El Presidente, sin distanciamiento social. La vice recorta cargos en el Senado. Y el jefe de Gobierno piensa en el 2023.
Darwinismo político o la lucha de los más aptos contra el virus
Alberto Fernández ya no sabe cuántas cuarentenas debe. En materia fiscal se habla de anatocismo cuando se cobran intereses sobre intereses, pero acá es un anatocismo de cuarentenas. Primero Gustavo Beliz, después Sergio Massa, ahora Martín Guzmán, a quien recibió el sábado. Una penuria para quien retaba a los ciudadanos por TV por echarse una canita al aire por Palermo. Si sigue así, no saldrá ya de la cuarentena en lo que le queda de mandato. El último aislamiento lo dispara el testeo a Luis Cubeddu, integrante de la misión del FMI, que pudo dar positivo –el organismo no dio el nombre–. El grupo de misioneros había estado el viernes con Massa, que pasa también a cuartos estancos y tiene que presidir la sesión del martes por el impuesto a los súper ricos. Que se mejore, porque si no, le tiene que dejar la presidencia de la sesión al larretista Álvaro González.
Esta cadena de contagios obliga a que la cumbre con la oposición de Juntos por el Cambio se haga por un modesto zoom, como cualquier hijo de vecino. Se pierde la dignidad. Guzmán también va a cuarteles de invierno, aunque sus voceros aclararon que, en la reunión del sábado en Olivos, Alberto y el ministro compartieron una charla en un salón amplio, con barbijo y que “no se dieron ni un solo beso”. ¿Se besaban? Es como cuando dijo Alberto “pongámonos de pie”. ¿Estaba de rodillas? Haber avisado antes. Ya nadie se da besos en la colectividad criolla, que ha dejado atrás ese hábito de los últimos 20 años, que los políticos heredaron del fútbol, los burreros, los tangueros y, remotamente, de algún resabio de la inmigración. Antes, los hombres duros no se besaban. No hay imágenes de Perón o de Alfonsín besándose con otros varones. Menem sí era un besuqueiro.
Cristina ajustadora: mandoble a 700 cargos en el Senado
La peste hace estragos con la generalización del hisopado. Más rastreo, más casos, algunos recurrentes con doble cuarentena. Se vio en el Senado, donde Marcelo Fuentes, secretario parlamentario, fue por segunda vez a la cuarentena y le dejó su función de asistir a Cristina en las sesiones, al radical Juan Pedro Tunessi. Se cita esta cámara porque se acerca fin de año y Cristina ha mandado a decir a todos, propios y extraños, que va a producir un ajuste que eliminará 700 cargos. Es la cuota que quiere asumir dentro del ajuste general de su gobierno.
En esa cámara hubo una inflación descomunal de la planta del personal, que la llevó de 900 permanentes en 2011 a más de 3.000 en la actualidad. Con transitorios y contratados llegan a los 5.000. Ahora viene la escabechina, que incluirá recortes de planta permanente, anulación de contratos y, a quien lo acepte, baja de categoría. Es una cámara dominada por el peronismo, con comisiones que tienen 100 empleados, que no se han reunido más de un par de veces en lo que va del año. El record médico será tenido en cuenta en ese recorte, un micro ejercicio de poder que ensaya Cristina en la parcela que le toca administrar, con la crueldad que la caracteriza en el trato de los más débiles. Nunca se la verá enfrentando a un poderoso. El sindicato se va a encargar de explicarle lo que puede y no puede hacer.
Los atajos para frenar a Rafecas con ayuda de la oposición
La soledad de esas estancias tan sanitizadas como las de Olivos, sirven a decisiones que pueden generar futuro; por ejemplo, la minuta para las sesiones extraordinarias del Congreso. Es una formalidad, porque la lista de temas a tratar por el Congreso en ese lapso de extraordinarias es una expresión de deseos del Ejecutivo, ya que incluye lo que le da la gana y deja afuera lo que no le gusta. Alberto tiene cuentas abiertas, como el tratamiento de la designación de Daniel Rafecas como procurador. ¿Lo retirará? Si lo hace, es una capitulación ante sus adversarios en el cristinismo, aunque lo tiene que aprobar el recinto con el envío de un mensaje, que equivale a un proyecto de ley. ¿Les dará ese gusto a quienes le congelaron al candidato?
