Carta a la decepción

Carta a la decepción

Por: Jorge Fontevecchia. El último día del año envié a amigos y relaciones un clásico mensaje de época que decía: “Que este excéntrico, absurdo y distópico tiempo que nos toca atravesar no impida que la crisis se resuelva democráticamente. Feliz Año Nuevo y el mejor 2024 posible.”

 

Recibí varias repuestas interesantes, pero especialmente quiero destacar la del Director del Observatorio de Deuda Social de Argentina, Agustín Salvia titulado:

“De esta crisis saldremos mejores”

“Querido Jorge. Vengo siguiendo tus editoriales tanto en el diario como en la radio. En cada ocasión se me despierta un impulso a compartir contigo una humilde reacción. Comulgo contigo criterios, preferencias y críticas frente a los múltiples significados con los que describes a nuestra actual etapa política, salvo al menos en una que me parece esencial para entender los tiempos que corren, y con la cual tu epistemia hegeliana no podría estar más que de acuerdo (sin embargo, para entrar en contradicción);

a) estamos en crisis económica, social y política como resultado de los fracasos del pasado, 

b) la reacción destructiva sobre ese presente heredado alguien debía hacerla, no había forma de escaparle a ese desafío sin agravar los efectos corrosivos de las herencias, 

c) el futuro está por construirse / escribirse, este nuevo ciclo neoliberal recién empieza (de hecho todavía no quedó atrás el pasado), lo que incluso abre la ventana a que ingrese, más tarde o más temprano, un nuevo y efectivo progresismo político que supere la antítesis...” 

“En ese juego pendular, complejo y doloroso de nuestra historia pasado-presente-futuro percibo una helicoide  de cambios distópicos, a la vez que fascinantes, vitales y prometedores en la construcción de nuevas y mejores realidades sociales (algo imposible si continuábamos reproduciendo el pasado).”

“Ejemplos sobran en la historia, pero sin ir muy lejos, sociedades derrotadas durante la posguerra o con la caída del Muro en Europa, o con la China post Mao, etc. En nuestro caso, a diferencia de esos cambios traumáticos, no veo en riesgo severo a nuestra democracia, aunque sí a nuestra actual dirigencia política, lo cual tampoco deja de ser prometedor. En fin, te comparto mi reflexión de fin año, y mi pronóstico de que estoy convencido que de esta crisis efectivamente saldremos mejores... Abrazo grande. Feliz crisis 2024!!”

 

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Antes del balotaje titulé otra columna “Teleología Milei” y me preguntaba hegelianamente “para qué sirve Milei” donde decía: “¿Y cuál es el papel que viene a cumplir Milei en la sociedad? ¿La destrucción de las dos coaliciones que conforman el sistema de partidos políticos, tiene una teleología, una finalidad, un objeto que sirva para algo? Quienes piensan que la vida es caos, que los pueblos votan y se equivocan más que aciertan (el tan remanido ejemplo de Hitler), no precisan asignarles un orden a los acontecimientos.”

“Aquellos que les atribuyen relaciones a las causas con los efectos (las cuatro causas de Aristóteles: la material, la formal, la eficiente y la final) no precisan ser creyentes ni metafísicos para asignarles orígenes y direcciones a los acontecimientos. Que Argentina entró en una decadencia permanente a partir de 1974 y se aceleró con una neodecandencia a partir de la crisis de 2002, que la grieta y la polarización kirchnerismo-anti-kirchnerismo es un síntoma de ese malestar social, y en algún momento tendrá que resolverse, pacíficamente gracias a un integrador, o violentamente por efecto de un disruptor.”

Los lectores de PERFIL conocen mi inclinación por la primera alternativa, pero continuaba especulando sobre  la segunda diciendo: “si viniera el líder disruptivo, ¿habría que interpretar que para cerrar la grieta y dar vuelta la página de 2002, y los más viejos la de 1975, todavía la sociedad argentina precise una caída más, otro golpe descendente para recién después tomar envión y crecer sostenidamente por décadas, lo que sería solo una recuperación de lo tanto perdido?”

Argentina no está condenada al éxito como decía Duhalde, pero sí a la recuperación de su medio siglo de fracaso, tanto con un líder integrador (que en algún momento terminará llegando) como con uno disruptivo, la diferencia –desgraciadamente– es el costo adicional que una parte importante de la sociedad tendrá que pagar este 2024 por tener un cirujano más insensible, que sobreactúe la terapia, no pocas veces yendo a destiempo en contra de la tendencia mundial al desaprovechar oportunidades por leer la geopolítica actual con categorías de los años 90 de Menem (por ejemplo, salir de los Brics, es un daño innecesario).

Probablemente Milei sea el Rompehielos Almirante Irízar cómo con humor lo calificaba Carlos Melconian, una especie de Remes Lenicov del 2002 y tras él llegue un equivalente a Roberto Lavagna de otro siglo.

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Otro amigo respondió mi mensaje de salutación de fin de año, diciendo: “No hay nada nuevo bajo el sol, Lo nuevo vendrá de los sueños que están naciendo”.

Que así sea.

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