El levantamiento del cepo y la unificación cambiaria constituyen, sin dudas, medidas que eran muy esperadas por los mercados, potenciales inversores, ahorristas y gente en general. Los anuncios de ayer cumplen con algunas de las promesas que había realizado Mauricio Macri durante la campaña electoral y servirán para favorecer las exportaciones, solucionar los graves problemas que existen a la hora de poder conseguir insumos importados que resultan claves para el funcionamiento de distintas actividades y, además, le dará más libertad a los ciudadanos para poder disponer libremente de su patrimonio.
Ahora bien, es muy difícil que estas medidas, por sí solas, puedan servir para reactivar la vapuleada actividad económica en nuestro país, que se encuentra en recesión desde hace mas de 2 años y que padece una inflación galopante, una de las más altas del mundo. Concretamente, se hace necesario implementar rápidamente un programa estratégico para potenciar los aspectos positivos de estas medidas y, a su vez, paliar los efectos negativos que trae consigo toda devaluación. Especialmente, lo que se refiere a los aumentos de precios en bienes y servicios de primera necesidad, que podrían recalentar la espiral inflacionaria.
Asimismo para que realmente los ahorristas o potenciales inversores saquen los dólares que tienen guardados debajo del colchón o en las cajas fuertes, invirtiendo esos recursos en inmuebles, automóviles y distintos tipos de bienes y servicios que reactiven el aparato productivo, tiene que existir seguridad jurídica. ¿Qué significa esto? Que aquellos empresarios, productores, comerciantes, profesionales y vecinos de a pie tengan la opción de adherirse a un programa de blanqueo y, de esa forma, tengan garantizado de que no terminarán siendo perseguidos por la AFIP porque cambiaron el auto, adquirieron un departamento o refaccionaron su casa. Recordemos que la industria de la construcción, considerada como la madre del mercado interno en un país desindustrializado como la Argentina, fue uno de los sectores más vapuleados por el cepo cambio. Y ello trajo consigo, además, el freno de la actividad inmobiliaria.
Cabe destacar que, más allá del recambio de autoridades, aún se mantiene en pie estructuras corruptas construidas por el kirchnerismo en el organismo recaudador de la mano del inefable Ricardo Echegaray. Como lo demostramos en numerosas investigaciones que publicamos en los últimos tres años en las páginas de Hoy, Cristina Kirchner hizo de la AFIP un organismo para perseguir y atosigar a críticos y opositores. De ello puede dar cuenta hasta el mismísimo ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, que el año pasado sufrió los aprietes de este gubernamental en el marco del escándalo por la cuentas del banco HSBC y por ello, al igual que hizo el diario Hoy, presentó una denuncia penal contra Echegaray y sus secuaces.
Eso no fue todo: el gobierno K también se diseño una agobiante presión fiscal, que puso en jaque a los productores y pequeños y medianos empresarios, a quienes indebidamente se les apropió la renta para mantener la estructura clientelar implementada por el kirchnerismo. Esto dilapidó la posibilidad de generar trabajo genuino y puso la economía en el frízer.
La otra área en la que se deberá trabajar rápidamente es la infraestrucrtura. Es decir, que haya ferrocarriles, rutas y caminos en condiciones para que los productores, que se favorecerán con la devaluación, puedan acceder a centros de exportación; y que se realicen las obras energéticas que se necesita para que las pymes y las industrias no se paralicen cuando hace mucho calor o mucho frío. A su vez, se deben generar las condiciones para que existan inversiones petroleras en exploración y explotación para lograr el autobastecimiento, lo que permitiría evitar seguir gastando miles y miles de millones de dólares en importar hidrocarburos. Todos estos de-safíos requieren de grandes inversiones que sólo podrán ser atraídas con reglas de juego claras que hagan de la Argentina un país previsible.
A partir de hoy, comenzará una nueva etapa en la economía del país, que incluirán dificultades y oportunidades. Esperemos, por el bien de todos los argentinos, que Macri y su equipo económico estén a la altura de las circunstancias.
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