La evacuación de 6500 refugiados del campamento de Calais, el más grande de Francia, comenzó ayer con largas filas frente al centro de gestión abierto por las autoridades y con la presencia de 1250 efectivos policiales.
La evacuación y desmantelamiento del mayor campo de refugiados de Francia, conocido como “La Jungla” de Calais, ubicado al norte del país y donde más de 6500 personas hacinadas esperan cruzar al Reino Unido, comenzó ayer con largas filas frente al centro de gestión abierto por las autoridades y con la presencia de 1250 efectivos policiales.
La “Jungla de Calais”, donde malviven miles de personas, es un símbolo de tensión para el gobierno francés, acorralado entre las críticas de las organizaciones humanitarias y las exigencias de una ultraderecha en ascenso. Pero también es un emblema de la impotencia con la que Europa maneja la crisis migratoria -la peor desde la Segunda Guerra Mundial- dejando a su suerte a miles de personas que huyen de situaciones de violencia y guerra, en las que participan potencias como Reino Unido y Francia.
Si bien el domingo se registraron disturbios, que fueron silenciados con gases lacrimógenos, y detenciones de inmigrantes que intentaron marcharse, ayer a la mañana muchos refugiados -afganos, eritreos, etíopies y sudaneses-, en su mayoría hombres con sus pocas pertenencias, hicieron la fila desde temprano para ser trasladados a los 451 centros de acogida que el gobierno francés abrió a lo ancho y largo del territorio. De todos modos, varias organizaciones humanitarias como la Asociación l’Auberge des migrants (El albergue de migrantes) denunciaron ayer vía Twitter que hay 2.000 personas que no quieren abandonar la Jungla, ya que esperan cruzar finalmente al Reino Unido.
En las últimas semanas, representantes del Estado y de asociaciones humanitarias iniciaron una campaña de información para persuadir a los migrantes de acogerse a este dispositivo antes que perseverar en su intención de permanecer en el puerto de Calais, el punto más cercano al Reino Unido, cruzando el Canal de la Mancha, el destino soñado por la mayor parte de ellos. Pero el trámite de registro no implica el inicio de un pedido de asilo, quien no tenga esa petición resuelta, será expulsado, quien tenga ese trámite en sus manos, podrá quedarse en Francia.
Concretamente ayer, las autoridades francesas preveían que salieran 60 micros con 50 inmigrantes en cada uno y hoy están previstos 45 colectivos, en tanto que el miércoles otros 40. En total, entre 6.000 y 8.000 personas están en la llamada “jungla” de Calais, según las autoridades que estiman que este mega operativo se extenderá toda la una semana. La mayoría de las personas que malviven en el improvisado Calais -durmiendo en carpas y chozas- quedaron varados hace años en esa ciudad portuaria, en el norte de Francia, a la espera de poder cruzar al Reino Unido. Una proeza casi imposible porque la frontera esta cerrada, con vallas a lo largo de más de un kilómetro.
Así se conformó este campamento, cuyo desmantelamiento fue pedido por el gobierno de Francois Hollande y validado por el Tribunal Administrativo de Lille. El vocero del Ministerio del Interior en París, Pierre-Henri Brande dijo hoy mismo que las personas están acudiendo de forma voluntaria. “A nadie se lo obliga a subir a un autobús”, declaró.
Las largas filas son para registrarse, el primer paso para salir del lugar. Luego se suben a los micros asignados y luego se cumple el traslado a los pueblos franceses.
El primero en la cola ayer era Bashir, un sudanés de 25 años que sostuvo que “cualquier lugar de Francia” será mejor que Calais. Pero, para Mohamed, un etíope, la historia es otra: “Soy menor, quiero ir a Reino Unido, no me interesa subir a los autobuses”. “La vida aquí es muy dura. Llevo cinco meses y quiero empezar una nueva vida”, contó Idriss, un eritreo que llegó a Calais para cruzar al Reino Unido, pero que ya no tiene esperanzas.
París y Londres redoblaron la vigilancia en el túnel ferroviario bajo el Canal de la Mancha y en el puerto de ferrys que comunican ambos países, por lo que pasar al otro lado es una hazaña cada vez más peligrosa. Y más cara.
Hussein, un beduino de Kuwait, tampoco quiere irse: “No quiero alejarme del Reino Unido. Allí vive mi primo y quiero ir con él”. Desde que llegó a Calais hace un mes, dos veces intentó burlar la vigilancia aduanera y dos veces fue atrapado por la policía. Pero lo va a volver a intentar.
Desde ayer, las autoridades buscan convencer a los más reticentes de lo “humanitario” de este operativo. “Quedan personas por convencer”, admitió Didier Leschi, director general de la Oficina francesa de Inmigración. Es que, como Mohamed o Hussein, muchos quieren cruzar al Reino Unido. Una misión casi imposible, excepto para los menores que estén solos y que tengan familia en territorio británico. Para ellos, se puso en marcha un operativo de reubicación.
El gobierno británico aceleró finalmente los procedimientos de acogida para estos niños o adolescentes, de los cuales unos 500 tienen familiares en Reino Unido y la semana pasado ya acogió a 194 menores, informó la ONG France Terre d’Asile (EDA).
Sin embargo, en las redes ya circulan denuncias bajo el hashtag #calaisjungle. Los médicos del Mundo tuitearon que “han encontrado a muchos menores no acompañados desorientados, sin saber qué deben hacer o qué les va a pasar”.
La reubicación es otro tema con el que deberán lidiar los franceses. Algunos pueblos expresaron su desacuerdo con el plan de repartición impuesto por el ejecutivo y varios miembros de la oposición de la derecha aludieron al riesgo de crear varios “mini-Calais” en todo el país, fogoneando a los residentes.
Incluso el domingo a la noche la indignación se trasladó peligrosamente a la furia y se registró un incendio premeditado en un futuro centro de acogida y orientación de refugiados e inmigrantes (CAO), situado en el municipio francés de Louberat, en el centro del país, informó ayer la prefectura local y los bomberos. Si bien el fuego no se propagó, este es un alerta peligrosa de la tensión a futuro.
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