por Jorge Fontevecchia
Ya hay seis peronismos. 1) El peronismo Sancor de los gobernadores de Santa Fe y Córdoba, las dos principales provincias argentinas fuera de la órbita porteña con peso específico propio. 2) El peronismo de los gobernadores jóvenes con aspiraciones futuras, Sergio Uñac y Gustavo Bordet, que el año pasado se alinearon con Lavagna y Urtubey y tuvieron que terminar apoyando la fórmula Fernández-Fernández. 3) El peronismo de los bonaerenses ex Frente Renovador, que también se sumaron a la fórmula Fernández-Fernández, como Sergio Massa, Felipe Solá y el propio Alberto Fernández. 4) El peronismo de Miguel Angel Pichetto, que si Macri llegara a ser reelecto y con la lapicera de vicepresidente podría ser un gran aglutinador de poderes territoriales. 5) El peronismo de Consenso Federal, con Lavagna y Urtubey. 6) El kirchnerismo.
Al venir Duran Barba de un país unitario ya centralizado, entendió la nacionalización de los medios y su efecto Si el Frente de Todos ganara las próximas elecciones, estos archipiélagos peronistas lucirían una aparente unidad pero la cohesión estaría solo condicionada al triunfo, y coyunturalmente, porque a los dos años, cuando llegue la elección de medio turno de ese nuevo gobierno, como sucede siempre entre el sucesor y el predecesor, habrá una puja entre el kirchnerismo y el resto por el armado de listas de candidatos a legisladores, con disímil pronóstico. Pero si perdiera el peronismo, se encaminaría a un proceso similar al del radicalismo post De la Rúa, que se constituyó como un partido con fuerte presencia territorial, capaz de controlar repetidamente provincias e intendencias fuera del universo porteño pero sin la posibilidad de generar un candidato nacional a nivel presidencial. El fenómeno no sería solo del PJ y de la UCR ni de los grandes partidos políticos argentinos. En Brasil sucede lo mismo con el mayor partido de nuestro vecino, el PMDB, que desde hace décadas no puede generar un presidente. Si se ingresa a su página web oficial (https://www.mdb.org.br/), se recibe al visitante con el siguiente texto: “O maior partido do Brasil: 1 ministro, 3 gobernadores, 1 vicegobernador, 13 senadores, 34 diputados nacionales, 94 diputados provinciales, 1.030 intendentes de los cuales 4 de capitales y 7.564 concejales”.
Faltaría agregar “pero ningún presidente desde 1985”, cuando José Sarney fue electo al terminarse la dictadura y desde entonces tuvo que conformarse con apoyar a exitosos candidatos presidenciales de otros partidos como Fernando Henrique Cardoso, del Partido Socialdemócrata, en 1998, Lula en su reelección de 2006 y Dilma, tanto en 2010 como en 2014, ambos del Partido de los Trabajadores, colocándole el vicepresidente en su segundo mandato a Dilma, Michel Temer, quien llegó a asumir por el impeachment de Rousseff. El problema común de Argentina y Brasil comparte una raíz geográfica y otra tecnológica: la nacionalización de los medios de comunicación masivos, que en Argentina se inició con el cable haciendo que en Jujuy o Tierra del Fuego se viera TN o Telefe y en Brasil en el Amazonas o Porto Alegre, TV Globo o TV Record, sumada a la nacionalización de las radios, a partir de las FM locales que retransmiten las radios de Buenos Aires y lo mismo en Brasil con las cadenas de radio de Globo y Bandeirantes, generando que en el interior de los dos países se consuma lo que está sucediendo en Buenos Aires o en el eje San Pablo-Río de Janeiro en Brasil. Hacer conocido nacionalmente a un gobernador que no sea de Buenos Aires o de San Pablo-Río de Janeiro es casi imposible. Solo lo fue cuando los grandes partidos políticos eran el sistema de intermediación entre el pueblo y la política, y la UCR pudo imponer en 1963 un gobernador de Córdoba como Illia o el peronismo a Menem en 1989. En Brasil los últimos presidentes que no eran de San Pablo o Río de Janeiro fueron en los años 80 Sarney y Collor de Mello, desde allí todos surgieron de esas dos ciudades. Y en Argentina son “porteños” De la Rúa, Duhalde, Macri y el kirchnerismo, que surgió en Río Gallegos, anidó en el Conurbano y se hizo bonaerense, como Lula, que nació en el nordeste de Brasil y terminó haciéndose famoso en la periferia de San Pablo; se podría citar también el ejemplo de Elisa Carrió, que era del Chaco pero se hizo famosa con su carrera política en Buenos Aires. La imposibilidad del peronismo de generar nuevos candidatos presidenciables competitivos se demuestra en esta elección donde, entre quienes serán más votados, se encuentran el jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, el ministro de Economía de Néstor Kirchner, la esposa de Néstor Kirchner y hasta se podría mencionar al presidente del bloque oficialista en el Senado de Néstor Kirchner. No surgió nadie nuevo del peronismo que pueda disputar la presidencia, como tampoco del radicalismo.
Y la fortaleza del PRO sigue siendo que la troica más votada de sus candidatos es porteña y controla la provincia y la ciudad de Buenos Aires, y desde allí la Nación: Macri, Vidal y Rodríguez Larreta. Le queda a Urtubey el mérito de lograr una moderada visibilidad nacional y ser candidato por primera vez en una fórmula presidencial viniendo de Salta, pero se trata de un premio consuelo porque parte de su fama también se construyó por los medios nacionales porteños a través de la profesión de actriz de su mujer, Isabel Macedo. En los años 80 era muy común que el gobernador fuera literalmente el dueño del diario local; el caso más exitoso es Juan Carlos Romero en Salta, del diario El Tribuno, y en nuestro vecino, con una población menos lectora, el ejemplo es José Sarney, dueño de la televisora de su estado, Maranhão, en el nordeste de Brasil.
Pero en el siglo XXI la penetración de los medios nacionales gracias al abaratamiento de las formas de distribución instantáneas dejó a los medios locales con una influencia reducida. Luchar por comprender es luchar por el poder: el PJ y la UCR deben sacarse su nostalgia por la centralidad perdida No es casual que las dos figuras nuevas del peronismo y el radicalismo sean también porteñas: Kicillof y Lousteau. Si el peronismo no logra generar nuevos candidatos que puedan ganar en el Conurbano, seguirá el mismo recorrido de partido provincial que le tocó transitar al radicalismo en las últimas décadas, justo desde que dejó de ganar en la ciudad de Buenos Aires, junto con la Provincia las dos cajas de resonancia electorales del país. Esa es la gran fortaleza del PRO, que entendió mejor Jaime Duran Barba por venir de Ecuador, un país unitario y ya centralizado.
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