En el expediente no aparecen nexos entre Aníbal Fernández y los condenados. El fiscal confirmó que ni Martín Lanatta ni José Luis Salerno nombraron al jefe de Gabinete en ningún momento del juicio.
Para los jueces del triple crimen de General Rodríguez, los ejecutores fueron los cuatro condenados –Christian y Martín Lanatta y Víctor y Marcelo Schillacci–, todos con sentencia definitiva por homicidio agravado por ensañamiento, alevosía y la participación de más de dos personas. Como instigador, es decir como autor intelectual, quedó Ibar Esteban Pérez Corradi, quien ya venía siendo reclamado por la DEA norteamericana por envíos de drogas a Estados Unidos. Según los magistrados, Pérez Corradi y el llamado Rey de la Efedrina de Rosario, Mario Segovia, eran proveedores de efedrina de Jesús Martínez Espinoza, condenado como narco mexicano a raíz de un laboratorio descubierto en Maschwitz. Para la causa, los tres jóvenes asesinados intentaron competir con Pérez Corradi y éste los mandó a matar. En todo el expediente no hay vínculos entre Aníbal Fernández y Pérez Corradi, tal como confirmó el principal investigador de la causa, el fiscal Juan Ignacio Bidone.
Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina, los tres ejecutados en General Rodríguez, se asociaron para proveer de efedrina a Martínez Espinoza y desplazar a Pérez Corradi, que tenía una larga y tumultuosa relación con Forza. Pérez Corradi financiaba negocios de Forza, quien compraba medicamentos robados o vencidos y los colocaba en obras sociales. Era parte de la llamada mafia de los medicamentos. Sin embargo, Forza estaba quebrado en 2007 y Pérez Corradi le cambiaba cheques, lo que producía choques entre ellos porque Forza incumplía en forma sistemática. En el medio de los conflictos, Forza decide encabezar una especie de traición a Pérez Corradi disputándole la provisión de efedrina, elemento necesario para producir drogas sintéticas, es decir pastillas. Como testimonia José Luis Salerno –socio de Ferrón y ex policía–, Pérez Corradi amenazó a Forza y resolvió la ejecución. Se lo dijo a Salerno en una confitería del centro, en la que le exhibió un arma nueve milímetros. Los hermanos Lanatta y los hermanos Schillacci fueron mano de obra barata del crimen: secuestraron y mataron a Forza, Bina y Ferrón, algo de lo que, curiosamente, ninguno mencionó en las últimas horas.
El caso de la efedrina era, en verdad, el único que importaba a la DEA norteamericana. Es que la cocaína va en tránsito a Europa, pero la efedrina era la base de la producción de pastillas con destino a México primero y Estados Unidos después. En ese marco, la agencia antinarcóticos norteamericana acusaba a Pérez Corradi por el tráfico de efedrina y pastillas, pidió su extradición y éste la resistió, defendido por sus dos abogados, el ex comisario Juan José Ribelli, que estuvo imputado y sobreseído en el caso AMIA, y Carlos Broitman. Pérez Corradi estuvo preso, pero fue dejado en libertad por la jueza federal Sandra Arroyo Salgado. Ante la inminencia de la extradición, se dio a la fuga y hoy está prófugo. En la causa judicial del triple crimen de General Rodríguez no aparece ningún vínculo entre Pérez Corradi y Aníbal Fernández. Salerno afirma ahora, y lo dijo muy por arriba en el juicio, que Pérez Corradi tenía alguien por encima de él: “Me dio a entender que era gente que manejaba la Policía, la Gendarmería, el Gobierno”. Como se ve, se trata de una versión que le dio el autor intelectual del triple crimen, Pérez Corradi, pero sin aportarle ninguna evidencia. Es muy probable que el objetivo fuera alardear, ya que Pérez Corradi quería que le paguen el dinero que le debían y que se corran del negocio de la efedrina.
La versión de Lanatta de los pagos a Aníbal Fernández son flamantes: no mencionó nada en los 13 meses del juicio oral. Lo confirmó ayer el fiscal Bidone. “En el marco de la causa son hechos totalmente nuevos, ninguno de los dos (Lanatta y Salerno) lo había mencionado en el juicio, ni siquiera sugerido, todo lo contrario. El propio Lanatta se encargó de desmentirlo cuando se le preguntaba”, aseguró. Bidone imaginó que Lanatta “alguna doble intención debe tener. Es difícil darle credibilidad a una persona que dice una cosa en el juicio y luego se desdice”. Sus dichos buscarían hacer ruido y buscar la reapertura de su caso y su condena. Según el fiscal Bidone, es imposible.
La supuesta llamada telefónica de la secretaria de Aníbal Fernández a Salerno tampoco tiene sentido. Ni siquiera se concretó porque Salerno no estaba y no hubo ningún otro intento. El fiscal Bidone anticipó que llamará a declarar a Salerno. El ex socio de Ferrón, condenado también por el tráfico de efedrina, será escuchado en el expediente una vez más.
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