Crónica de una noche de control de daños para no quemarse con el fracaso de Carolina Losada. El antecedente cordobés y la imagen de la soledad.
Por Juan Rezzano
Patricia Bullrich se había quemado el 25 de junio, en Córdoba, en el anochecer de ese domingo de elecciones mediterráneas: montada al optimismo de Luis Juez, se instaló en un bar de la capital provincial a la espera de los resultados, expuesta a las cámaras. El desenlace no fue el esperado y el peronista Martín Llaryora retuvo la provincia para el cordobesismo, pero la precandidata presidencial ya estaba jugada y se inmoló en el escenario de la derrota. Este domingo, en Rosario, se cuidó más y desplegó un protocolo -ella, que no había podido aplicar el antipiquetes- para no tropezar con la misma piedra.
Se instaló después del cierre de las mesas de votación en un hotel del centro rosarino con su compañero de fórmula, Luis Petri, y la ex jefa anticorrupción de la presidencia Macri, Laura Alonso. Su equipo se ocupó de que no hablara con nadie. La noche se le venía encima y se anticipaba oscura y ella, pudo reconstruir Letra P, se mudó de un sector del lobby iluminado y expuesto a las vidrieras que daban a la calle a un rincón más protegido para determinar los pasos a seguir.
Pasadas las 20, cuando se conoció el llamado de Federico Angelini, compañero de fórmula de Losada, a Gisella Scaglia, su contraparte en el binomio que encabeza Maximiliano Pullaro, el team halcón levantó vuelo hacia el búnker de la heroína que no fue con discurso para la ocasión no deseada: acá ganó Juntos por el Cambio, la sociedad santafesina demostró que "la gente quiere un cambio" y vamos por la unidad, que acá no ha pasado nada malo.
"El resultado no daña a Patricia", le dijo a Letra P un operador de la precandidata, portavoz de ese relato antiderrota.
En el búnker de Losada, Bullrich, que todavía siente el ardor de haberse quemado con leche en Córdoba, vio el escenario y lloró. No subió. Dejó a la heroína que no fue sola con su alma en pena.
Como los jueces con sus fallos, la exministra habló a través de sus tuits. "Logramos una victoria histórica de Juntos por el Cambio en Santa Fe. Esto ratifica que el cambio que piden los argentinos viene de la mano de nuestra fuerza". El protocolo, por escrito.
Pasada la medianoche, Bullrich volvió a su hotel del centro rosarino refugiada en el silencio. En la mañana del lunes, la imagen que ilustra esta nota, con el halcón esperando para volar en el aeropuerto de Rosario en una soledad que solo rompe Angelini, su sucesor interno en la presidencia del PRO, mostró la cara de una derrota que intentó ocultar. Acaso desde allí volvió a hablar con sus tuits para celebrar lo que pudo: las victorias de Pablo Javkin en Rosario y Juan Pablo Poletti en la capital de Santa Fe.
Premio consuelo: su adversario en la carrera por la candidatura presidencial, Horacio Rodríguez Larreta, fue piadoso y prefirió coincidir en tratar de cerrar las heridas de la interna santafesina, que fue cruenta, y destacar que el triunfo fue de Juntos por el Cambio. Encima, fue destratado y maltratado por Pullaro, su ahijado rebelde, que le dijo en la cara que la Ciudad de Buenos Aires va a estar "mucho, mucho mejor que ahora" si gana su único jefe, Martín Lousteau, la contienda por la cuna PRO. Algo es algo, pero es poco.
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