Por Cristina Vignone, consejera de Ferrere, líder del equipo de Medio Ambiente.
El Día Internacional Libre de Bolsas Plásticas, que se realiza cada 3 de julio, fue instaurado por Zero Waste Europe en el año 2009, con el objetivo de concientizar sobre la importancia de reducir las bolsas de plástico de un solo uso y fomentar su consumo responsable.
En la década del 70 las bolsas plásticas eran una novedad. Con el transcurso del tiempo, fueron incorporándose en la vida cotidiana por su practicidad y facilidad de uso, y por razones de higiene alimentaria y sanitaria. Al día de hoy, de acuerdo a los datos de la ONU, se consumen 5 billones de bolsas de plástico en el mundo al año.
Mucho se habla sobre el impacto de los plásticos en el ambiente y en particular en los océanos. Sucede que la mayoría de los plásticos no se degradan. Dependiendo de su material y espesor, una bolsa de plástico puede tardar entre 500 y 1000 años en descomponerse.
El plástico constituye el 80% de la basura de los mares. Las acumulaciones de basura plástica en zonas del océano donde no existen corrientes, conocidas como “parches de basura”, han alcanzado dimensiones de continentes. La predicción de la Fundación Ellen MacArthur es que, de mantenerse el patrón de consumo de plásticos actual, para el 2050 habrá más plásticos que peces en el mar.
Una de las respuestas de los gobiernos a esta problemática ha ido por el camino de desincentivar, restringir o directamente prohibir las bolsas plásticas de un solo uso. Cabe hacer notar que, cuando se habla de bolsas plásticas de un solo uso, se está haciendo referencia a las que se usan para el transporte de productos, pero no aquellas que constituyan el envase primario de alimentos y que son necesarias por razones higiénicas o para prevenir desperdicios.
En algunos países, como Irlanda, se obliga a los comercios a cobrar a los consumidores un impuesto sobre las bolsas de plástico de un solo uso, que se destina a un fondo gubernamental para financiar sistemas de gestión de residuos y de protección del ambiente.
Otros países recurrieron a la prohibición. Chile, por ejemplo, fue el primer país en Latinoamérica en prohibir en 2018 tanto la entrega gratuita como la venta de bolsas plásticas de un solo uso de cualquier tipo (aún las compostables o las biodegradables).
En Uruguay se optó por un camino intermedio. La Ley Nº 19.655 prohibió a partir de 2019 la fabricación, importación, distribución, venta y entrega de bolsas plásticas que no sean compostables o biodegradables, y estableció la obligación de cobro de un precio por las bolsas de este tipo que se entreguen en los comercios como mecanismo de incentivo para el uso de bolsas reutilizables.
Según información del Ministerio de Ambiente, luego de la puesta en marcha de la Ley, el número de bolsas plásticas de un solo uso consumidas en Uruguay se redujo en un 80%, lo que evidencia el acierto de la medida para el logro del objetivo perseguido.
Si bien estas medidas gubernamentales son necesarias, no son suficientes por sí solas para generar un cambio radical en la tendencia de esta problemática. Deben acompañarse de sistemas de gestión de residuos que aseguren la adecuada recuperación, reciclado, valorización y eliminación de las bolsas plásticas de todo tipo. El plástico puede, por ejemplo, ser utilizado para producir energía en centrales térmicas, de forma más rentable que otros materiales. Países como Alemania y Suiza utilizan el 80% de los materiales plásticos que no pudieron ser reciclados para valorización energética.
El esfuerzo conjunto de los ciudadanos, los gobiernos, las organizaciones civiles y las empresas en este tema es clave para su solución, y constituye un aspecto esencial para el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible.
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