Las pericias revelaron que las marcas de dientes en el cadáver del niño las provocó esa joven, detenida con otros dos sujetos por homicidio agravado
El contundente informe pericial echa por tierra la versión de Castro (confesó prostituirse, drogarse y estar otra vez embarazada) de que nunca golpeó a su hijo Alejandro. En su declaración ante el juez de Instrucción Guillermo Adárvez, había dicho que dos meses antes del crimen, empezó a notarle golpes pero no denunció nada porque temía que la echen de la panadería usurpada por Jonathan Flores (26) con su familia en Villa del Carril, Capital, donde le habían dado cabida.
Justamente Flores y su hermano de 17 años, con quien Castro comenzó a tener una relación sentimental un mes antes del homicidio, son los otros dos implicados porque estaban con el bebé cuando ocurrió el trágico y conmovedor desenlace.
Conmovedor, porque el médico forense reveló que murió desangrado por la destrucción de su hígado. Y presentaba otras lesiones impresionantes, como golpes en su estómago, el intestino roto, marcas de nudillos en el rostro, una fractura de cadera y otras dos en un antebrazo, una reciente y otra de por lo menos dos meses de antigüedad, además de las mordeduras de su propia madre.
Hasta ahora, Castro y el mayor de los Flores declararon y se culparon para tratar de desligarse. El menor se abstuvo de dar su versión de lo que pasó aquella terrible madrugada.
A todos les atribuyen homicidio agravado por alevosía porque el bebé no pudo defenderse. A la madre se le agrega el agravente del vínculo. La pena para ese delito es la más grave del Código Penal: cárcel perpetua.
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