Este lunes la comisión de Justicia seguirá escuchando a los expertos en la modificación del régimen de designación y remoción del Procurador. El oficialismo ha demorado todo hasta escuchar esta semana a la comisión de juristas a quien Alberto encargó el diseño de la Nueva Justicia. Más allá de las decisiones macro, en el terreno están operando iniciativas patagónicas que sacuden el matorral: Alberto Weretilneck, para cambiar mayorías de aprobación, destitución y mandato; Lucila Crexell para empujar al oficialismo a que defina o no a Rafecas (pedido a la Comisión de Acuerdos).
El envión del rionegrino facilita al oficialismo un camino low cost: aprobar una reforma que baje la cantidad de votos para destituir al procurador (hoy son 2/3), aplicársela a Eduardo Casal, y dejar vacante el cargo, para que lo ejerza un fiscal de línea que sea grato al oficialismo. El oficialismo elige esta vía porque:
1) Los expertos que citó para informar al Senado no fueron concluyentes, en cuanto a quitar los 2/3 de los votos para designar al nuevo procurador.
2) Al usar proyectos del no peronismo se da el gusto de mofarse de la oposición, ante el bloqueo que le imponen desde la minoría.
¿Quién quiere un Procurador fuerte?
En estos movimientos hay que entender la finalidad política, y en materia de Procurador ni Macri ni este Gobierno quieren un procurador fuerte. Prefieren a un suplente, como lo diseñaron los constitucionalistas del '94, que pensaron en un funcionario designable y removible por simple mayoría. En la reglamentación de la nueva Constitución que hizo el Congreso, y que hoy se atribuyen Miguel Pichetto y Elisa Carrió, se le agregaron los 2/3, un rango que sólo tiene la Corte, para asegurar la independencia del jefe de los fiscales. Eso no lo quiere nadie hoy, cuando está en marcha una reforma del sistema, que les traslada a los fiscales y a su jefe el poder que han tenido hasta ahora los jueces en la instrucción de las causas.
¿Para qué querrían que funciones tan importantes quedasen en manos de un funcionario autónomo, que manejara fortunas en instalaciones y centenares o miles de designaciones? Por eso Macri hundió el cargo en el abrazo imposible de la Venus de Milo (Rubén Darío), cuando propuso a Inés Weinberg de Roca. Nunca se la iba a votar el peronismo. Era lo que quería, que siguiera en el puesto de la Procuración el interino Casal. Es lo que busca hoy el Gobierno. Los políticos no quieren funcionarios fuertes y abulonados. Los prefieren interinos, subrogantes y trasladados, es decir gente de su misma condición. Los políticos son, en sus cargos, interinos, subrogantes y trasladados. Es lo que le da emoción a ese oficio.
Larreta blinda la plaza con mimos a los aliados
El contagio de los misioneros del FMI, que alcanza a algunos empresarios que se entrevistaron con ellos este fin de semana, le quitó dramatismo a la reunión de la Mesa de Cambiemos que iba a tratar la posición a llevar en la reunión de este lunes, que se tramitará por otro modesto zoom, como el de cualquier cristiano. La presencialidad en la oposición la dominó el almuerzo de la semana pasada, en la sede del Gobierno porteño, de Horacio Rodríguez Larreta con la primera línea de la coalición que lo sostiene en la CABA: Diego Santilli, Martin Lousteau, Maxi Ferraro, Paula Olivetto, Graciela Ocaña, Roy Cortina, Martín Lousteau, Emiliano Yacobitti, Fernando Straface. Mucha miga en ese encuentro, y algunas conclusiones.
1) Una reivindicación de parte de Larreta de la alianza, después de la pirotecnia que siguió a su visita a Carrió, un mimo en particular a los radicales, que se sintieron fuera de esa película.
