El poder en La Plata está cambiando de eje. La gente participa de otra manera y alejada de los dos partidos políticos tradicionales: la UCR y el PJ. Tanto uno como el otro han gobernador la Ciudad, pero hoy son apenas muestras de museos con referentes que son la verdadera “casta”, sin seguidores y forjando procesos internos para el olvido. No forman cuadros como antes, y tampoco están en la agenda ciudadana. ¿Cómo es la agenda 2022 para analizar y hacer la política platense?.
Hasta los Noventa o en los primeros tiempos del siglo actual, la UCR y el PJ platense fueron los que dominaron el escenario. El centenario partido gobernó la Ciudad en 1983 con Juan Carlos Albertí y en 1987 con Pablo Pinto, y sus eternos adversarios lo hicieron con Julio Alak en 1991 quien fue reemplazado por Pablo Bruera varios mandatos después, en 2007. En 2015 llegó el Pro, un “vecinalismo nacional” de centroderecha con Julio Garro y se abre la era de la amplia coalición que se retroalimenta como si fuera un gran imán que atrae a todo lo que esté en su campo magnético.
Los radicales antes tenían verdaderas usinas de formación de cuadros. La Fundación Sergio Karakachoff, liderada por Federico Storani y también, en su paso radical (porque fue radical hace mucho, aunque no lo crean) por Carlos Raimundi, la Fundación Ricardo Rojas, la Fundación Arturo Illia, y en algunos casos sus intercambios con fundaciones europeas de tendencias socialdemócratas eran verdaderas instancias de estudio y preparación de cuadros políticos para el gobierno. Enseñaban sobre políticas públicas, capacitaban, en ocasión generaban becas para el aprendizaje incluso en el exterior.
Los peronistas no se quedaban atrás y fundaban centros de estudios, capacitaciones, se plegaban a fundaciones y corrientes muy importantes, invertían muy bien en escuelas de administración pública, algunas especializadas en derecho municipal y otras interpretando la naciente corriente mundial del ecologismo.
Todos, radicales y peronistas, se preparaban desde la formación intelectual para renovar y gestionar. Se podía hablar de cuadros políticos formados.
En ocasión ambos partidos tenían en su interior rivalidades clásicas entre los más formados desde el punto de vista intelectual y aquellos del trabajo territorial, pero eran competencias sanas que de algún modo siempre se saldaban sin demasiados heridos en el medio.
El retirarse del “mercado” de la formación de cuadros para ambos partidos políticos significó dar lugar a otros esquemas de preparación de intelectualidad, y ese rol lo ocuparon algunas universidades públicas y privadas, fundaciones ajenas a los intereses de esos partidos políticos, centros de estudios independientes o vecinales, o incluso grupos de estudios fomentados por sectores económicos o algunas corporaciones en su etapa inicial.
Además, todo cambió mucho desde hace una década. Si bien ambos partidos, radicales y peronistas, a nivel nacional experimentaron transformaciones de importancia, en la Ciudad la crisis los atrapó y la falta de renovación los dejó sin aire: hoy no representan más que a una “casta”, como diría el diputado electo Javier Milei: una “casta medieval en nuestros tiempos” agrega el autor de esta columna.
Como si esos partidos fueran feudos y sus comandantes antiguos nobles siempre creyeron que tuvieron vasallos y no afiliados, pero poco a poco la mayoría de sus integrantes optaron por la libertad y se plegaron a otras formaciones. El Señorío tiene su crisis. Libertad, pensamiento crítico, participación como banderas.
De los peronistas surgió el Frente Renovador referenciado a nivel nacional en Sergio Massa, que si bien es integrado por diferentes espacios su matriz es de dirigentes del PJ. Fueron disruptivos en su momento y por eso ganaron la Ciudad en la elección del 2013. El declive empezó a darse cuando “dialogaron” con la “casta”.
De los radicales surgió el otrora exitoso ARI, que ganó la Ciudad en la presidencial del 2003 con Elisa Carrió, y luego ingresaron dos senadores provinciales sobre tres en el año 2007 (Luis Malagamba y Javier Mor Roig), y así tuvo otras actuaciones importantes. También surgió Recrear, que tuvo menos fuerza que el ARI porque disputaron el mismo segmento, pero con Ricardo López Murphy penetró bastante, y además surgió el Partido GEN, que hoy sigue vigente, tuvo legisladores provinciales y todavía conserva hasta fin de año a Gastón Crespo como concejal.
Ambas formaciones tradicionales, sin embargo, siguieron manejando fuerte incidencia desde la superestructura y hoy presionan sobre la política local, pero no marcan la agenda pública y ni siquiera están cerca. Son rosca y rosca, generan ruido en el ambiente, operan todo el tiempo y no mucho más.
La conducción del peronismo estuvo en manos de Julio Alak en su paso por la intendencia, lo sucedió Pablo Bruera al ser alcalde, y luego dejó el poder partidario en manos de su tío, el ex diputado Luis Lugones quien hoy todavía lo representa desde la formalidad de la presidencia. Y lo peor es que hace dos o tres años hubo elección interna para dirimir conducciones, pero ninguna ofrecía renovación: Lugones, el ganador, versus Carlos Bonicatto, otro histórico dirigente. Encima, en marzo del año próximo habrá nueva conducción partidaria pero los nombres que suenan son Bruera, Alak, y otro conocido que ya empezó a ingresar en la galería de los “eternos”: el diputado y concejal electo Guillermo Escudero. ¿Y la renovación?.
