El Gobierno consiguió que la legislatura provincial apruebe el Ordenamiento Territorial y Bosques Nativos, del que sólo queda el 3 por ciento conservado. Los ambientalistas denuncian que la ley beneficiará a los emprendimientos inmobiliarios.
Con el apoyo de la oposición, el oficialismo consiguió avanzar con la Ley de Ordenamiento Territorial y Bosques Nativos de la provincia de Buenos Aires, el único distrito del país que carecía de una norma de este tipo, necesaria para dar cumplimiento a la Ley de Bosques nacional.
La iniciativa había comenzado a discutirse en 2014, durante el gobierno de Daniel Scioli. Sin embargo, asociaciones ambientalistas y vecinales habían logrado postergar su aprobación luego de que se conociera que el proyecto podía beneficiar a un emprendimiento inmobiliario de la empresa Techint en las costas de Avellaneda y Quilmes, que afectaría bosque nativo.
Ahora, con la Ley ya sancionada la Unión de Asambleas Ciudadanas –que nuclea a diversas agrupaciones ecologistas-- insistió en que el proyecto es “inconstitucional, regresivo y peligrosamente permisivo”. “Su mapa de ordenamiento le da a las empresas poder sobre nuestros territorios, mientras las consecuencias las paga toda la sociedad. Entre los beneficiarios están Techint, Caputto, Constantini, y sectores políticos. La ley de Bosques se transforma en una ley de expansión urbana y extractivismo, en vez de proteger el bosque que queda”, señalaron en un comunicado.
En cambio, para el ministro de Agroindustria de la provincia y ex gerente de la multinacional Monsanto, Leonardo Sarquís, la sanción del Ordenamiento Territorial es una “gran noticia para el sector forestal”, que beneficiará el “desarrollo de la agroindustria provincial”. En efecto, como la provincia no contaba con una norma de este tipo, los productores forestales –principalmente ubicados en el Delta- no podían gozar de los beneficios para la actividad forestal contemplados en la Ley Nacional de Inversiones para Bosques Cultivados. Además, Buenos Aires tampoco recibían los fondos previstos para la conservación de los bosques nativos.
Según explicaron desde ese ministerio, los equipos técnicos ya se encuentran trabajando para que la Buenos Aires pueda “contar con un escenario favorable para aprovechar las ventajas comparativas que la harán muy atractiva para inversores”.
“La provincia de Buenos Aires está en crisis forestal desde hace muchos años. Sólo le queda el 3 por ciento de masa forestal que había cuando llegó la conquista”, explicó a Página/12 Claudio Bertonatti, uno de los naturalistas más reconocidos de la Argentina, ex director de la Fundación Vida Silvestre y de la Reserva Ecológica Costanera Sur. “Si Sarquís celebra la sanción de la ley de esta manera, nos da qué temer. No soy partidario de no usar la naturaleza, hay que usar bien y conservar”, amplió.
Bertonatti hizo hincapié en que la normativa tendría que tender a proteger aún más el poco bosque queda. “Sin embargo le han torcido el brazo a la conservación. Cancha abierta para la producción agrícola y la especulación inmobiliaria, primaron los intereses económicos. Lo único que están conservando es el interés de unos pocos” señaló.
Desde Greenpeace, Hernán Giardini, coordinador de la Campaña de Bosques, advirtió que “no tener una ley era algo malo y tener una mala ley, también”. Giardini advirtió que la clave es el mapa que se confecciona con la aprobación de la norma, donde las zonas estarán divididas por colores: el verde para habilitar el desmonte, rojos y amarillos para frenarlos. “La presión era más inmobiliaria que agrícola en este caso”, aseguró.
La atención está puesta entonces en un proyecto de Techint en Avellaneda y Quilmes, donde prevé invertir 1700 millones de dólares para construir una suerte de Puerto Madero. Los ambientalistas aseguran que la empresa quiere arrasar con lo que queda allí de forestación nativa, sobre las costas del Río de la Plata.
“Efectivamente a la costa ribereña de Quilmes y Avellaneda no le queda mucho por defender, lo que quedan son áreas marginales”, señaló Bertonatti. “La alternativa no puede ser mantenerlo así como está o arrasarlo para emprendimientos inmobiliarios. Se podrían poner en valor para transformarlas en un centro de atracción por lo que son. Pero, claro, eso implica presupuesto”, añadió.
El ecólogo advirtió que los bosques tienen una función de “servicio ambiental, silencioso, invisible y gratuito”. Los beneficios del bosque no son medidos en términos económicos, pero van desde la producción de oxígeno, la fijación de los suelos, la conservación de los cursos de agua y la amortiguación –incluso el evite- de inundaciones. “Creen que una hectárea de soja sembrada es más rentable… no tienen idea”, cerró Bertonatti.
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