El intendente se trenzó con funcionarios del kirchnerismo duro en la noche de la derrota.
Será una manera de contener al intendente local, Martín Insaurralde, que desde el domingo mastica una doble bronca: la primera de ellas, esperable, por haber sido derrotado de manera contundente por el Frente Renovador de Sergio Massa y otra, de consecuencias más profundas, que lo enfrenta a algunos de los funcionarios más encumbrados de la Casa Rosada.
El domingo a la noche, esa furia llegó hasta un punto volcánico. Antes de irse del bunker que el kirchnerismo armó en el hotel NH Tango para esperar los resultados, Insaurralde le dijo a uno de los hombres que lo acompañaba que estaba dispuesto a quedarse en la intendencia y a no asumir la banca de diputado que consiguió ayer.
El enojo de Insaurralde se hizo evidente cuando en el mismo escenario de la tanguería que funciona en los bajos del hotel se enteró de que no podría dar un discurso aceptando la derrota y felicitando a Sergio Massa –a quien había llamado apenas un rato antes–, en un movimiento que copiaba los modos históricos de Scioli, por estas horas el gurú político del intendente. Le tocó dar el pase a uno de los triunfadores, a la manera de los movileros de TV.
La orden de que no hablara llegó, aseguran en la Casa Rosada, directamente desde la Quinta de Olivos, donde Cristina Kirchner mantiene un reposo obligada por su salud.
El plan que bajó hasta el hotel era montar una cadena de teleconferencias con gobernadores triunfantes para borrar la imagen de un kirchnerismo derrotado en los cinco distritos más importantes del país, que concentran dos tercios de los votantes, además de otras provincias menos pobladas.
Insaurralde no disimuló su enojo por la falta de micrófono y tampoco por el clima que impuso la orden de Olivos. Según hizo saber esa misma noche, al intendente le pareció “ridículo” el despliegue de celebraciones que montó el kirchnerismo en el hotel.
En el entorno de Scioli agregaban otra cuestión que puso nerviosos a varios en el NH. “ No lo podemos poner a (Amado) Boudou a conducir un acto como si fuera una fiesta cuando perdimos ”, decían ayer desde La Plata, con el recuerdo todavía fresco de un escenario repleto de sonrisas y abrazos encabezado por el funcionario de peor imagen pública del Gobierno.
Ayer, cerca de Insaurralde admitían que el enojo del intendente con el kirchnerismo duro seguía en pie, pero estaba prácticamente descartado su plan de quedarse en Lomas, hecho público en las horas más calientes. “No tenemos espacio para no ir al Congreso”, reconoció uno de sus hombres.
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