Bolsonaro, una suerte para Macri

Bolsonaro, una suerte para Macri

por Jorge Fontevecchia

Escribo esta columna desde San Pablo en mi viaje mensual a la redacción de Perfil Brasil. En 2018 se cumplieron treinta años de la primera publicación que lanzó Editorial Perfil en este país y después de haber vivido aquí en dos décadas diferentes casi un año cada vez y llevar tres décadas haciendo periodismo en Brasil creo poder ser un buen intérprete de los cambios que se fueron produciendo en la relación entre Argentina y Brasil. Llegué a San Pablo de la mano de Alfonsín, integrando el viaje con el que funcionarios y un conjunto de empresarios acompañamos al ex presidente en su visita oficial para promover el lanzamiento del mercado común entre Argentina y Brasil, que se llamaría Mercosur. El ceremonial brasileño mezclaba a los argentinos con brasileños en la comida que organizaron, y en la mesa que me asignaron me presentaron a Olacyr de Moraes como “el rey de la soja”, cultivo que en la segunda mitad de los años 80 era algo lejano para un argentino. Pero aquel Mercosur que construyeron Alfonsín y Sarney tenía muy poco de mercado común y mucho de alianza política regional. La democracia se había recuperado en la Argentina a fines de 1983, en Brasil en 1985, y pocos años después ambos países tenían todavía el aliento de los militares en la nuca. Alfonsín y Sarney, imitando a Charles de Gaulle al terminar la Segunda Guerra Mundial en Europa, pensaron lo comercial apenas como una excusa para crear una verdadera Unión Sudamericana con leyes e instituciones comunes para defender a cualquier nación miembro de un golpe de Estado, colocando en los estatutos fundacionales que el país que alterase el orden democrático sería automáticamente suspendido del Mercosur, medida imaginada como una especie de bloqueo. De hecho, eso sucedió cuando el Congreso de Paraguay destituyó a Fernando Lugo, y el Mercosur, con la firma de Cristina, Dilma Rousseff y Pepe Mujica, suspendió a Paraguay. Por entonces, Lula y el kirchnerismo  se referían a la remoción de Lugo como un golpe, aunque no fuera militar. Las tres semanas de gobierno de Bolsonaro dieron buenas noticias a Macri: auydó a bajar el riesgo país y el dólar De aquella unión para enfrentar la amenaza de los militares nacionales de la época de Alfonsín y Sarney, con la llegada del nuevo siglo, y de Lula y Kirchner al poder, el Mercosur continuó siendo una unión para enfrentar no ya a las posibles dictaduras militares, sino a sus mandantes y “verdaderos jefes”: las grandes corporaciones de los países con capitalismo más desarrollado que en el pasado usaron a los militares para defender sus intereses contrarios a las naciones sudamericanas y ahora se valían de Estados Unidos y sus aliados para imponer una forma de dictadura económica. El comercio nuevamente era una excusa, en todo caso era la forma que tenía Lula de subvencionar el afianzamiento de gobiernos afines dándoles créditos del Banco Nacional de Desarrollo de Brasil, Bndes, para obras o aceptando que Petrobras negocie en contra de sus intereses en los países vecinos, por ejemplo afianzando la Bolivia de Evo Morales. Más civilizado, Brasil no llegaba a usar el método de Chávez de mandar directamente valijas para pagar las campañas de los candidatos que simpatizaran con esta idea de la patria grande bolivariana. De hecho, la Venezuela de Chávez en 2012 se sumó al Mercosur superando el veto que colocaba el Congreso de Paraguay cuando se suspendió a ese país por el golpe institucional a Lugo. El Mercosur es Brasil, país que concentra dos terceras partes de casi todo en Sudamérica: territorio, población, PBI. Sería inimaginable un Mercosur sin Brasil, y a nadie se le hubiera ocurrido hacer lo mismo que con Paraguay y suspenderlo, a pesar de que no haya muchas diferencias entre la destitución de Lugo por el Congreso de su país y la de Dilma Rousseff por el suyo. Lula, Chávez, Kirchner hasta por edad representan la última generación de políticos con categorías del siglo XX y la Guerra Fría. El embajador colombiano en Argentina cuando presidía su país Juan Manuel Santos, Alejandro Navas, quien había sido antes comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de su país, simplificó la época diciendo que los militares latinoamericanos eran