Se agrava la crisis laboral en el puerto y ninguna autoridad parece advertirlo. Barcos que de fresqueros se transforman en congeladores y la zafra de langostino que sumará inactividad en fábricas locales.
Marineros de barcos costeros como el “Gala”, “Jupiter” o “Don José”, que le piden permiso al armador, en el mejor de los casos, para llevarse más pescado que el permitido para poder filetear y vender por el barrio, de modo de incrementar el magro salario que cobran por salir a la mar.
Fileteros socios de la cooperativa Mar Adriático que piden autorización para retirar el equipo (tabla, delantal, cuchillo y botas), de la planta donde procesan pescado, para poder hacer una changa en alguna cueva donde convoquen a cortar y cobrar al finalizar.
Postales que resumen una crisis laboral de proporciones en el puerto marplatense pero que parece no despertar el interés de casi nadie. Se perdieron más de 600 fuentes de trabajo en los últimos 16 meses en la industria del procesamiento de pescado fresco
Marineros y estibadores suman horas muertas en el muelle esperando por un viaje o la convocatoria a descargar un barco fresquero. Relevos que ya se resignaron, guardaron la libreta de embarque en un cajón y toman el volante de un remis ilegal. Subempleados que alimentan la estadística y reafirman a Mar del Plata como capital nacional de los brazos en jarra.
Y nadie levanta un dedo. Menos las autoridades nacionales, provinciales y municipales que deberían estar al tanto de la involución de los desembarques de merluza fresca, la preponderancia de la flota congeladora por sobre los colorados de altura, las violaciones a la Ley Federal de Pesca que se producen con estas conductas y que profundizan el fenómeno. Los problemas de costos, el retraso cambiario, la falta de estímulos, la presión impositiva, el inminente comienzo de la zafra del langostino que provocará la migración de muchos barcos hacia la Patagonia…
Todos estos factores atentan contra ya no la generación de trabajo en tierra, sino con poder mantener lo que queda funcionando en cuenta gotas, con el respirador puesto en una cama de terapia intensiva.
“Es como un pantano donde vos querés pisar tierra firme. No hay posibilidades de quedarte quieto ni volver sobre tus pasos. Pero el pantano es cada vez más largo” dice Juan Greco, nuevo Secretario de la Asociación de Embarcaciones de Pesca Costera, para graficar lo que ocurre con la flota.
En el fondo se comprende la apatía oficial. Se conforman con mostrar que las exportaciones pesqueras aumentaron en relación al año pasado para sintetizar una supuesta bonanza en la pesca. Como si con eso alcanzara para que el estibador del fresco tenga más horas ocupado en la descarga.
No dicen que esos números tienen que ver con el fenómeno del langostino que generó más de la mitad de los ingresos de divisas el año pasado. Y las exportaciones del primer cuatrimestre de este año también mostrarán signos positivos en comparación con el 2016. En este caso porque el calamar mostró mayor abundancia. Pero eso tampoco provoca que el marinero de un fresquero de altura pueda completar dos mareas al mes.
La apatía de la clase dirigente incluye también a los opositores. Nadie siquiera eleva un pedido de informes, o promueve una Banca 25 en el Consejo Deliberante para exponer la situación. Ya sé que sirve de poco, pero aunque sea para emitir un mensaje de alerta, mostrar preocupación y generar empatía con el sufrimiento de miles de trabajadores.
Pero se entiende el desinterés, todavía estamos lejos de la previa electoral como para que los candidatos desfilen por la banquina chica y emitan fotos y comunicados en los que manifiesten un par de frases sacadas del manual del sentido común. Que el motor de la ciudad, que la generación de empleo sustentable… ¿les suena?
Entra tanta parálisis, Caipa y el Soip acordaron una suma a cuenta, no remunerativa, mientras terminan de negociar el porcentaje final de la paritaria. Son 9 mil pesos, desdoblados en 3 cuotas, para los meses de marzo, abril y mayo. El año pasado firmaron por 2700 para marzo y abril. Luego establecieron un 35% desdoblado en dos cuotas, una de 20% y otra de 15%.
La gran mayoría de los 3500 afiliados que tiene el Soip bajo relación de dependencia solo cobran la garantía horaria de 184 horas que marca el 161/75 o el salario mínimo vital y móvil que establece el Anexo PyME y que de bolsillo ronda los 7 mil pesos.
Para muchas empresas la suma a cuenta representa casi un 40% más de lo que vienen pagando hasta ahora. En épocas donde no hay producción como para respaldar el incremento salarial, piensan que el acuerdo acelerará la caída de las que están al borde del precipicio.
Eso sostiene Patricio Alessandroni, síndico de la cooperativa Mar Adriático. El aumento a los efectivos se traslada a los asociados. Los socios le piden sacar el equipo para ir a cortar a otro lado. De los últimos 150 días apenas fueron convocados a trabajar en 33. Solo una vez pudieron cortar más de 500 cajones, la capacidad de producción de la planta. Todos los demás, muchos menos.
En el Acta 10 el Consejo Federal Pesquero validó la transformación de fresquero a congelador de los barcos Arrufo, Mar Esmeralda y Don José Moscuzza y de esta manera tienen la puerta abierta para poder participar de la zafra de langostino en aguas nacionales y reasignar la cuota de merluza para poder pescarla con otros barcos congeladores. Bingo.
La merluza fresca que no desembarquen el Arrufo (Solimeno), el Mar Esmeralda (Baldino) y el Don José Moscuzza, como la que tampoco descargarán los fresqueros y costeros que migren en busca del langostino, indefectiblemente será menos trabajo en los muelles, y en las mesas de corte de Mar del Plata. Menos que menos. Casi nada.
Si la intención de las autoridades es cambiar el modelo pesquero, darle mayor protagonismo a la eficiencia de la flota congeladora, concentrar la industria en pocas manos, que la flota fresquera sobreviva atada al muelle y descartar el fomento del trabajo que provoca el procesamiento de pescado en tierra, es una decisión. Se podrá o no discutir, pero parece estar en el ADN del gobierno de turno.
Además de reconocerlo, cosa que es difícil que ocurra, deberían disponer de varios millones para subsidiar la quita de barcos del caladero y disponer de un plan de readecuación laboral para los miles de trabajadores que quedarán fuera del sistema con el cambio de modelo. El esquema actual somete a la mayoría a una agonía indigna.
El puerto es lo más parecido a una bomba cuya mecha está encendida y nadie capaz de apagarla, la mira.
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