Por Ricardo Roa
El hecho concreto y repetido es que el Buenos Aires y el Pellegrini, colegios que dependen de la Universidad, fueron tomados por alumnos. La repetición de tomas no ha cambiado y muestra un fracaso perpetuo, que después se diluye para volver con nuevas razones o con nuevas excusas.
En el barullo de esta última toma pareció quedar en el aire una inédita revolución estudiantil: alegaban que tomaban los colegios para defender la calidad educativa. Para no alivianar la exigencia de pasar de año con sólo una materia previa.
Se creyó que no querían ser arrastrados hacia el montón de abajo, de los demás colegios y descender del podio que los sostiene como los mejor preparados de la enseñanza pública. Los delegados de los alumnos lo razonaron en reportajes de radio y de la tevé con una energía limítrofe con la furia. No es tampoco la primera vez que pasa.
Pero detrás de esta supuesta preocupación por la calidad de su enseñanza hay otras razones. Para los rebeldes, la UBA quiere imponer un régimen de dos materias previas anticalidad. Para las autoridades, su plan corre por otro lado: corregir un sistema de materias previas, que en lo formal es de una pero que en la realidad llega a ser de tres en el Buenos Aires y de cuatro en el Pellegrini.
Esto es así porque los alumnos que se llevan más de una previa pueden cursar al año siguiente como oyentes, siempre que se comprometan a rendir las materias pendientes.
Peor todavía, dice sin vueltas Oscar García, secretario de Educación Media de la UBA y autor del proyecto que disparó la protesta: “En vez de dar las materias libres, los alumnos tienen la instancia de una ayuda pedagógica y los docentes hacen la vista gorda, como si fueran alumnos regulares. Si de 46 alumnos libres tan sólo aprueban dos como ha ocurrido, quiere decir que además de perder la escolaridad, les hicimos perder un año escolar... Mi intención fue sincerar la cuestión”
Y sigue: “Estamos equiparando alumnos libres con regulares y esto es escandaloso. Lo que vinieron a pedirme los estudiantes es que flexibilizáramos aún más eso, una joda bárbara”.
La propuesta de la UBA ayer quedó en suspenso. Lo que no quedó en suspenso son las tomas: seguirán hasta que no les aseguren por escrito que esta vez no habrá sanciones (ver pág. 36).
La discusión pasa ahora a cada colegio para volver finalmente a la UBA. Cuesta encontrar el debate sobre la calidad de la educación y sobre cómo recuperar los niveles perdidos. Eso siempre queda para después en un después interminable.
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