La Casa Tomada: crónica (anunciada) de una despedida imposible

La Casa Tomada: crónica (anunciada) de una despedida imposible

El funeral de Maradona desbordó al Gobierno. Tensas negociaciones con la familia del ídolo y el "error" de aceptar sus condiciones.

Por GABRIELA PEPE.

A lo Diego Maradona. Con emoción profunda, con dolor hondo, con millones de lágrimas. Con amor intenso. Pero también con un torbellino que atravesó la Casa Rosada y golpeó todo a su paso. La despedida del Diez en Balcarce 50 desbordó los sentimientos y también la seguridad presidencial, y demandó negociaciones con la familia de las que participaron personalmente Alberto Fernández Cristina Fernández de Kirchner.

El temor del Gobierno a que la despedida de Maradona terminara con incidentes empezó el mismo miércoles. Entendiendo la magnitud de la figura del capitán de la Selección, el Presidente habló con Claudia Villafañe y puso inmediatamente la Casa Rosada a disposición de la familia Maradona. Había imaginado una despedida ordenada y larga, similar a la que tuvo Néstor Kirchner hace diez años, en el mismo Salón de los Patriotas Latinoamericanos.  

El primer mensaje que recibió lo preocupó. La exesposa de Maradona pidió una ceremonia sobria y breve para el Diez, y explicó que no quería someter a sus hijas, Dalma y Giannina, a una despedida larga. El subsecretario general de la presidencia, Miguel Cuberos, empezó a agilizar la organización. En pocas horas, un ejército de trabajadores de la Casa Rosada limpió el salón, que estaba en obra, removió escombros, muebles, esculturas, y dejó todo listo para la ceremonia. Para la familia y los amigos íntimos, preparó el Salón de los Pueblos Originarios. Se colocaron vallas dentro y fuera de la Casa Rosada.

Durante todo el día, el Presidente y los funcionarios intentaron convencer a Villafañe de que la despedida durara hasta que los y las hinchas terminaran de despedirse, pero la familia se mantuvo inflexible. A última hora, se difundió el cronograma para la ceremonia y se estipuló que el horario de finalización sería a las 16.

Villafañe y las hijas del Diez llegaron cerca de la medianoche. También los amigos cercanos, familiares y los compañeros de la Selección campeona del mundo en el ´86. La despedida íntima duró toda la noche. A las 6 de la mañana se abrieron las puertas para el ingreso del público, que desde hacía horas estaba en la fila para ingresar. El Gobierno apostó a que, viendo la cantidad de personas que esperaba afuera, la familia reflexionaría y cambiaría su posición para habilitar un velorio de más largo. No hubo caso.

El Presidente llegó a la Casa Rosada cerca de las 11 de la mañana en helicóptero junto a su pareja, Fabiola Yáñez, el secretario de Comunicación, Juan Pablo Biondi, y el secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello. Enseguida se acercó a la capilla ardiente y saludó a la familia Maradona.

De a poco, además de los hinchas que tenían un paso breve para despedir el Diez, la Casa Rosada se pobló de deportistas, funcionarios, ministros y ministras, secretarios de Estado, legisladores, embajadores, intendentes y dirigentes de todos los niveles del Frente de Todos. Por la oposición, llegó el histórico Enrique Nosiglia, que habló un rato con Villafañe. Nerviosa ante la acumulación de invitados que no cesaban de ingresar, Giannina se quejó con el propio Presidente por la presencia de gente en los balcones. El clima se tensó y la familia ratificó que el velorio terminaría a la hora indicada.

A las 14.30, cuando afuera se empezaba a percibir el nerviosismo porque la hora de cierre se acercaba, Cristina ingresó por la explanada y el Salón de los Bustos, atravesó el Patio de las Palmeras - ya bastante poblado de dirigentes – y se dirigió al Salón de los Patriotas. El ingreso de público se cortó durante unos minutos. Por la explanada, siguieron ingresando invitados y dirigentes.

Frente al féretro, el Presidente, Cristina, el gobernador Axel Kicillof y el ministro del Interior, Eduardo de Pedro, hablaron con Claudia, Dalma, Giannina y Jana Maradona y les pidieron que revisaran su decisión. Villafañe aceptó extender la ceremonia hasta las 19 y así se anunció. Mientras tanto, en la calle comenzaron las corridas y los incidentes. Antes de las 15, Cristina dejó el Salón de los Patriotas e ingresó en la oficina de De Pedro, en el Ministerio del Interior.

Media hora después, un grupo de hinchas saltaba las rejas de la puerta de la Casa Rosada e ingresaba por la entrada de Balcarce 24, saltando molinetes y desbordando a la seguridad. En el Patio de las Palmeras empezaron los cantos de aliento para el Diez. La Gendarmería se preparó en un costado para desalojar pero recibió la orden de no actuar. Con un operativo veloz, el personal de Casa Militar cercó a la hinchada en un sector del patio. Minutos después, les abrió paso a la explanada, por el Salón de los Bustos presidenciales. En el amontonamiento, cayó una columna con el busto de Hipólito Yrigoyen, que no sufrió mayores daños.

El Presidente se reunió en su despacho con el jefe de Gabinete Santiago Cafiero, De Pedro y la ministra de Seguridad, Sabina Frederic. Por teléfono, se comunicó Máximo Kirchner, que insistió en la necesidad de extender la ceremonia. Afuera, el clima se espesó aún más. El Ministerio del Interior le pidió al jefe de Gobierno, Horario Rodríguez Larreta, “que frene la represión a quienes quieren despedir a Maradona”. El Ministerio de Seguridad de la Nación apuntó directamente contra Larreta. “Es la Policía de la Ciudad de Buenos Aires la que posee la responsabilidad primaria del operativo”, dijo en un comunicado. La organización había estado a cargo de Presidencia, pero la calle es territorio porteño. 

 

 

En el Patio de las Palmeras, un secretario se lamentaba por el descontrol ante Letra P. “No es culpa nuestra ni de la Ciudad tampoco. El problema fue haber aceptado que el velorio durara pocas horas. Si ofrecimos la Casa Rosada, debimos haber puesto condiciones para que fuera un funeral de Estado, que durara los días que debía durar. Estaba claro que se iba a descontrolar cuando la gente se diera cuenta de que no podía entrar. Fue un error”, reconoció. Un hombre de diálogo con el Presidente pedía que la política tomara el control de la situación, aún a costa de la voluntad familiar. 

En medio de los incidentes, el féretro se retiró del Salón de los Patriotas y la familia Maradona se trasladó al salón de los Pueblos Originarios. La entrada de Balcarce 50 no volvió a abrirse. El Presidente quedó a la espera de la decisión familiar. Villafañe y las hijas del Diez dieron por concluido el velatorio. En una reunión íntima, en el Salón de los Pueblos Originarios, dieron su último adiós. La Casa Rosada retomó, de a poco, su orden. Un grupo de empleados de limpieza despejó el Salón de los Patriotas, repleto de regalos, ofrendas florales, camisetas y banderas. “El objetivo del gobierno nacional siempre fue que pudiéramos despedir a Diego de forma pacífica, sabiendo que todo el país y gran parte del mundo está conmocionado por su fallecimiento”, dijo el Gobierno en un comunicado. Pasadas las 17.30, el cortejo salió rumbo al cementerio de Bella Vista. Afuera y adentro de la Casa Rosada todavía lloraban cientos de miles de hinchas.

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