En la noche del martes, se reunieron para cenar y bailar, en un evento que se repite la víspera de cada 7 de noviembre
La familia de voceadores de las noticias impresas tendieron las mesas en el complejo de avenida Costanera y Mendoza, donde celebraron hasta el amanecer. Unas 1.500 personas respondieron al convite. Cenaron, bailaron y cruzaron los dedos para convocar a la suerte a la hora del sorteo de 50 electrodomésticos.
La reunión comenzó a las 21.30 y el servicio de gastronomía recibió a los adelantados con un aperitivo frugal y gaseosas.
Alrededor de las 22, llegó al lugar el gobernador De la Sota. Ingresó por calle La Rioja, saludó a diestra y siniestra, se sacó fotos con cazadores de imágenes y autógrafos, y se sentó a la mesa principal, frente al escenario. Lo flanquearon los legisladores oficialistas y dirigentes sindicales Adrián Brito (Vendedores de Diarios y Revistas) y José Pihen (Empleados Públicos). Los también parlamentarios peronistas Carlos Alessandri y Sergio Busso, y el ministro de Desarrollo Social, Daniel Passerini, completaron la ronda de comensales.
Desde el escenario, el conjunto 351 Folklore acompañó el ingreso de De la Sota al salón con ritmo de chacarera. Abrió con Esa sombra gris y continuó con una serie de clásicos del cancionero popular argentino.
Raúl Bejar Tapia tomó la posta de los artistas y leyó un poema inspirado en la dura labor diaria de los canillitas. Luego, el locutor peruano le abrió paso al cantante de tangos Antonio Siripo. La media hora siguiente se destinó a la primera tanda de sorteos.
Alegría en el sorteo. El primer número del azar fue el 131, y premió con un televisor LCD de 32 pulgadas a Jesús Torres, quien celebró la suerte intercambiando chistes con el maestro de ceremonias de la fiesta, Ismael Rossi.
Al filo de la medianoche, De la Sota y Brito entregaron una plaqueta a Antonio Murúa, por sus bodas de oro con el oficio y sus más de 20 años como integrante de la comisión directiva del sindicato.
Después del brindis colectivo y de los helados de postre, la banda El Sello copó el escenario y propuso una serie de clásicos de Chévere, Trulalá y otras formaciones cuarteteras. La pista se llenó de bailarines y la fiesta alcanzó su punto cumbre. La alegría se desplegó hasta alcanzar el alba, casi hasta la hora en que comienzan a trabajar.
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