brindis, Macri. Primero en un inglés titubeante que no sería aprobado por su profesora en el Colegio Cardenal Newman, y luego en un reconfortante castellano, el presidente argentino le agradeció “mucho” a su par “el momento en que se ha realizado esta visita”, interpretado como un espaldarazo a su incipiente gobierno. “Nuestro país creció con las mismas visiones y valores que el suyo”, señaló Macri, que además planteó el “compromiso” de “lograr que la Argentina sea un país federal”.
Además, prometió que bajo su gobierno no habrá “alineamientos automáticos ni confrontaciones infundadas” en el ámbito de la política internacional. “Con noso- tros va a haber diálogo, buena fe y la convicción de que todo lo que vamos a construir se basa en la confianza”, agregó. Además de comprometerse a la lucha contra el narcotráfico, prioridad número uno de la agenda pública de Washington en la región, Macri finalmente manifestó su voluntad por establecer “relaciones maduras” que tengan “mucho para darle al pueblo argentino y al pueblo americano” (sic).
Por su parte, Obama comenzó su brindis recordando que en 1961, el año de su nacimiento, los presidentes Arturo Frondizi y John Kennedy tuvieron un importante encuentro bilateral en Florida y que ahora “casi 55 años y mucha historia más tarde” se lleva a cabo esta nueva reunión en Buenos Aires, “en una era diferente”. Como ejemplo de los cambios históricos, destacó que Kennedy y Frondizi discutieron el problema de la Revolución Cubana mientras que ahora el mandatario estadounidense vino a Buenos Aires desde La Habana, donde relanzó las relaciones diplomáticas entre la superpotencia y la isla.
“Nuestros pueblos tienen muchas cosas en común. Compartimos los valores de libertad, justicia, derechos humanos, el estado de derecho. Intentamos seguir el ejemplo de un argentino, su santidad el papa Francisco. También tenemos el mismo espíritu de pioneros: ustedes les dicen los gauchos y nosotros les decimos cowboys. Me sorprende visitar un país que consume más carne roja que en los Estados Unidos”, agregó, antes de brindar “To Mauricio and Juliana, to the friendship of our peoples, to our right to hope. Al gran pueblo argentino salud”.
Entre los presentes estaban la vicepresidenta Gabriela Michetti, el presidente provisional del Senado, Federico Pinedo y el titular de Diputados, Emilio Monzó. También los diputados Sergio Massa, Diego Bossio y Margarita Stolbizer; los gobernadores María Eugenia Vidal, Juan Manuel Urtubey, Gustavo Bordet y Hugo Passalacqua. Los jefes de los bloques de la UCR en Diputados, Mario Negri, y de Senadores, Angel Rozas, junto al senador radical Julio Cobos, componían la comitiva boinablanca. El cupo de famosos incluía a Marcelo Tinelli, Susana Giménez, al DT de Boca, Guillermo Barros Schelotto (ex MVP en la liga estadounidense de fútbol) y Juana Viale. La titular de Abuelas de Plaza de Mayo estuvo invitada pero rechazó el convite por tener la agenda muy ocupada en vísperas de un nuevo aniversario del golpe de Estado de 1976.
El menú, diseñado especialmente para la ocasión por los chefs Tommy Perlberger y Josie Bridge, consistió en una entrada de tiradito de higo, burratita, verdes tiernos, speck ahumado y focaccia de aceitunas; un plato principal de cordero horneado con papas dominó, crema de berenjena ahumada y ensalada de tomates. El postre fue una pavlova de duraznos frescos, ananá y mascarpone, todo profusamente regado con chardonnay y malbec de la bodega Catena Zapata. De fondo, la banda de sonido estuvo provista por el grupo de tango Bajo Fondo y el presidente de Estados Unidos, después de la cena, se animó a tirar unos pasos.
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