Un coro que reúne tanto a primeras como a nóveles voces de la alianza opositora Vamos Chaco, encabezada por la UCR, califica como "testimonial” la precandidatura a intendente de Resistencia del gobernador Jorge Capitanich, y lo entona como imputándole una maniobra espuria, a pesar de su indiscutible legalidad.
Las candidaturas testimoniales no son un invento de Capitanich. La acepción original corresponde a los postulantes con improbables chances electorales que de todos modos preferían levantar su bandera y ofrecerse como una alternativa para un electorado que no se veía representado por las posturas mayoritarias. Obviamente, este concepto no es aplicable a las intenciones que se le endilgan al gobernador, que estaría exclusivamente interesado en la misión de traccionar votos para encaminar la vuelta del peronismo a la Intendencia que no pisa desde 1999.
Las candidaturas testimoniales, como se las conoce ahora, fueron prácticamente un invento de Néstor Kirchner, cuando en 2009 prácticamente exigió a las principales figuras de cada distrito electoral que se pusieran las patas en el barro y salieran a capear el mal momento que atravesaba el kirchnerismo, debilitado por el cruce con el campo por la Resolución 125. Él entendía que sus nombres impresos en las boletas contribuiría a dar una imagen monolítica del proyecto. El mismo Néstor encabezó la lista de candidatos a diputados nacionales por Buenos Aires, el gobernador Daniel Scioli fue segundo y el entonces kirchnerista intendente de Tigre: Sergio Massa, fue cuarto. No resultó: perdieron. Scioli y Massa renunciaron sin asumir y Kirchner asumió por un tiempito pero nunca bajó al recinto.
Mientras tanto, en el Chaco sucedía algo similar. A mitad de su primer mandato, Capitanich necesitaba dar un golpe electoral que le garantizara la mayoría legislativa, en contra del interés de la oposición que pretendía conservar el control para mantenerlo a raya. En esa puja, tanto el oficialismo como la oposición jugaron sus cartas fuertes para desequilibrar la balanza: por un lado se dijo que era necesario que el gobernador contara con el acompañamiento de la Legislatura y por el otro se advirtió del riesgo que implicaba que el gobernador tenga la suma del poder. El oficialismo apostó al intendente de Villa Ángela: Domingo Peppo y la oposición a la intendenta de Resistencia: Aída Ayala.
Ambos bandos hicieron foco en la presidencia de la Cámara. El oficialismo ganó pero no le alcanzó para desequilibrar concluyentemente la balanza y asegurarse el control del Poder Legislativo. El resultado dejó al cuerpo partido en mitades, convirtió a la presidencia en objeto de negociación y puso automáticamente en duda las promesas de Peppo y Ayala.
El radical Juan José Bergia puso un pie en el plato del oficialismo, rompió el equilibrio y se convirtió en presidente con los votos peronistas. Consagrado, describió su salto como una gesta épica, un acto de arrojo para salvar al Poder Legislativo de una segura intervención ante la inminencia de un empate técnico que pospusiera la sanción de leyes claves para el funcionamiento de la Provincia como la de Presupuesto. Ganó Bergia, que dos años después fue reelecto por el frente oficialista y ahora va por la segunda. Atrás quedaron Peppo y Ayala que abandonaron el escenario en respuesta a sendos clamores populares que los consideraban irremplazables en sus municipios.
Hablar de candidaturas testimoniales habla mal de nosotros. Paradójicamente, después de dedicarle tanto tiempo a las reglas electorales, estas parecen ser elementos cada vez más imperfectos. Ejemplo de eso son las recientes intentonas de las diputadas peronistas María Lidia Cáceres, de habilitar que un mismo ciudadano se postulara en todas las categorías que quisiera, y Mirta Morel, que pretendía directamente eliminar la flamante ley de Paso para enrolarnos simplemente al calendario nacional. Es inevitable asociar esto a la idea de impedir el desdoblamiento o permitir a Capitanich participar en todos los turnos electorales, pero él negó todo y salió abiertamente a pedir elecciones simultáneas en Resistencia, antes y después de confirmar su precandidatura a intendente.
Pero, como se dice: No tiene la culpa el chancho… los quisquillosos deberían proponer las reformas necesarias, por ejemplo, para obligar a los candidatos a asumir los cargos para los que fueron electos e impedirles volver a postularse antes de finalizar el mandato, aún cuando hayan renunciado al cargo. Obviamente, una idea semejante nunca irá más allá de una charla de sobremesa, es impensado que un político imponga severamente sus propios límites.
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