soldados a sueldo de los norteamericanos para cazar comunistas y que desde la caída del Muro de Berlín se quedaron sin trabajo. Lula, Chávez y Kirchner son los últimos “comunistas” contemporáneos de la Guerra Fría; así llama Bolsonaro a Lula y al Partido de los Trabajadores, imagino que sabiendo que no son comunistas pero son el último significante de una época donde sí había comunistas y al haber sido educados en ese contexto, siguieron pensando el mundo y la política con categorías del siglo XX. Así como Bolsonaro, del otro lado del Atlántico, otra admiradora de Trump es la ultraderechista Marine Le Pen, quien perdió por pocos votos con Emmanuel Macron pero tiene posibilidades de ser la futura presidenta de Francia. Ella pide que su país, además de abandonar el euro como moneda, deje la OTAN bajo el argumento de que fue hecha para defender a Europa de la ex Unión Soviética y el comunismo, que ya no existen más. Ya sin la posibilidad de conflicto bélico entre democracias liberales y “democracias sin libertad” (la ex Unión Soviética y la China actual, donde se vota a los representantes de un solo partido pero nunca de diferentes partidos), la guerra dejó de ser militar para pasar a ser comercial; en este mundo ya no importa que el Mercosur sea útil para defenderse del militarismo y las amenazas derivadas de una guerra con armas para pasar a ser un instrumento de defensa en la guerra comercial. Es probable que Bolsonaro y Macri sean los primeros presidentes de una Argentina y un Brasil unidos para potenciar su comercio, unidos más por el pragmatismo económico que por la ideología. Entre 2002 y 2006 fui secretario de la Cámara de Comercio Ruso-Argentina (Perfil licenciaba una revista en ese país) y recuerdo haberle preguntado al canciller de Rusia, Igor Ivanov, qué pensaba del BRIC; con sinceridad sin filtro me respondió que por supuesto Rusia, India y China son potencias pero no Brasil porque no tenía bomba atómica y para ser una potencia mundial era imprescindible también ser una potencia militar para defender los intereses económicos. El canciller ruso, quien sirvió tanto a Boris Yeltsin como a Vladimir Putin, estaba describiendo la lógica mundial hasta el siglo XX, en el cual las potencias solucionaban sus crisis económicas haciendo una guerra para apropiarse de los recursos del vencido. Ese tipo de guerras explícitas, físicas y militares ya no son tan posibles en el siglo XXI pero otras son las formas de dominación. Cuando Macri era dueño de Sevel en los 90 criticaba al Mercosur y hoy depende de que Brasil vuelva a crecer. Bolsonaro hizo esta semana su primer viaje al exterior, a Davos, donde fue la estrella, como hace tres años lo fue Macri recién asumido, en enero de 2016. En su discurso y las respuestas a los periodistas en la conferencia de prensa mencionó a Macri y al Mercosur (ver: http://bit.ly/discurso-bolsonaro-davos-2019). En sus primeras tres semanas Bolsonaro solo trajo buenas noticias para Macri porque las mejores previsiones sobre la economía de Brasil derraman sobre su principal socio y vecino haciendo que el riesgo país de la Argentina bajara y el dólar se mantuviera en su piso. El Fondo Monetario Internacional acaba de aumentar las previsiones de crecimiento para la economía de Brasil. La caída de la autoestima de Brasil fue enorme, en 2011, en el furor del BRIC, las potencias emergentes: Brasil, Rusia, India y China. Los brasileños esperaban pasar a Inglaterra y ser la quinta mayor economía del mundo y después, al ser “solo” la octava, detrás de Italia, se sintieron fracasados. Ahora aquí en San Pablo escucho hablar de optimismo después de cuatro años donde solo se contaban números negativos. El humor económico cambió. Vale la pena ver la exposición del superministro de Economía de Brasil, Paulo Guedes, sobre lo que se hará en Brasil en http://bit.ly/discurso-paulo-guedes (tan distinto al comienzo de Macri y tan parecido al de Cavallo con Menem) e ilusionarse pensando que cada punto de crecimiento de Brasil arrastra 0,25 de crecimiento adicional en Argentina. Recuerdo a Macri a mediados de los 90, cuando era empresario, quejarse en privado de que el Mercosur convertía a la Argentina en una provincia de Brasil. Ahora Macri debe rezar para que Bolsonaro y Brasil sean su salvación. 

Comentá la nota