2) Una mirada preventiva a los números del nuevo presupuesto de la Ciudad, que esta semana debe entrar a la Legislatura y tiene corchetes abiertos. El más importante es cómo calcular los ingresos sin saber qué hará la Suprema Corte con el recurso que se presentó para rechazar el recorte que le hizo la Nación a la coparticipación de la ciudad. En el escenario más favorable, esperan que la Corte dicte una suspensión del recorte por un año y que llame, como hizo con otras provincias, a audiencias de conciliación.
3) El rechazo al Consenso Fiscal IV que propone el Gobierno, porque pide la suspensión de demandas ante la Corte. Sólo lo firmaría la Ciudad si esa condición rige de aquí para adelante, pero no para recursos ya presentados. Lo negocian el ministro porteño Martín Mura con Silvina Batakis, que maneja números de Hacienda para la jefatura de Gabinete. Si la Ciudad no adhiere a este nuevo Consenso, pierde la posibilidad de endeudarse sin permiso en el exterior. Ya Macri gobernó 8 años sin esa venia y sobrevivió, y eso que Cristina era presidente y dedicó su gestión a arrinconarlo. Igual zafó y ganó una elección nacional.
4) Buscar alguna estrategia contra el aislamiento que le impone la Nación a la Ciudad. Larreta le propuso a Batakis un zoom con los gobernadores de Cambiemos, o al menos con sus ministros de Hacienda. Ella lo rechazó. Que vengan de a uno, dice Olivos. Elemental para negociar, que jamás se te junten todos.
Vidal somete a Monzó a más pruebas de amor
El vértigo electoral precipita encuentros y desencuentros. En Buenos Aires hubo reconciliaciones entre segmentos de la oposición, como el concilio del jueves por la noche entre Emilio Monzó -hoy en el larretismo- y uno de sus adversarios jurados de la gestión de María Eugenia Vidal, el ex jefe de gabinete Federico Salvai. Acogió con un asado de reconciliación, que apadrinaron el vidalista Cristian Ritondo y el larretista Nicolás Massot. Estos dos han manejado el bloque del PRO en diputados desde 2015. Ninguno de ellos es hoy macrista, aunque la anfitriona Carolina Stanley fue ministra estrella de Mauricio durante cuatro años. O sea que las críticas, en voz baja. Y más aún, en la recomposición de relaciones se le pide al eje Monzó-Massot-Frigerio, que amortigüe las críticas al expresidente.
Monzó y Massot no renovaron banca en 2019, pero pueden estar en la lista del año que viene en la provincia de Buenos Aires. A esa lista, que renueva los cargos elegidos en 2017, muchos le escapaban porque preferían estar en cargos ejecutivos. Esto indica que hay pocos en condiciones de renovar la banca. La oposición se cree con fuerza de dar una elección competitiva en el principal distrito del país, y hay cabeceras de lista en medición: Vidal, Elisa Carrió, Miguel Pichetto y, seguramente, Monzó y Massot. Estos dibujos expresan la alianza Larreta-Vidal, que buscará competir en 2023 en una interna con los socios radicales y de la Coalición por el ticket presidencial.
La conexión conservadora
En esos cuarteles se repite la consigna: a María Eugenia la necesitamos en la Provincia. No en la Capital, adonde la lista de diputados tiene otras necesidades. Una es fortalecer la alianza con los radicales del distrito mediante candidaturas "para salir", como la que puede ir para Juan Francisco Nosiglia. El macrismo tiene dos nombres en carrera. Uno es el de Federico Pinedo, que dejó el Senado el año pasado para honrar la relación de la coalición con los radicales. El puesto lo ocupa Martín Lousteau. Pinedo confió en su propia nominación hasta una semana antes del cierre. El propio Larreta se encargó de comunicarle que no sería, y eso lo obliga a cierta compensación. El otro postulante es el exlegislador Francisco Quintana, hoy en el Consejo de la Magistratura de la CABA, pero a quien el marcopeñismo más ortodoxo, hoy incardinado junto a Larreta, lo quiere en órbita.
