En los últimos diez años cerraron unas 30 estaciones en Mar del Plata por falta de rentabilidad y escasez de combustible. Los automovilistas deben soportar largas demoras para cargar nafta.
Surtidores oxidados, mangueras con telarañas, baldes sucios y vidrios rotos. La imagen se repite: en los últimos diez años cerraron unas 30 estaciones de servicio en Mar del Plata por falta de rentabilidad y escasez de combustible, lo que se tradujo en la pérdida de cientos de puestos de trabajo. La crisis del sector se profundizó al mismo ritmo que el crecimiento del parque automotor (circulan más de 300 mil vehículos por día en la ciudad). Y desnudó un problema que afecta a los consumidores: cada vez hay más autos y menos bocas de expendio. Por eso, cargar nafta se convirtió en un trastorno.
Los conductores deben soportar largas demoras y tomar el recaudo de contar con dinero en efectivo porque no todas las estaciones trabajan con tarjetas de crédito o débito. Además, las colas que se forman hasta la calle generan embotellamientos en el tránsito, sobre todo en las estaciones de la zona del centro (Colón y Santiago del Estero, Moreno y Catamarca y Alberti y Buenos Aires, entre otras).
En Mar del Plata hay unas 65 estaciones, pero los automovilistas reclaman más bocas de expendio. "En la actualidad no se abren nuevas estaciones en la ciudad, pero tampoco cierran las que hay. El mercado está estable, entró en una meseta", dijo a LA CAPITAL la presidenta de la Cámara de Expendedores de Mar del Plata y la zona, Mónica Killian. Y agregó: "El parque automotor crece constantemente a pasos agigantados y, por lo tanto, aumenta la demanda de combustible. Las estaciones siguen trabajando con el mismo cupo y no tienen posibilidades de formar stock. Ante una contingencia, como por ejemplo un paro de camioneros que impide la llegada de combustible, se producen algunos faltantes temporarios de nafta. De todas maneras, por el momento tenemos un abastecimiento normal".
Cada vez hay más colas para cargar combustible, sobre todo en los puntos de venta donde hay descuentos especiales o donde aceptan tarjetas de crédito y débito, dado que muchas estaciones de bandera o independientes con poca rentabilidad no aceptan los plásticos porque perciben los reembolsos después de varios días.
En YPF suelen formarse largas colas porque vende el combustible casi un 10 por ciento más barato -en promedio- respecto de la competencia. Y, en este sentido, desde la estaciones señalaron que "la gente volvió a fijarse en los precios".
En marzo el precio de los combustibles aumentó -en promedio- un 6 por ciento, tras el acuerdo al que llegaron productoras de petróleo y refinadoras con el Gobierno. Así, en YPF el litro de la nafta súper, el producto más consumido por la clase media, cuesta $10,79 y la premium $11,75. Mientras que en Shell el litro de súper vale $11,79 y la power $12,99. Si se comparan los precios de marzo con los que estaban vigentes un año atrás, el incremento alcanza 60 por ciento. "Las estaciones de servicio no son formadoras de precios, el valor viene impuesto por la petrolera", explicó Killian.
La fuerte devaluación del peso en enero es el principal argumento de las petroleras para aumentar sus precios, debido a que las refinadoras cobran en pesos el combustible que despachan, pero el precio del crudo, que se lleva un 80% de sus costos, está fijado en dólares y se liquida de acuerdo con la cotización del Banco Central.
A medida que baje el descuento en el petróleo, subirán los combustibles. Al aumento de marzo, en línea con lo pactado, le seguiría otro de 5,4% el mes próximo y de 3,8% en mayo, que se sumarán al incremento de 6% de febrero, el primero autorizado por el ministro de Economía, y al 7% que se registró en el primer mes del año.
Hay tres tipos de estaciones: las propias de las compañías petroleras, las de operadores que utilizan una determinada marca y funcionan mediante un contrato con estas empresas y las independientes o blancas.
Las grandes firmas no coinciden del todo con el diagnóstico de los dueños de las estaciones. Consideran que, para lo que es en estos momentos el parque automotor argentino, el mercado de las estaciones de servicio está sobredimensionado.
Según Killian, tras la devaluación el sector está atravesando "una situación difícil". El país, dijo, "tiene una crisis energética importante y además parte del combustible está siendo importado, por lo tanto la importación se maneja a valor dólar y en el mercado se vuelca en pesos. Con lo cual hay una ecuación que está siendo desfavorable. También tenemos un déficit en cuanto la exploración y extracción de petróleo".
Killian afirmó que la mayoría de las estaciones opera con bajos niveles de rentabilidad. "Poner una estación requiere de una gran inversión y mantenerla operativa también demanda un capital importante. La estación de servicio es una actividad que está altamente controlada y regulada a nivel nacional, provincial y municipal", sostuvo.
Los dueños de las estaciones no son optimistas: dijeron que este año las perspectivas para la actividad son "malas". Y manifestaron que a pesar de que aumentó la cantidad de clientes por el repunte de la venta de autos, "nadie pone una moneda para invertir en el rubro". En ese sentido, expresaron que "uno de los principales problemas que tiene el sector es la tremenda carga impositiva y los aumentos de sueldos que van siempre muy por encima del incremento de nuestros ingresos".
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