Se trata de un trabajo conjunto entre la municipalidad y el Consorcio de Gestión del Puerto. Está ubicado sobre la costa del estuario, a unos 500 metros del balneario. Ocupa unas 10 hectáreas.
Por Mario Minervino
Con retiro de decenas de bateas de material, la colocación de cámaras de seguridad e iluminación y el cierre al paso vehicular se desarrollan los trabajos de limpieza y adecuación del basural Belisario Roldán, ubicado sobre la costa del estuario, a unos 500 metros del balneario Maldonado.
Testimonio de otras épocas, cuando la cuestión medioambiental y el tratamiento de residuos urbanos respondía a otros criterios, este basural a cielo abierto que ocupa unas 10 hectáreas sigue existiendo como tal, a pesar de haber sido clausurado de manera oficial hace poco más de 15 años.
Por su condición, el lugar es fuente de innumerables afectaciones debido a su contaminación ambiental, en un espacio estratégico desde lo urbano y paisajístico.
Además de su inconveniente funcionamiento ambiental, por estar vecino al concurrido balneario Maldonado también conspira contra ese tradicional lugar de esparcimiento.
Si bien la decisión de clausurar este basural data del año 2009, la limpieza realizada desde entonces no ha sido completa y el lugar, que en principio quedó habilitado para arrojar únicamente ramas y escombros, sigue siendo utilizado para arrojar todo tipo de residuos.
El proyecto en ese momento era retirar la basura superficial, compactar la restante y cercar el lugar, acciones que jamás se concretaron.
También se manifestó la idea de poner en valor del área como una continuidad paisajística del canal Maldonado y de acceso a la reserva natural costera, con la plantación de especies “que armonicen visualmente el sector".
Dos años después de iniciada la limpieza, en el año 2011, se construyó con fondos provinciales una primera del denominado Paseo Costero, obra hasta hoy inconclusa.
Desde entonces, el basural siguió funcionando como basural.
Un nuevo intento
Como parte del ambicioso proyecto de generar un espacio verde de uso público, a mediados de diciembre del último año comenzó una nueva limpieza del lugar.
Las tareas fueron impulsadas —de manera conjunta— por la municipalidad de Bahía Blanca y el Consorcio de Gestión del Puerto (CGPBB), para así fortalecer la relación entre la ciudad y el mar.
Santiago Mandolesi Burgos, presidente del Directorio del Consorcio de Gestión del Puerto de Bahía Blanca, señaló a La Nueva. que —a la fecha— se llevan retirados cientos de bateas con basura, aunque es tal el volumen existente que todavía es difícil advertir el cambio.
“Lo primero que hicimos fue cerrar el camino de acceso, a fin de impedir que sigan tirando basura”, dijo.
“El problema más grande no son los vecinos, sino las empresas de contenedores y volquetes que usan el lugar de manera indiscriminada”, agregó.
“Para eso establecimos un sistema de monitoreo con cámaras y estamos labrando multas a quienes tengan esa conducta ilegal”, indicó.
Lo curioso es que, al advertirse que está cerrado el paso, quienes siguen yendo al lugar a arrojar residuos terminan haciéndolo en el mismo camino.
En cuanto al trabajo de limpieza general que se lleva adelante, el mismo exige mucho cuidado debido a la presencia subterránea de varios ductos pertenecientes a las distintas empresas del sector petroquímico y portuario.
“Pasan todos los servicios por este lugar. Por eso, además del cuidado que tienen las máquinas, se estableció un nivel hasta el cual se retirará material”, señaló Mandolesi Burgos.
“Una vez que se alcance el mismo se colocará un metro de tierra negra para así preparar el terreno para la plantación de árboles”, amplió.
La creación de un espacio verde, con árboles y equipamiento, más la construcción de un adecuado acceso vehicular es, a criterio del funcionario, “lo que desalentará el uso como basural. Será nuestra manera de poner punto final al volcado”.
Parte de un todo
En la década de 1970 se produjo una ruptura con el entorno. Se preservaron sectores costeros para usos industriales, retrotrayendo la interacción del vecino con el mar. Esto deterioró la identidad de Bahía Blanca como ciudad costera”. (Dar la espalda al mar. La transformación de Ingeniero White entre 1968-1971, Dra. María Laura Langhoff).
La transformación del basural Belisario Roldan es parte de la intervención dada a conocer meses atrás por el intendente municipal local, Federico Susbielles, y el titular del Consorcio de Gestión del Puerto de Bahía Blanca, Santiago Mandolesi Burgos, buscando modificar la poca relación que hoy tiene la ciudad con su estuario.
“Bahía al mar” es el nombre de un conjunto de obras a realizar en el frente costero, entre el muelle del ex frigorífico Sansinena, en la localidad de General Daniel Cerri, y el de los desaparecidos Elevadores de chapa en Ingeniero White.
“Lo que planteamos es unificar obras que, hoy, están en distintas etapas de ejecución para dar forma y uso a ese sector”, señaló Susbielles.