Estos debates de nombres producen forcejeos en el ala conservadora de la coalición, en donde Pinedo es el referente más importante. Ese sector tiene una nueva estrella de referencia, que es Pichetto, a quien ven como un adalid de las ideas republicanas. El peronismo, después de todo, es un conservadurismo popular, y eso explica la simpatía con el exsenador, que tiene una experiencia política inigualable. Fue legislador por décadas (provincial y nacional, 1988-2019). Hoy anima largas conversaciones con Larreta, en las que abundan los temas de alta política - relaciones internacionales, federalismo, infraestructura, y seguridad. Asuntos en los que buscan rediseñar la agenda de Macri para el programa de Larreta, que descansa en el municipalismo vecinal.
López Murphy pone pausa
El enjambre conservador, que prefiere decirse liberal por su apuesta a recetas económicas, lanzó una mesa de cuatro patas, pero debe conciliar personalidades tan diversas como las de Javier Milei, José Luis Espert, Cynthia Hotton, Ricardo López Gottig, Carlos Maslaton, Eduardo Sadous, Gustavo Lázzari, Diana Mondino, Irma Argüello, Ricardo Balestra, Pedro Vigneau, Darío Lopérfido, etc. Son muy críticos del PRO macrista y buscan armar una lista de ese segmento para 2021, sabiendo que en 2023 deberán acomodarse a un frente que exprese al voto no peronista. Lamentan que Ricardo López Murphy, el más notable de todos esos nombres, le haya puesto pausa a la actividad partidaria para concentrarse en tareas académicas en el CEMA. Ahí tendrán que revisar su anti-macrismo y su anti-radicalismo.
Este dilema se replica en muchos distritos del interior, adonde el Partido Demócrata Nacional de Carlos Balter y el Autonomismo de Romero Feris han cerrado un compromiso de independencia. En Mendoza, adonde el Partido Demócrata estuvo en la alianza Cambiemos en 2019, se han apartado y van a elecciones separados. Hoy los separa el proyecto del gobernador radical Rodolfo Suarez de reformar la constitución. En la CABA los demócratas van a una elección interna en la que confrontan también larretistas como Eduardo Santamarina, con los independentistas Guillermo MacLoughlin, Alberto Allende Iriarte y Ricardo Balestra.
Cómo Massa se apropió de la bandera de la suspensión de las PASO
La jugosa visita de Sergio Uñac a Diputados del miércoles pasado, tuvo también como motivo preguntar por qué las partidas prometidas no figuraban en el texto que iba a tratar el Senado el jueves. Esto no ocurría cuando los proyectos se traficaban en papel. Las dichosas planillas que faltaron en la sesión de los Senadores nunca habían llegado en papel a Diputados, ni al Senado. Y eso que habían sido objeto de interminables discusiones en las oficinas de Hacienda, donde manda Raúl Rigo y los bloques de Diputados. El último hilván se lo dieron los economistas que integran el equipo de Massa, que es el mismo que trabajaba con Miguel Pichetto cuando el exsenador era el enlace entre el peronismo real del Congreso y los gobernadores. Ese equipo lo integran estrellas rutilantes como Martín Redrado, Diego Bossio, Miguel Peirano y otros. Por eso estas modificaciones las festeja Massa como propias; muestra un poder que sus socios de la trifecta no tienen, y con eso les gana casillas.