En el radicalismo hubo más dinamismo, pero aparente. Hasta el 2008 la pulseada en la Ciudad era entre el diputado Miguel Bazze y Storani, y en ese año una casualidad política, una distracción de la “casta” hizo irrumpir al ex diputado Sergio Panella a escena, que aparecía como renovación pero rápidamente se diluyó por errores catastróficos en su construcción al interpretar las jugadas que hacía en pizarra su principal asesor, el actual secretario general de la Municipalidad, Raúl “Turco” Cadá. Panella rápidamente empezó a coquetear con el sector del diputado Leopoldo Moreau, y construyó con viejas piezas de museo de la política local (peor imposible conseguir. Panella defraudó).
Luego lo sucedieron figurones como el concejal y diputado electo Claudio Frangul y el diputado y concejal electo Diego Rovella, entre otros del círculo cerrado del radicalismo local: la “gran familia política”.
La prueba de la decadencia de ambos partidos está en la participación en elecciones internas. Los radicales hasta hace unos años tenían un padrón de casi 60.000 afiliados, y una depuración los achicó a la mitad porque los caídos tenían dobles filiaciones con el PJ y otras agrupaciones, ciudadanos fallecidos u otros que ni siquiera se sabían si existían. En la elección de marzo pasado por renovación de autoridades entre el representante de la vieja guardia, Rovella, y el renovador Pablo Nicoletti votaron algo menos de ocho mil afiliados para un padrón de 35.000, o sea que cerca de un 80% decidió no participar a pesar de un aparato político desplegado en donde el clientelismo fue la estrella.
El peronismo por lo general siempre está en porcentajes altamente superior a la cantidad de afiliados de la UCR, aunque no se informan con exactitud sus movimientos totales.
En marzo en la UCR casi se produjo un quiebre, y la “casta” le ganó a la renovación por pocos votos, esa misma “casta” que logró permanecer por la enorme ayuda de aparatos estatales para conseguir su fin.
Sin embargo, importantes dirigentes radicales y peronistas se apartaron de esas formaciones y si bien muchos están en sus casas otros lideran o tienen grandes roles protagónicos en otras formaciones. El actual intendente Garro, un “amarillo” en el poder, tiene como secretario de Gobierno a un peronista que hace tiempo dejó las filas de ese partido aunque no su ideología, Marcelo Leguizamón, y como secretario de Coordinación y Jefe de Gabinete a Oscar Negrelli, un ex radical que rompió con el centenario partido para fundar el ARI hace muchos años. Y hay más: Fabián Lugli, ex concejal peronista a cargo de la secretaría de Relaciones Institucionales del Municipio, Miguel Forte, peronista y sindicalista de Camioneros en la conducción de la secretaría de Transporte, de menos perfil pero peronista en su formación está el secretario de Obras Públicas, Luis Barbier, y así otros tantos. El eje de unidad de esos dirigentes está en una agenda pública, más allá de la pertenencia a uno u otro partido.
Hoy los radicales luchan por mantener a cien funcionarios en la Municipalidad de La Plata, tres secretarías con enormes recursos pero que no generaron absolutamente nada importante (secretaría general a cargo de Cadá; de Producción a cargo de Rogelio Blesa, y de Promoción y Calidad de Vida, a cargo de Germán Niedfeld) y muestran a la “casta” dando tal vez una de sus últimas batallas para seguir atornillados. Poder, recursos, soberbia y dobles discursos son sus principales características.
Mientras eso pasa, la ciudadanía platense no ingresa a los locales de los partidos tradicionales, no les creen ni los siguen. Se puede decir que los vecinos tienen motivos de participación para cambiar la calidad de vida, pero lo prefieren hacer en movimientos barriales, peleando en su cuadra por más seguridad, los jóvenes participando de los emergentes movimientos que buscan un cambio en el estilo de vida a partir de alimentación sana, cuidado del medio ambiente, y formarse para un futuro que quieren que sea diferente.
El fracaso de la “casta” en la función pública lo podemos ver en vivo y a cada momento. Decimos que la agenda ciudadana está pasando por un cambio en la calidad de vida, la “casta” comanda una secretaría de Promoción de Calidad de Vida en la Municipalidad con una decena de funcionarios a cargo, ¿alguien sabe qué hizo?; en el mundo está surgiendo la economía digital y una enorme cantidad de jóvenes platenses hoy viven de ese fenómeno (la facturación en CABA para el año pasado se estimó en U$S 7.000 m), ¿alguien sabe qué hizo la secretaría de Producción comanda por la política tradicional?. La respuesta no es difícil encontrarla: ni se anoticiaron del tema y ni soportan el más mínimo debate al respecto. Si algo pasó en la Ciudad para promocionar la calidad de vida o introducir tibiamente el nuevo modelo de economía digital fue a partir de otras dependencias comunales.
El cambio desde lo viejo, representado por la casta, a un nuevo estilo, con partidos de estructura más dinámica y chica como el Pro, Libertarios, la modernización de la izquierda trotskysta, el GEN, la Coalición Cívica, Republicanos, una renovación en el Partido Socialista, los amagues de resurgimiento del histórico desarrollismo del MID, o algunos esfuerzos de radicales que quieren renovar su estructura aunque son vencidos siempre por las viejas prácticas punteriles, pueden tener futuro si se deciden a construirlo, pero la nueva participación tiene otros actores y ellos están relacionados con una agenda en cuestiones más concretas, específicas, y que son parte de la verdadera vida cotidiana.
“Casta” con radicalismo y peronismo, nuevos partidos, y diversificación en la matriz ciudadana de participación forman el nuevo escenario para analizar en el 2022.
La “casta”, la que forman radicales y peronistas locales, sigue resistiendo en la estructura, y sus representantes preparan a sus sucesores porque el objetivo es estar, siempre estar.
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