Belgrano sacó a relucir otra vez su fortaleza mental. Esa que le permite estar peleando arriba, a tres puntos de San Lorenzo. Creyó en sí mismo y lo terminó dando vuelta como los cuatro partidos que ganó como visitante en el torneo. Banfield fue la contracara. Se pincha. Se duerme. La falta de eficacia volvió a ser el mayor problema, porque no convierte en proporción a lo que genera y lo paga caro.

Como es habitual cuando juega en Peña y Arenales, Banfield asume el protagonismo del partido, con el estilo que propone Matías Almeyda. Y una muestra de que plasmó su idea en el campo en el inicio fue que su gente se puso de pie para aplaudir al equipo.

El local justificaba el resultado a partir de la superioridad sobre Belgrano en todas las líneas. Tenía seguridad salida con Vittor, proyección con los laterales (en especial con Bettini por derecha), quite con Domingo, distribución con Cazares y explosión con Cuero. El delantero colombiano cada vez que se proponía encarar a sus rivales, lo lograba. Fue la llave para abrir el partido. Almeyda lo detectó y desde el banco indicó que la salida tenía que ser por el lado de Bettini. Fue el lateral el que inició la jugada que terminó en el penal. Profundizó con Cuero, el centro encontró solo a Castillón, a quien desestabilizó Saravia cuando iba a cabecear. Vittor no falló.

Banfield pudo haber convertido algún gol más pero Olave estuvo muy seguro ante dos disparos de Cuero, y Simeone se lo perdió debajo del arco. La idea de Belgrano de presionar en mitad de cancha y ensuciar el juego para que Banfield no se sienta cómodo solo fue posible en los primeros minutos. Tuvo que readaptarse, porque fracasó el intento de tapar la salida de los laterales con Rigoni y Velázquez. El movedizo Zelarayán era el único que intentaba hacer algo, pero Belgrano casi no tuvo llegadas. Pudo aprovechar dos contra porque a veces Banfield se desordena en el fondo, pero Velázquez siempre terminó mal la jugada.