Los trabajos incluyen la recuperación de la banquina de los pescadores artesanales, alguna vez conocida como Puerto Piojo y mejorar el balneario Maldonado.
Este año se licitará la reconstrucción del muelle de General Cerri, devastado por el temporal del 16 de diciembre de 2023, y la puesta en valor de la zona de acceso al muelle de los elevadores.
El plan se completa con la construcción de otro muelle en la zona de las islas y un depósito de reciclaje en puerto Galván.
En ese contexto, el basural se reconvertirá en un espacio verde, donde se podrá disfrutar de unos atractivos atardeceres de cara a un horizonte que es momento de recuperar.
Argumentos de hace 80 años
En el año 1944, el ingeniero civil Juan Regnasco actualizó el proyecto de una rambla —presentado diez años antes— por el intendente Agustín de Arrieta, vecina a la exusina.
Para justificar su importancia, el profesional comenzó por definir a Bahía Blanca como “una ciudad marítima”, calificando de “fútiles” todo intento de ignorar al mar como “elemento formativo de su existencia y generador de su esencia y carácter”.
Su propuesta sumó a la rambla un puerto, un aeropuerto, espacio para deportes náuticos, un balneario y una avenida costanera para disponer un espacio aprovechable todo el año a partir de un “paseo costanero” con bares, cafés y restaurantes.
Acaso temiendo que estos argumentos no fuesen suficientes, Regnasco reflexionó sobre otros alcances de la obra.
“La pretensión de hacer bello el contacto de la ciudad con el mar es que esa belleza nos hará más buenos, al converger hacia ella la verdad y el bien”, aseguró.
Se permitió imaginar la rutina de un bahiense cualquiera, concluyendo sus tareas diarias y, de tardecita, cayendo el sol, realizar “un reconfortante paseo marítimo”, saborear un brebaje caliente en un ambiente con ventanales al mar, mirando los vapores con sus característicos toques de sirena.
Regnasco pretendía hacer realidad una obra que —dijo— “ya está en el corazón de todos los bahienses”.
Del vaciadero y la quema al relleno sanitario
Desde su fundación, la basura ha sido un tema a atender en la ciudad de Bahía Blanca, porque su generación es propia de toda actividad humana.
Durante el siglo XIX los residuos “en las afueras”, del otro lado del Napostá o de las vías del ferrocarril.
Eran basurales a cielo abierto, sin criterio alguno de cuidado y cuyo único tratamiento era prenderlos fuego, de allí el popular nombre de “quemas”.
En las primeras décadas del siglo XX ese lugar estaba en cercanías del cementerio, recostado sobre la avenida Pringles.
Era “un estrecho valle existente entre dos lomas de arena”, el cual humeaba todo el día.
En el lugar habitaban varias familias en ranchos miserables, dedicados a juntar tachos, vidrios, papeles, trapos, huesos, hierro, bronce y bolsas que embalaban y vendían a empresas de Buenos Aires.
La segunda quema importante estuvo en Tiro Federal.
El lugar estaba enclavado en Catón (actual Agustín de Arrieta) y Haití, donde se llegó a acumular una altura de siete metros de residuos.
En los 50 se decidió poner punto final a ese uso y se colocó una capa de tierra sobre todo el sector, mientras la arena voladora terminaba de tapar lo depositado.
Sin embargo, la gente siguió tirando camionadas de animales muertos, materias orgánicas y todo tipo de desecho.
En el lugar había “un rancho cambichero”, que fuera famoso por más de un episodio que resurgió de las cenizas para convertirse en cuartel general de los cirujas.
La primera idea de utilizar el frente costero como basural data del año 1943, cuando la dirección de limpieza descubrió unas 16 hectáreas de propiedad municipal, que se encontraban entre la avenida Colón y Juan Molina, sobre tierras anegadizas que solía cubrir la marejada.
El lugar se comenzó a rellenar con basura, dando forma a algunas calles de acceso.
Se dijo que eran tierras “donde no se podía criar ni media docena de ovejas”, habitualmente invadidas por el agua que alimentaba a los balnearios Maldonado y Colón.
“La inauguración de la nueva quema será sólo cuestión de tiempo, con ventaja para la comuna de Bahía Blanca y la salud de todos los vecinos”, se sostuvo.
La oposición de vecinos y establecimientos del lugar postergó esa habilitación, aprovechando, además, que un vecino de Villa Rosas puso a disposición de la comuna una chacra de su propiedad en la prolongación de calle Pedro Pico, para ser utilizada como vaciadero y quema.
Finalmente, en 1959 se comenzó a utilizar la mencionada franja marítima.
El basural recibió el nombre de la calle que nace en Don Bosco al 600 y termina su recorrido en el lugar.
En el año 1992 comenzó a funcionar el relleno sanitario —kilómetro 14 de la ex ruta 229— y en 2009 se “cerró” oficialmente el basural (a pesar de lo cual se sigue utilizando hasta la fecha).
Comentá la nota