Cristina disfruta de la victoria arrolladora de Fernández, de la que fue arquitecta, y profundiza su rol de segunda con perfil ultra bajo. Sorpresa por el urnazo y planes para el regreso de Cuba.
Confiaba en una victoria pero nunca pensó que sería tan arrolladora. Cristina Fernández de Kirchner había visto encuestas que pronosticaban un triunfo del Frente de Todos por 11 puntos en las elecciones primarias, pero el resultado de las urnas la sorprendió, como a toda la clase política. Los números le confirmaron que su estrategia había sido exitosa, desde la elección de Alberto Fernández como candidato hasta su papel secundario en la campaña, el lugar impensado que piensa seguir ocupando mientras su ex jefe de Gabinete se queda con todo el protagonismo del triunfo.
“Está feliz”, dicen en el Instituto Patria, donde el lunes al mediodía la ex presidenta ingresó, victoriosa, para reunirse con Fernández, Axel Kicillof y Matías Lammens. Además del análisis de los números, la reunión tuvo su componente emotivo. CFK se emocionó al hablar del orgullo que le daba la campaña que el Frente de Todos había logrado hacer desde la adversidad, sobre todo en la provincia de Buenos Aires. Comieron pizza y la senadora aprovechó para hablar por primera vez con el candidato a jefe de Gobierno de su espacio en la Ciudad.
La semana transcurrió con reuniones y visitas habituales, encuentros con la familia y los amigos para celebrar el triunfo. El miércoles, la ex presidenta cenó en el Café de las Palabras, la “guarida” que el ex embajador ante el Vaticano y candidato a diputada nacional Eduardo Valdés tiene en Almagro. Allí estuvo también Camilo Vaca Narvaja, el papá de su nieta Helena, junto a su familia.
Los grandes empresarios y los gobernadores no peregrinan por el edificio de la calle Rodríguez Peña, donde CFK se instaló a principios de 2016, cuando el peronismo la había enviado al exilio político. Todos, y mucho más desde la victoria, van a tocar la puerta de las oficinas de México 330, donde atiende el candidato presidencial. Cristina trabaja en el Instituto Patria con su equipo de confianza y los dirigentes que nunca se alejaron de su entorno, satisfecha y aliviada por el resultado, ya acomodada en el nuevo rol secundario que ella misma eligió, lectura política mediante.
Ya con la autorización judicial correspondiente, Cristina volará a Cuba el próximo jueves 22 para ver a su hija, Florencia Kirchner, que permanece allí desde febrero bajo tratamiento médico. Desde que Florencia se instaló en la isla, la ex presidenta dedica gran parte de su tiempo a los cuidados de su nieta, a la que lleva a la isla cada vez que viaja para que vea a su madre.
A su regreso, el 30 de agosto, empezará a diseñar junto a Fernández la segunda etapa de la campaña, que no será muy distinta a la primera. En su equipo se debatió si sería necesario cambiar la modalidad de la presentación de su libro “Sinceramente” y reemplazarla por actos tradicionales. Pero equipo que gana no se toca, dicen en el cristinismo, y todo indica que Cristina seguirá con su periplo literario por las provincias que aún le resta visitar antes de las elecciones octubre, como Formosa, Entre Ríos, Misiones y Salta y algún lugar de la Patagonia. Las visitas provinciales, dicen en el Instituto Patria, aunque de poco ruido mediático nacional, generan furor en el electorado local, que la ex presidenta busca fidelizar.
El protagonismo seguirá, entonces, en manos de Fernández, el candidato que la ex presidenta supo ver antes que nadie y que está a las puertas de la Casa Rosada. Cristina se mantendrá en segundo plano, en una inversión de roles impensada a la que le costó entrar en funcionamiento pero que superó todas las expectativas.
Tal fue la retirada de la ex presidenta en su afán por evitar que una palabra suya pudiera irritar mínimamente al electorado y afectar la construcción plural del Frente de Todos, que hasta estuvo en duda su discurso en el acto de cierre de campaña, en Rosario. Fue el candidato a presidente, Fernández, quien intervino para frenarla. “¿Cómo va a ir Cristina y no va a hablar?”, dijo ante los equipos de campaña.
A aquel primer acto de Merlo, el 25 de mayo, cuando a Cristina le costó tanto ceder su lugar como a Fernández ocupar el suyo, y al cierre triunfal en Rosario los separaron menos de tres meses de calendario y un abismo de construcción de política.
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