Condenado por fraude, sigue liderando la derecha. Sugirió que, si se designa a Matteo Renzi, le dará su apoyo.
Renzi ha decidido jugársela a la grande con fuegos artificiales y efectos especiales que cambien completamente el plúmbeo clima de pesimismo y depresión que vive la sociedad italiana, que hasta ahora no da señales de entusiasmo por el brusco cambio en el Ejecutivo entre dos líderes del mismo partido. El relevo entre Enrico Letta y Renzi fue un raje con todas las letras y debe ahora justificarse políticamente en los hechos, dar resultados impresionantes en sólo 30 días. De eso está convencido Renzi, que anoche se tomó un descanso para ver a su amada Fiorentina en el estadio de fútbol de la ciudad, que jugó con el Inter.
Ocupado en preparar con sus equipos el gabinete ministerial que lo acompañará en la gestión y las primeras medidas de gran impacto que debería impulsar Renzi, cedió ayer el papel estelar en el Palacio del Quirinal al tres veces primer ministro y líder carismático de la diestra italiana, Silvio Berlusconi, de 77 años.
Tras su condena definitiva a cuatro años de prisión por fraude fiscal, en agosto, Berlusconi reprochó a Napolitano no haberlo ayudado a defenderse. La crisis personal entre ambos se agravó con la expulsión del Senado de il Cavaliere. El encuentro fue de una helada cordialidad.
Cuando salió del despacho presidencial Berlusconi dijo que Forza Italia planteó su preocupación por la crisis, pero aclaró que “haremos una oposición responsable”, que se leyó como un reconocimiento de su buena disposición hacia Renzi.
Berlusconi dijo que Forza Italia apoyara al nuevo premier si toma medidas contra “la opresión burocrática, fiscal y judicial”. También anunció el sostén al nuevo gobierno para que plantee ante la Unión Europea “una línea contraria a la política de rigor de estos años de crisis y en favor de la reactivación y desarrollo”.
Sin Renzi, que recién hoy por la tarde llegará a Roma para ser convocado por Napolitano, los dirigentes del partido Democrático fueron los últimos en ser consultados por ser el partido más grande.
Ayer hubo algunas buenas noticias porque las agencias de “rating” mejoraron la calificación de riesgo de Italia. Moody’s la subió a “Baa2” con perspectiva que pasó de negativa a estable. Estas nuevas contrastaron con el anuncio de los sindicatos de que en enero 440 mil trabajadores vieron reducidos sus ingresos en 700 euros porque el subsidio a los parados es parcial.
La dramática situación económica y social que vive Italia, la peor de la posguerra, se arrastra desde el inicio de la crisis en Europa, en 2008. Renzi sabe que en esa área se juega el futuro. Las expectativas son enormes y el anuncio de que la actividad económica por fin subió un raquítico 0,1% en el cuarto trimestre de 2013, hace más impresionante la coyuntura recesiva y el fantasma de la deflación.
Para hacer arrancar la paralizada máquina italiana, la terapia de shock partiría con medidas inmediatas en favor de 200 mil nuevos contratos juveniles en innovación e investigación. Se estima que se conseguiría en un año multiplicar por cinco el nivel de ocupación en este sector. Para dar trabajo el gobierno Renzi ofrecerá créditos de impuesto o descuentos generalizados a las empresas que asuman empleados, lo que al Estado nacional costará 2.500 millones de euros.
Los euroburócratas de Bruselas observan alarmados los planes del futuro premier que aumentarán el déficit fiscal y la gigantesca deuda publica de 135% del PBI. Pero Renzi parece dispuesto a afrontar la tormenta para “sacar a Italia del pantano”, como prometió el jueves cuando echó del gobierno a su compañero de partido Letta.
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