El entusiasmo le hace buscar también la delantera en iniciativas que pueden asegurarle un puesto como vicario de los gobernadores. El mismo rol que tenía antes Pichetto, constructor de aquella alternativa del peronismo con la Mesa de los 4 en la que se sentaban él, Pichetto, Juan Schiaretti, Juan Manuel Urtubey y, de pie para entrar y salir a su gana, Roberto Lavagna. Este armado de Massa puede blindar la unidad del peronismo, con él de seguro, algo que está lejos de lograr Cristina - que es una prenda de nuevas divisiones- y Alberto, desmadejado por sus desvelos con la economía y la peste. A esta estrategia responde el intento de apropiarse de un proyecto de Olivos, que tiene apoyo de los gobernadores, como es la suspensión de las primarias PASO el año que viene. Es una iniciativa vieja del oficialismo -al que le basta con la lapicera de quien gobierna para armar las listas- anterior al gran justificativo de hoy, que es la salud en medio de la peste. Con la audacia del listo del pueblo, que Massa exhibe cuando comienza a girar la rueda de la fortuna -imagínese una ruleta en movimiento- armó el escenario para que el diputado por Río Negro Luis Di Giacomo lanzase el proyecto en el recinto, cuando nadie lo esperaba.
Coreografías de un audaz
Fue así. El miércoles de la sesión, Sergio Uñac almorzó con Massa. El sanjuanino es uno de los voceros de la posición dentro del peronismo en favor de la suspensión de las PASO, rol para el que tiene el respaldo de Olivos y también de otros mandatarios que expresan este proyecto, como Schiaretti. En ese almuerzo, Uñac le dijo a Massa que el Congreso debía tomar la iniciativa del proyecto. El jefe de los diputados le adelantó que Di Giacomo iba a plantear el tema en el recinto. Buscó así amortiguar el efecto de esa irrupción sorpresiva, de un tema que sólo puede avanzar con una negociación fina con la oposición, que está en contra de la suspensión, por lo menos en la mayoría de Juntos por el Cambio.
En esa charla se habló de usar un proyecto del opositor Pablo Tonelli, que ha rechazado la PASO como método desde que existe. Ideal para desbaratar reacciones. Había que amortiguar el golpe, porque sabe Massa que hay sectores cristinistas extremos no convencidos de suspender las PASO en la provincia de Buenos Aires. Creen que si no hay PASO tendrán dificultades de hacer competir a sus dirigentes con los caciques que dominan en nombre del peronismo orgánico, que buscan mantener posiciones pese a las amenazas de desplazarlos, con proyectos como el de Vidal-Massa para impedir su tercera reelección. Massa fue quien disparó el debate hace un par de meses: la posibilidad suspender las PASO por lo menos en Buenos Aires.
Más lejos de la oposición que nunca
Cuando comenzaba la sesión, Massa conversó con Cristian Ritondo -jefe del bloque del PRO- y Cecilia Moreau -que maneja el bloque del Frente de Todos, ante la ausencia manifiesta en estos entuertos de Máximo Kirchner-, y les avisó que Di Giacomo iba a pedir la palabra para meter el debate de la suspensión de las PASO, con un pedido de apartamiento del orden del día. Este tipo de pedidos necesita altas mayorías, y para esa sesión, la reunión de Labor Parlamentaria había acordado que no las habría. Di Giacomo lo sabía, aunque deslizó que debía consultar con su bloque si insistía o no en el pedido. A Ritondo y a Cecilia, Massa les dijo que el tema de ese pedido eran las PASO, y que "eso nos trae quilombo a todos, vamos a pedirle que lo retire". Es lo que ocurrió, pero después de que el rionegrino expusiese sus argumentos con un discurso que instaló el team, y motivó el apoyo de Graciela Camaño.
La diputada había pedido hace algunos meses que Massa integre una comisión de Diputados para tratar todas las emergencias Covid sobre las elecciones. Tanto despliegue discursivo motivó la enérgica protesta de Mario Negri por el tiempo que el daba Massa a un asunto sin acuerdo, en una sesión que, según los protocolos vigentes, sólo debía tratar temas pactados. Massa volvió a citar a los jefes de bloque a la mesa de la Presidencia y les reclamó que pidieran el retiro del apartamiento. Di Giacomo la retiró y completó el montaje. Negri insistió en que Massa no conducía la sesión como debía, y éste se indignó, con una respuesta igualmente violenta: "En la próxima elección de autoridades tiene la posibilidad de elegir otro presidente”. Negri. - "Por supuesto que la voy a ejercer".
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